CAPÍTULO 26 ESTOY EN DEUDA CONTIGO

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Simón despertó confundido, miró a su alrededor, ya no se encontraba en ese pequeño y maloliente lugar, ahí todo su alrededor era blanco y limpio, estaba en la habitación de un hospital, su cuerpo aún le dolía, pero el dolor no era tan intenso, se movió y de inmediato alguien se acercó.

_ ¡Hola! - escuchó la voz de Nicolás.

_ ¡Simón! ¡estás bien! - escuchó otra voz que le pareció celestial. Era su princesa, estaba ahí, no lo podía creer, Rafael ya le había contado que estaba viva, pero el verla en esa silla de ruedas y cargando consigo aquel pequeño tanque de oxígeno, partió su corazón. En esos momentos Rafael debía estar muerto y se alegraba, no se arrepentía de lo que habían hecho con él, se lo tenía bien merecido, su princesa no tenía que haber pasado por eso y Fernanda tampoco. ¿Cómo estaría ella? ¿se encontraría a salvo? Tenía que ponerse bien para poder ir en su busca, ahora esa era su prioridad.

No tuvo tiempo de pensar más, ya tenía a Verónica sobre él, abrazándolo y tomando su rostro entre sus manos con incredulidad, su posición desde la silla de ruedas no era muy cómoda, pero ¿que era imposible para ella?, sonrió al verla cerca, sentir sus manos, y aspirar su perfume, eran sensaciones maravillosas y extrañas, maravillosas porque estaba ahí, significaba que ella estaba viva y él también y extraña, porque, por primera vez no despertaba en él un sentimiento romántico, ahora la veía de otra forma, como una amiga, como la esposa de su amigo, y la amaba, claro que la amaba, pero de diferente manera. Y una vez más pensó en Fernanda, sus sentimientos habían cambiado y se sorprendió de ello.

_ Dime. ¿Estás bien? - su voz lo volvió a la realidad.

_ Lo estoy. - dijo con voz ronca. Ella aún estaba encima de él. Soltó su rostro, pero lo abrazó con fuerza. Lo lastimaba, pero no le importó, era ella. Miró más allá y Nicolás los miraba serio.

_ Si no fuera porque estás en esas condiciones. -se acercó a ellos. _ serías hombre muerto. - nadie pone sus manos sobre mi esposa. - bromeó.

_ Es ella la que las tiene sobre mí. - se excusó.

Los tres rieron, era maravilloso estar de vuelta y aunque su cuerpo estaba herido e incapacitado sin poder hacer lo que quería, estaba libre y eso era lo que valía, él se recuperaría y luego iría a cumplir una promesa.

Recordó el último día que estuvo en ese lugar, cuando por fin había sometido a Rafael y con suma dificultad lo había arrastrado hasta ponerlo junto a la cama, en dónde él había pasado tanto tiempo, después de que estuvo arriba lo había encadenado, había rechazado la ayuda de Santiago y Nicolás, quería hacerlo solo, tenía que hacerlo por esas dos mujeres que el maldito había hecho sufrir, solo había permitido que lo ayudaran a ponerlo sobre la cama, y el privilegio de mandarlo al otro mundo se lo daba a Nicolás, porque ese infeliz, le había quitado la vida a su pequeño hijo en el vientre de su madre y por poco termina también con ella.

Recordó que luego, él fue llevado afuera, en donde lo revisaron recostado en una camilla, Justin había curado una vez más sus heridas, ningúna era de gravedad, ni la del brazo, ni la del pecho eran profundas, aunque si había habido perdida de sangre, la cual no había sido considerable, pero debido a su estado, le estaba pasando factura, se sentía débil y mareado, estaban a punto de llevarlo hasta donde los esperaban los helicópteros que lo llevarían a recibir atención médica, cuando recordó algo.

_ Entre los hombres que tienen retenidos quizás haya uno que no tiene por qué estar ahí. - había dicho. _ se llama Víctor.

_ Santiago miró hacia sus hombres que de inmediato se movilizaron, no tardaron mucho en regresar con Víctor, se veía un poco desestabilizado, además tenía las manos atadas a la espalda.

_ Desátenlo por favor. - pidió.

Los hombres no se movieron hasta que Santiago les dio la orden. Luego les indicó que se alejaran, él, Nicolás, Roberth y Justin, también lo hicieron dándoles privacidad.

_ Me da gusto que estés bien. -había dicho Víctor con sinceridad.

_ En parte es gracias a ti. - lo miró con agradecimiento. - nunca podré pagarte esto.

_ Ya lo hiciste. - dijo. _ en todo caso, soy yo el que nunca va a poder pagarte lo que hiciste por mí.

_ No lo hice para recibir algo a cambio. - dijo mirándolo con agradecimiento.

Al verlo lo había reconocido, ahora recordaba en donde se habían visto y los acontecimientos de ese día, era por eso que reconocía la voz pero no sabía de dónde, se habían visto solo unos momentos y habían hablado tan poco que ni siquiera había preguntado su nombre, en cambio Víctor debió reconocerlo porque trabajaban para el mismo hombre, él no conocía a todos los hombres de Pedro Carvajal, pero todos lo conocían a él, porque era uno de sus hombres de confianza y siempre estaba a su lado, o casi siempre.

_ Lo sé. - había dicho Víctor. _ pero ese día me salvaste la vida y la de mi familia, eso no tiene precio.

_ Entonces estamos a mano. - había dicho él.

_ No lo creo. - contestó. _ sigo en deuda contigo, si en algo te puedo ayudar dímelo.

_ En realidad me gustaría que hicieras algo. Quiero que investigues en donde está Fernanda, si es posible tráela contigo, si no, quiero saber en dónde se encuentra y yo mismo iré por ella

_ Lo haré, - dijo. _ no solo porque tú me lo pides, sino porque quiero hacerlo, es una gran mujer y merece estar bien.

_ Gracias. - había dicho él. _ no podía haber enviado a alguien mejor. _ yo no sé qué destino tenga, ahora voy al hospital, pero confío en ti.

Ambos se habían estrechado las manos. Confiaban uno en el otro.

Ahora, había despertado, según le dijeron llevaba dos días ahí, su recuperación no iba a ser rápida, ni sencilla, pero era segura, el médico que lo había atendido era amigo de los Moran y era uno de los buenos, cooperaría con él para que su estancia fuera mínima. Tenía que ponerse bien, lo entusiasmaba encontrarse de nuevo con Fernanda, quería agradecerle todo lo que había hecho por él y, sobre todo, quería tenerla a su lado, llevarla consigo a dónde el estuviera y llenarla de felicidad, esa vida de temor, dolor y sobresaltos tenía que quedar en el pasado, era improbable que ella se fijara en él como hombre, aunque él estaba seguro de lo que ya sentía por ella, sin embargo aceptaría lo que ella quisiera, el verla feliz sería su felicidad, ¿Qué más daba? Ya estaba acostumbrado a eso. A ver qué la gente que amaba, era feliz con alguien más, mientras él solo podía mirar desde lejos. Quizás fuera su destino, no solo lo decía por Verónica, aunque ella había sido su amor platónico desde siempre, había habido mujeres en su vida, dos de manera importante, había tratado de formar un hogar con ellas, cada una en su momento, pero ambas le habían pagado igual.

Tatiana, la primera, había resultado ser una interesada y aunque decía amarlo, lo había dejado por un amigo de Pedro Carvajal, otro líder criminal y aunque era viejo y de mal carácter, estaba forrado de dinero, además jamás sería su esposa, porque él ya tenía una, pero se conformaba con ser su amante, lo importante para ella eran los lujos y los privilegios que él le daba. La segunda, Liliana, también había durado un tiempo con él, hasta que se encontró a otro, al menos ella lo había hecho por amor, aunque dolía igual.

Sin embargo, para él ya todo quedaba en el pasado, ahora estaba en el presente y se avocaría hacia el futuro.

AMOR SIN CONDICIÓN No. 1️⃣1️⃣/SERIE: HOMBRES DE LA SIERRA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora