CAPÍTULO 2: LA CARTA

246 20 3
                                    

Me desperté por la luz que se filtraba por la ventana. Quería seguir durmiendo pero la luz no me lo permitía. Resignada me levanté de la cama y salí de la habitación. Caminé hasta el salón donde estaba segura que se encontraría mi padre. Por el camino di unos cuantos traspiés ya que aún me costaba abrir bien los ojos. Cuando llegue al salón lo primero que vi, como ya había deducido, fue a mi padre sentado en el sofá mientras bebía café.

— Buenos días papá —Saludé a mi padre mientras bostezaba.

—Buenos días Emma —respondió mi padre, mientras leía El Profeta.

Mi padre levantó la cabeza y se quedó mirándome fijamente. Como no sabía por qué lo hacía hice lo mismo. Él llevaba la misma ropa de siempre, todo de negro; su pelo parecía gransiento, aunque no fuera así, yo había pasado muchas veces la mano por su pelo y no entendía por qué parecía tan grasiento, la verdad era que es bastante suave; fijé la mirada en sus ojos, negros como la noche, que me transmitian tranquilidad y confianza.

Yo no era nada parecida a mi padre, en comparación de él, yo era pelirroja, de un color rojo como el fuego, y los ojos verdes. Aunque era normal que no me pareciera ya que soy adoptada. No se nada de mis padres biológicos, pero sé que no debo preguntar, ya que mi padre me dijo que cuando llegara el momento me contaría, pero hasta ese momento no debía saber nada y confío en el. La verdad es que tampoco me interesaba saber nada, con mi padre estaba más que feliz y no necesitaba a nadie más.

Ya llevábamos mirándonos más de un minuto y aún seguía sin saber por qué me miraba, por lo que me miré en el espejo que había cerca de mi. Tenía el pelo un poco desordonado e iba en pijama, pero no era nada del otro mundo, el me había visto miles de veces así.

—¿Que tanto miras papá? —exclamé ya harta de tanto silencio y tantas miradas, me mataba la curiosidad.

—Ay... Como supuse no sabes ni a qué dia estamos— suspiro mi padre exasperado.

—¿Que a qué día estamos hoy?¿A martes?¡No se!¿Que tiene que ver eso a que me mires así?—pregunté ya cansada de todo este misterio.

—Se ve que siempre vas a ser tan despistada, Emma, hoy es 31 de julio —explicó mi padre.

Espera, ¿31 de julio?¡Oh por Merlín es mi cumpleaños, cumplo 11 años!¿Cómo me he podido olvidar de algo así? Mi padre tiene razón, soy una despistada. ¡Espera! Si hoy es mi cumpleaños número 11 eso quiere decir que... O Merlín...

—¡¿Ha llegado ya la carta?! — exclamé, bueno, más bien grité.

—No, aún no — dijo tranquilo mi padre.

—¿Aún no?¿Y si no llega nunca?¿Y si resulta que no soy una bruja y nunca voy a Hogwarts? —dije rápidamente, dudo que mi padre me llegase a entender.

—Tranquilizate Emma, claro que eres una bruja, ¿o te tengo que recordar cuando volví de trabajar hace dos años y te encontré en el tejado de la casa, o cuando te enfadaste hace un año porque la poción no te salió bien y estallaron todos mis frascos? Además, de seguro la profesora McGonagall tiene muchas cosas que hacer y tarda más tiempo en enviarla —me tranquilizó mi padre. Es verdad, tenía que ser bruja si o si, ya había hecho magia aunque fuese por accidente, y de seguro solo se tardó la profesora McGonagall, debía ser eso seguro, mi padre sabe mucho de este tema ya que él es profesor en Hogwarts, profesor de pociones.

—Si es verdad, ya llegará.

Mi padre se levantó y me sirvió mi desayuno favorito, crepes con chocolate. Una vez termine de desayunar mi padre salió del salón y volvió al minuto con algo en las manos.

— Tu regalo Emma.

Me había olvidado de que era mi cumpleaños con el asunto de la carta. Corrí hacia el y cogí la caja que le estaba dando. Quite el papel que lo envolvía y abrí la caja.

Emma Potter y la Piedra Filosofal (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora