Capítulo 2

602 67 0
                                    

31 noches antes

Me despierto agitada y empiezo a llorar como una loca.
Los ojos grises de ayer me atormentan.
Y eso no es lo que yo quería conseguir al mudarme.

Miro la hora en la mesilla y me fijo que son las 3 de la mañana.
Buena hora para despertarme, es que vamos, perfectísima. La supuesta hora del diablo y yo despierta por aquellos ojos grises.

Me seco las lágrimas y me asomo al balcón, está todo oscuro excepto las estrellas y la luna.


Mi habitación da directamente al bosque del pueblo y, aunque sea muy oscuro y no llegue la luz de las farolas, hay algo que me desconcierta de él.

Me quedo mirando por unos instantes al bosque. Es precioso a pesar de la oscuridad.


Hace demasiado calor, y normal, estamos en verano.
Me volví a tumbar a en la cama, y por muchas vueltas que le di a mi cama, por muchas posturas en las que me ponía, no lograba estar cómoda.

Decidí levantarme y ponerme algo de ropa que no fuera el pijama. A tientas en la oscuridad, de mi armario cojo unos pantalones vaqueros cortos y una camiseta de tirantes, me cambio rápidamente y agarro mi móvil poniéndomelo en el bolsillo de detrás del pantalón y cogí un bolso blanco donde hay un monedero, mis cascos y un libro junto con una libreta.

Empiezo a bajar las escaleras lo más cuidadosa que puedo y al llegar a la entrada de la casa cojo mis deportivas, las llaves y mi querido skate.


Cierro la puerta detrás mía y me siento en las escaleras para ponerme las deportivas blancas.
Me pongo música a todo volumen y empiezo a patinar con el skate calle abajo.

Ayer de lo cansada que estaba no fui capaz de levantarme de la cama, y ahora que siento el aire fresco, me relajé.

Llegué hasta un skatepark donde había mucho alboroto y, como soy muy curiosa, me acerqué.


Cuando me iba acercando me empecé a fijar en que estaban todos los presentes en un círculo y abucheando, miro hacia donde están abucheando todos y me fijo que hay dos chicos peleándose, uno era rubio y el otro castaño, el primer nombrado tiene sangre goteando de la nariz y de la boca mientras que el otro está casi intacto.


El castaño le pegó un fuerte golpe en la cabeza haciendo que el otro se cayera dándose muy fuerte en la cabeza.

—¡Eso es para que aprendas! — gritó el castaño y el chico sonrió como un psicópata.

No puedo seguir mirando ya que me está empezando a dar un fuerte dolor de cabeza, el chico castaño se me quedó mirando fijamente, y al ver el arma que sostenía un pelinegro, me di media vuelta y me fui alejando de ese lugar. Que me miren fijamente me da escalofríos y si le sumas el ver aquella arma mi instinto me dijo que me alejara antes de ser cómplice de cualquier cosa.


Fui a guardar los cascos y me doy cuenta que no llevo la bolsa, doy nuevamente media vuelta para ver si me dejé la bolsa donde creo que la dejé.

Y para mi mala suerte si fue así. Me dirigí a pasos rápidos a mi bolsa y la agarré.
Cuando me disponía a alejarme definitivamente de este lugar escucho un tiro y segundos después un grito de dolor, al oír eso me quedo paralizada. Al reaccionar y seguir andando escucho un fuerte grito.

— ¡Rubia será mejor que no te vayas! — lo ignoré, pero sentí una mano tocar mi hombro derecho haciendo que pegara un salto — No te lo volveré a decir, será mejor que no te vayas. — Me di la vuelta y vi al mismo chico pelinegro.

— ¿Y se puede saber por qué no?

— Corres peligro si te vas sola, pero como tú quieras, solo trato de ayudarte. Solo recuerda que ellos buscan a adolescentes solos por las calles, y si son chicas, mucho más riesgo se corre.

— Aja. — De un momento a otro me dio un mareo y me agarré a ese chico.

— ¿Estás bien?

— Si... Solo necesito sentarme — Me alejé de él a paso rápido y me senté en el césped, dejando mis cosas a los lados.

Estuve por un tiempo sola y la verdad lo agradecí ya que no quería socializar, no sé en qué momento se me ocurrió quedarme aquí.


Logré escuchar a unos chicos decir que el chico que pegaron acababa de morir, y eso me puso la piel de gallina.

Estaba mirando al cielo estrellado hasta que de pronto sentí un líquido caerme en el pecho.

— ¿Qué cojones? — Solté muy enfadada y al levantar la cabeza veo a un chico castaño.

— No llames tanto la atención, no sería nada bueno.

—¡Pero si me acabas de tirar — me miró la camiseta de tirantes — no sé qué mierda y quieres que no llame la atención! — empecé a subir el tono de voz.

— Cállate — dijo el chico tapándome la boca para no hablar — Empiezas a llamar menos la atención o estarás en problemas. — Me susurró en el oído haciendo que me diera un escalofrío después de que su respiración chocara contra mi cuello.

— Dame una razón.

— No tienes que saber nada. Sólo sobre la leyenda.

— ¿Qué leyenda?

— Así que no la sabes... Entonces eres nueva. Mira, no te puedo explicar mucho, pero es sobre una leyenda que se les cuenta a los niños pequeños para cuidarlos y esta dice que a partir de las 11 de la noche los grises salen a buscar a sus víctimas. Debes de irte ya, antes de que descubran que eres nueva y estás sola.

— Que gracioso, ¿Por una leyenda me estás mandando a casa?

— Exacto, es más, te voy a llevar yo mismo, así que empieza a andar.

No sé cómo, pero me puse a andar dirección a mi casa con mis cosas en la mano.
Íbamos por las calles oscuras sin decir palabra alguna, incómodos. Y me sentía observada pero no le di mucha importancia.


Al cruzar la esquina, llegando así a mi casa, me di cuenta que no estaba mal lo que sentía. Ya que al lado del muro de la casa de enfrente vi unos ojos grises acechándome.

No me despedí ni nada por el estilo y entré en mi casa. Miré la hora y vi que eran las 5 de la mañana.

Tal como iba me volví a tumbar en la cama y me dormí. 

 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Ojos GrisesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora