Capítulo 25

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Por la migraña que me había provocado, supongo que por el agobio que tengo encima, un dolor tan fuerte de cabeza, que me tomé una pastilla y empecé a dormir.

Siempre dicen que nunca se sabe cómo de cansado estas, hasta que te tomas una pastilla y sientes como te relajas, y eso es muy real, ya que me paso exactamente eso.

Creo que de verdad estaba muy cansada, ya que cuando me empezó a dar la migraña, serian sobre las 11 de la mañana, y ahora mismo parecen mínimo las 7 de la tarde o al menos eso es lo que sentía mi cuerpo.

Nada más abrir los ojos, noto que, a mi derecha, está el pelinegro de Ángel dándome una leve sonrisa.

—Hasta que por fin despiertas princesa.

—Bueno.

—Hey, ¿qué sucede contigo?

—Nada, ¿por qué?

—Llevas sin querer hablarme desde hace una semana, tuve que aprovechar que estabas durmiendo para entrar.

—Pues has hecho muy mal Ángel, no deberías de haber hecho eso y mucho más teniendo en cuenta que estaba dormida —me incorporo sentándome en la cama y el me da una sonrisa pícara.

—Yo creo que no, ya que ahora estamos hablando, y te estoy viendo con una de mis camisas.

Al escuchar aquello miro directamente a mi cuerpo, es cierto que hoy me dieron ropa que no era mía, pero me debía de cambiar y pensé que sería buena idea hacerlo, pero fue un grave error, ya que al menos esta camisa, era de Ángel.

Le saco el dedo corazón y el solo me contesta con una carcajada demasiado molesta.

—¿Te puedes callar de una maldita vez?

—Que borde acabas de ser —él iba a seguir rechistando, pero me vio con mala cara y cambio su expresión.

—No me mires así, es molesto.

—Pero Ángela, ¿qué te sucede? Estas muy insoportable.

—Si estoy tan insoportable será mejor que te vayas, así no me deberás de aguantar. —Intente sonar calmada, pero fue todo lo contrario a lo que quería.

—Vale no estas bien, y para tu mala suerte, me importas, asique, dime que es lo que te atormenta.

—No te diré nada —Ángel levanta las dos cejas muy exageradamente al darse cuenta, que no diré nada, parece que cambia la táctica, pero esta es más cercana.

—¿Por qué no puedes decir nada? —en cuanto termina la frase me coge un mechón de pelo y me lo pone detrás de la oreja, acto que me pone nerviosa y juraría que en cualquier momento se me saldría el corazón, no entiendo que hace tan cerca, pero tampoco fui capaz de apartarle.

—Porque no sé si puedo confiar en ti, literalmente me dijiste hace una semana que ya sabíais que vendría al pueblo y no me lo dijiste al ver que nuestra relación avanzaba —las lágrimas se me estaban empezando a acumular en los ojos y seguramente en cualquier momento empezaría a llorar.

—¿Cuál relación? Porque nos hayamos besado un par de veces no significa que estemos juntos —me derrumbe en ese mismo instante, me aleje muy bruscamente de él y se me empezaron a salir algunas lágrimas — Hey no llores.

—Ni te acerques imbécil.

—Tampoco hace falta insultar enana.

—¿Por qué narices me llamas así?

—Ya veo que no lo recuerdas —me volví a acercar unos pocos centímetros a él y lo vi suspirar — Se quién eres porque de niños éramos amigos, esta era tu habitación, siempre veníamos aquí a jugar, hasta que te tuviste que mudar, estuve años sin saber de ti, hasta que me dijo tu tío que vendríais al pueblo y que me tendría que acercar a ti para cuidarte.

Me quede congelada, conocía a Ángel y ni siquiera me acordaba, por eso siempre estaba preocupado por mí.

Seguía sin hablar, y al pelinegro parecía hacerle gracia.

—¿De qué te Ries?

—De ti —al mirarle muy confundida, el siguió hablando — No me mires así, es por algo bueno. Vale, no te lo dije con mucho tacto, te debería haber contado la verdad, pero por favor, créeme y dame una oportunidad.

—¿Oportunidad?

—Si, ya sabes, de que confíes más en mi —y me acaban de mandar a la mismísima mierda con eso, el solo quiere que confíe en él, asique, solo asentí con una leve sonrisa — A y también para poder hacer esto más seguido —no me dio tiempo a reaccionar, cuando él ya me estaba besando. 

 

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