CAPÍTULO 47 IN FRAGANTI

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Era media mañana, Simón debería de estar trabajando, como lo hacía regularmente, pero era él, estaba segura, ella reconocía el sonido del motor de su camioneta, sobresaltada dejó lo que estaba haciendo y corrió hacia el exterior de la casa, pero no logró alcanzar la salida. Él ya estaba parado frente a ella, mirándola, se sintió insegura, en su prisa porque no la descubriera haciendo labores de limpieza, se había olvidado de quitarse los guantes.

_ ¿En dónde está María? - interrogó. Se veía molesto y esto la asustó, nunca desde que lo conocía le había hablado tan cortante.

_ En la cocina. - dijo casi en un susurro mientras intentaba deshacerse de los guantes con discreción.

_ ¡Acompáñame! - dijo tomando de sus manos, ese par de guantes que no sabía dónde esconder.

Con docilidad lo siguió, estaba asustada, ¿porque estaba tan molesto? ¿habría hecho algo mal? ¿era por ella? Probablemente sí, de lo contrario no la llevaría con él.

Entraron a la cocina,

_ ¡María! - se escuchó la voz fuerte y molesta de Simón.

María y las empleadas que le ayudaban en esos momentos pararon sus labores.

Ella se adelantó.

_ Quiero que me reúnas a todo el personal de la casa. ¡Ahora! Los espero en cinco minutos en el salón. No quiero que falte nadie. Salió llevando consigo a Fernanda.

*****
Simón estaba muy molesto, intencionalmente había llegado a esa hora, cuando nadie lo esperaba y tal como temía, Fernanda, su hermosa prometida se encontraba haciendo labores de limpieza, y no hubiera importado, porque ella misma le había rogado que la dejara participar de las labores del hogar, pero eso no tenía nada que ver con estar fregando baños y haciendo lo que nadie quería hacer y sabía que eso se lo debía al trío de arpías, que ya había estado vigilando. Lo había hecho desde antes de que Verónica lo alertara, solo que no había pedido aún los informes.  Cuando ella se lo comentó, fue la confirmación, así que no podía dejar pasar más tiempo.

_ Simón. - habló ella, una vez que estuvieron en el enorme salón. _ si hice algo mal, por favor perdóname. - dijo con nerviosismo. _ solo dime qué es y no lo vuelvo a hacer

Él la miró consternado y la abrazó. Lo que menos deseaba era hacerla sentir mal a ella.

_ Por supuesto que no hiciste nada malo, mi molestia no es contra ti, de eso puedes estar segura. - apretó su abrazo. _ Una vez te dije que estabas en tu casa y era verdad, pronto seremos esposos y literalmente esta casa es tuya, puedes hacer y deshacer en ella, puedes quitar y poner lo que tú quieras, puedes quedarte todo el día sin hacer nada, o puedes trabajar en ella, pero va a ser lo que tú quieras hacer, no lo que otros te impongan, tú eres la señora de la casa y nadie está por encima de ti, por el contrario, acostúmbrate, porque de ahora en adelante quien manda eres tú y todos deben obedecerte. Y no te apures. - dijo al sentirla tensa. _ no vas a tener que pelear con nadie, si tienes algún problema, el que sea, solo me dices y yo pondré orden, no tendrás que hacerlo tú.

Ella lo miró con sus increíbles ojos color miel, quizás sin entender a cabalidad lo que le estaba diciendo, la sostuvo entre sus brazos, levantó su rostro y la besó, un beso suave y ligero, pero suficiente para dejarlo sin aliento.

Ella quiso decir algo, pero no pudo, sus ojos cristalizados lo decían todo por ella. Él solo la abrazó de nuevo.

Ruido proveniente del exterior, hicieron que ella casi saltara de su lado, no podía dejar de compararla con un cervatillo asustado. Él no hizo el intento de abrazarla de nuevo, ni siquiera de tomarla de nuevo de la nano. Pero la mantuvo junto a él.

Uno a uno fueron llegando hasta tenerlos a todos.

_ ¿Falta alguien? - interrogó a María.

_ Son todos señor. - dijo nerviosa. Ella era la responsable de toda esa gente, sin embargo, él ocuparse de la cocina, le impedía estar atenta siempre a todo lo que hacían o pasaba con ellos.

_ ¡Bien! - dijo. _ están aquí reunidos porque tengo algunos asuntos que tratar con ustedes, el primero y este te va a alegrar a ti María. - la miró. _ es que he contratado más personal, incluida una nueva cocinera, te necesito a ti más atenta al personal y eso no quiere decir que no cocinarás, lo harás cuando quieras o cuando se te pida que lo hagas.

Miró como ella dejo escapar el aire aliviada, seguramente pensó que la reprendería por algo.

_ El segundo anuncio que tengo que hacer y el más importante. - dijo. _ es que me caso. - miró la cara de asombro de todos los presentes, asombro que luego dio paso a caras de alegría y algunas de decepción, era consciente de que no pocas empleadas suspiraban por él y que quizás alguna que otra, tenía verdaderas esperanzas de, algún día poder ocupar el lugar de la nueva señora de la casa. _ ¡y quiero presentarles a mi prometida! - dijo atrayendo a su lado a Fernanda.

Todos los miraron con asombro y luego con alegría, salvo tres rostros envidiosos que parecían querer asesinarla a ella.

_ Cometí un error. - continuó hablando, tomándola de la mano con firmeza. _ al no presentarla desde el primer momento y lamentablemente eso dio pie a qué algunas personas se creyeran con derecho a humillarla, desde ahora les digo, ella es mi prometida, desde ya, es la señora de esta casa y por ningún motivo tendría que estar haciendo las labores de ninguno de ustedes. - levantó los guantes que aún conservaba. _ esto, no es de ella, no le corresponde traerlos y no los volverá a usar, por el contrario, quien quiera que sea el dueño de esto, debería estar preocupado, porque si no permito que nadie se aproveche de otra persona, sea quien
sea, mucho menos lo voy a hacer con mi futura esposa.

Simón miró como los rostros de esas tres mujeres estaban pálidos, sabían lo que les esperaba y no pensaba tener compasión de ellas.

_ Fue ella quien se ofreció a ayudar. - se defendió una de ellas.

Las otras dos la miraron furiosas y horrorizadas, con su declaración las estaba descubriendo.

_ ¡Me importa un carajo si ella se ofreció! - exclamó furioso. _ el estar limpiando baños no es un trabajo para mi futura esposa y no porque no sea digno, simplemente porque no tiene por qué hacerlo cuando a ustedes se les paga por ello y como ya veo que están recibiendo un salario por el trabajo que otros realizan, me veo obligado a prescindir de sus servicios, es por eso que viene nuevo personal, porque ustedes se van.

_ No puede despedirnos por algo que no hicimos. - dijo la mujer con el rostro desencajado.

_ Es una ironía que sea precisamente por eso por lo que las estoy despidiendo, por algo que definitivamente no hicieron, sé que no es la primera vez.

_ Es nuestra palabra contra la de ella. - se aventuró a hablar la otra mujer.

_ Aún si ella mintiera, que no es el caso. - aclaró. _ estoy en todo mi derecho porque ustedes no están cumpliendo con el trato que tenemos y no están haciendo su trabajo.

_ Es un despido injustificado. - levantó la voz Valeria. _ conozco nuestros derechos. Fue ella quien quiso trabajar en la casa, todos tenemos asignados nuestros deberes y si ella quería hacer algo, forzosamente alguno de nosotros tenía que dejar que ella lo hiciera.

_Yo también conozco perfectamente sus derechos y los de todos aquí, así como sus deberes. - la encaró. _ sé que mi prometida pidió hacer algunas labores de la casa, pero no pidió que ustedes la usaran para deslindarse de sus obligaciones.

_ Pero, nosotros...

_ ¡No quiero escuchar más tonterías!- la interrumpió. _ ¡María! - llamó a su ama de llaves

Hola mis queridos lectores y lectoras, quiero agradecer el apoyo tan bonito que le han dado a mi historia, siempre había acostumbrado a responder a cada uno de sus comentarios, sin embargo, ahora se me dificulta, pero quiero que sepan que los leo todos y se los agradezco de corazón, cada uno me anima de especial manera. Les amo mucho y les agradeceré siempre por tomarse su tiempo de leer, votar y sobre todo comentar.

En el transcurso de hoy subiré el siguiente capítulo. Bendiciones a todos.

AMOR SIN CONDICIÓN No. 1️⃣1️⃣/SERIE: HOMBRES DE LA SIERRA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora