Placebo.

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Cada vez que ese hombre usa ese auto, lo hace para salir por la noche y regresar por la madrugada, lo cual es todo los jueves, horario de salida a las 10 pm, y de regreso exactamente a las 6.05 de la madrugada. Nunca le a dicho hacía dónde va, y Misaki tampoco pregunta, sería muy inconveniente ahondar en la vida del enigmático delta del cual no sabe ni su nombre porque esa fue la primera regla que le impuso para tener tratos con él. La opinión de Misaki es que es alguien muy cerrado y cuidadoso, parece que odia al mundo cada vez que habla en pocas y egoístas palabras. Quizá nadie entendería porqué está cerca de alguien así, contados con los dedos de las manos son aquellos que en realidad conocen a esa persona de aspecto eternamente joven, todo un "vampiro victoriano", pero Misaki tiene una gran razón, y es que esa persona está lo suficientemente loco, cómo para ir lejos en su favor.

Misaki se apresura hasta llegar al auto, se instala al costado cercano a la acera, tiene que esperar y cruzar sus dedos para que el hombre no esté tan enojado cómo piensa. La ventanilla del lado del conductor permanece cerrada, ésta se abre con suerte unos dos centímetros, el aroma a cedro fascina su nariz, el tono prusiano de sus ojos y los labios tan rojizos, son una mezcla que contrasta con la piel pálida que odia el sol.

-T..Tuve que hacerlo-

-¿Mereces subir?-La voz enigmática y llena de seducción le pone los pelos de punta, está enojado cómo pensó que estaría, no esperaba menos, no a tratado mucho con él, pero hay cosas que se pueden percibir sin mucho roce, y esa persona tiene un serio temperamento antipático, y no sólo con él.

-Yo.. Yo también tengo motivos para estar molesto-

-¿Mereces subir?-la pregunta es repetida sin paciencia, es cierto, al hombre no le gusta que le eviten la mirada cuando se dirige a ti, menos que no respondan directamente y sin rodeos.

-Mm.. S..Si.. Merezco subir-

-Sube, sin demora-

Misaki no lo piensa dos veces, con una es suficiente, se apresura al lado que corresponde al del acompañante, una mano enguantada le entrega un spray desinfectante, él sabe que hacer, lo esparce por sobre su ropa, se quita los zapatos para ponerlos en una bolsa de cierre hermético, protege sus pies con unas pantuflas cómodas, y así, al fin libre de germenes, se sube y se sienta, no juega con la paciencia ajena, así que es veloz en ponerse el cinturon de seguridad. En cuanto lo hace, el auto parte deslizándose sin estímulo alguno, es tan suave y reconfortante que parece flotar, la melodía también es la misma de siempre, el delta tiene una obsesiva necesidad de escucharla en el auto, quizá solo es parte del paquete de su psicopatía, sea lo que sea, a Misaki no le molesta, pero si le genera cierta incertidumbre porque quizá vaya a relacionar aquella melodía con esa persona a futuro, es cómo si la música y ese hombre fuesen de la mano, y aunque pasen los años, insertado en su cerebro, si escucha "Cello suite N°1", entonces ahí va a estar ese personaje misterioso en sus pensamientos, es cómo el antónimo a la terapia de ludovico, entonces no es aversión, es nostalgia lo que se trabaja en su mente.

Misaki suspira intentando relajarse aunque eso no es posible, Nowaki tiene razón, no existe el futuro, nadie puede asegurarlo, solo intentar alcanzarlo con la punta de los dedos. Ver a Akihiko rasguñando con tantas ganas la muerte rompió su corazón recién cicatrizando, se lleva con él esos ojos lila hundidos y negros de amargura, el aspecto fúnebre y miserable no es algo con lo que esperó encontrarse, Usami Akihiko es su destinado, y aunque no va a regresar a su lado cómo un amante, ese alfa siempre tirará de su alma y de su afecto hasta sentirlo tirante y asfixiante. En cuanto a Nowaki.. Quisiera encontrar respuesta a ese beso consensuado, solo fueron segundos, pero eso no le quita la relevancia y las mariposas que no debe sentir. Tal cómo en el pasado.

-Respira con suavidad-la voz del hombre interrumpió cualquier pensamiento.

-¿Que?-

-Tu respiración compite salvajemente con la de un porcino alimentándose, me dificulta apreciar el momento, no permites que disfrute el viaje-

Fragilidad. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora