Capitulo 28

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Día seis en Lima, Ohio.
26 de diciembre, día de su aniversario, y último de su viaje.

Las brittana pasaron toda la noche amándose y demostrándose cuánto sus cuerpos se habían extrañado.

Ninguna de las dos se arrepentía de lo sucedido, pero si eran conscientes de lo rara que sería la situación ahora para ambas.

—San...— murmuró Britt con los ojos cerrados, mientras acariciaba los brazos que la abrazaban— Está sonando tu celular.

—Hmm, que suene— contestó aferrándose más a la rubia— Debe ser alguno de los chicos.

Ante el gruñido de queja que soltó Britt, Santana rió y quiso moverse para apagar la llamada, pero en el momento que lo intentó, la rubia sostuvo su brazo contra ella.

—No— murmuró.

—¿Britt, queres que la apague o no?— rió.

—Está bien— respondió soltando a la latina, quien puso el celular en silencio y rápidamente volvió a abrazar a Britt.

—Buen día, hermosa mía— susurró Santana en el oído de la rubia para luego dejarle un beso en su hombro desnudo. Brittany sonrió, y giró su cabeza para besarla.

—Buen día, mi reina. ¿Cómo dormiste?

—Dormir dormí poco, ya que una muy hermosa rubia no me dejó hacerlo— dijo mientras se acercaba a besarla— Feliz aniversario.

—Feliz aniversario— sonrió la rubia, y luego de darle un último beso a Santana, se incorporó en la cama y buscó algo en su mesa de luz— Se que nuestra situación es rara, pero no quería dejar pasar el hecho de regalarte algo— le extendió la cajita del delicado collar.

Santana la miró con los ojos llenos de emoción y tomó la caja en sus manos, pero al abrirlo estalló en carcajadas.

—¿Donde está mi campera? la que tenía ayer a la noche— dijo rápidamente al ver la cara de confusión de Britt.

—No sé...

—¡Bingo!— dijo dejando la cajita suavemente en la cama y se dirigió a agarrar la campera, de la cual sacó una caja bastante parecida.

—¿San?— preguntó la rubia viendo a la latina sentándose nuevamente en la cama, conteniendo una carcajada.

—Antes que nada, gracias por el regalo. Es precioso, y me encantó— se acercó para besarla y luego volvió a reír.

—¿Que es tan gracioso?— alzó una ceja.

—Esto— le extendió la caja— Me parece que tuvimos la misma idea.

—¡No!— rió Britt mientras la abría— No puedo creerlo.

—Yo tampoco— siguió riendo— Pero por lo mejor elegimos distintas fotos.

—Gracias, cariño— sonrió Britt dulcemente y la besó.

—Aprovechando que en un rato nos vamos para Nueva York ¿queres que a la noche vayamos a cenar a nuestro lugar?

—Me encantaría— volvió a sonreír. Luego empujó suavemente a Santana para que se acueste en la cama y la acorraló entre sus brazos— Pero hablando de cenar, tengo hambre ahora... y no específicamente de comida— le susurró en su oído, seguido de un pequeño mordisco en la oreja.

—Mi dios— murmuró Santana antes de que se le escape un gemido cuando la mano de su esposa recorrió todo su cuerpo.

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No me dejes- brittanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora