Capítulo 20

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— Haber si te enteras Ángela, tú eres esa niña, lo que te tenía que contar sobre tu familia era eso.

Quedarme sin aliento sería poco comparado con cómo me siento ahora, no sé si entendí bien la historia o no, pero lo que tengo claro es que, estoy en problemas.
No soy capaz de decir ni siquiera "vale" porque siento que a la mínima que hable, me derrumbare y no lo puedo hacer, no puedo desvanecerá delante de mi tío, no después de que me contara que una reina está en depresión, por algo que no logró entender.
Los de mi raza fuimos creados para destruir, y eso es lo que tengo planeado hacer.

Me hice la dormida, e Izan no tuvo de otra que irse.
Como de pequeña, siempre me gusto contar los minutos, conté alrededor de casi 10 minutos, y al ver que nadie venia, decidí levantarme de la cama, lo malo es que, como en las películas de terror, la cama chirrió.

Empiezo a andar de puntillas hasta la puerta y salgo de la habitación y mientras ando por el pasillo empiezo a escuchar unas voces que conozco muy bien desde hace al menos, 1 mes.
Decido acercarme a la puerta de donde provienen los "gritos", lo curioso es que son gritos muy bajitos, y que apenas puedo escuchar.

— ¿Chicos? — en cuanto abro la puerta, veo como los 3 dan un respingo y juraría que un poco más y Daniel acaba en el techo como un gatito, con solo darme cuenta de mis ocurrencias y de cómo los sorprendí me empecé a reír.

— Mira si es la Barbie, yo que pensaba que era una cerdita.

— ¡Daniel!

— Uff definitivamente, eres Barbie — le saque el dedo corazón y se empezó a reír bastante fuerte, mientras tanto Ángel se levantó del sofá en el que estaba sentado, y se acerca a mí.

— ¿Ángela que te pasa? — murmuro Ángel nada más llegar a mi lado y agarrarme de la mano.

— Nada ¿Por qué? — nos miramos fijamente a los ojos.

— Tu cara dice todo lo contrario.

— Puede ser porque me acabo de enteras de que los ojo-gris originalmente se crearon para que los "privilegiados" de este universo pudieran ganar una guerra contra los esclavos, los cuales ganan por mayoría.

— ¿De dónde escuchaste eso? Esa es la mayor tontería que he escuchado nunca.

— Me lo dijo mi tío, se toda la verdad.

— ¿A si? ¿De qué verdad hablas? — hablo esta vez Vanesa.

— Hablo de la verdad, de que los ojo-gris somos más fuertes, porque así nos crearon, nos crearon para destruir.

— Si es así, ¿por qué no lo sabíamos nosotros? — el tono de voz de Vanesa me sorprendió, ella hablaba muy asqueada por la situación, o al menos eso me dio a entender.

— Por qué creo que hay dos versiones del cuento, el de este universo, y el que se fueron creando con los años los grises. — soné muy segura de mí misma, pero es eso, o ellos me están mintiendo y saben más de lo que quieren decir.

— Puede ser, pero exactamente que descubriste.

Empiezo a contarles detalladamente todo lo que mi tío Izan me dijo, la parte en la que mis padres me ocultan en la Tierra no les sorprendió mucho.
Cosa que me confundió aún más, ¿cómo narices no se sorprenden?

— ¿Por qué no estáis nada sorprendidos?

— Porque eso ya lo sabíamos. Sabemos todo desde hace meses.

— ¿Qué? — miro a Ángel con la esperanza de que lo desmintiera.

— Si princesa, lo sabemos desde hace tiempo, sabíamos que vendrías.

— ¿Es broma verdad? —lagrimas acechaban con salir de un momento a otro, estaba segura.

— No, no lo es, lo lamento.

Mi respiración se empieza a agitar, un dolor en el pecho empieza a aparecer, sin ni siquiera darme cuenta a reaccionar, empiezo a correr por todo el pasillo, no sé ni siquiera en qué momento abrí la puerta para salir de aquella habitación, pero de lo que estoy segura, es de que no pienso parar de correr, necesito alejarme lo máximo posible de ellos.
Como era normal, al tener las lágrimas en los dos ojos, sin dejar de brotar, veía borroso, y todo me empeoró cuando me choqué con algo, o alguien, me caí de espaldas, y me habría gustado que me dolió ese golpe, pero me duele más la decepción de que ellos, de que Ángel supiera toda la verdad, y no fuera capaz de decirme la.

— Princesa, ¿qué hace aquí? No puede estar por esta zona del Palacio — sorprendida levanto la cabeza y veo a una señora, de cabello blanco, con alguna que otra arruga, mirándome algo preocupada.

— ¿Dijiste princesa?

— ¿Dijiste princesa?

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