Capítulo 15

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Narra Ángel

Intentamos hacerle caso a Vanesa, pero se nos hizo muy difícil, ninguno sabía por qué deberíamos ir con la superiora.
Ángela, desde que escuchó su nombre, empezó a temblar.

—Pero, ¿se refiere se refiere a nosotros? — La voz de Ángela me sorprende, ya que no me esperaba que fuera a hablar, y mucho menos su tono, su voz es distinta a la de todos los días, al igual que todo su cuerpo, su voz tiembla.

—Sí, todos tenemos distintos nombres, se parezcan o no, son algo diferentes.

—Será mejor que dejemos esta charla para más tarde, si tardamos más estaremos en problemas.

Ángela al escuchar aquello, se pone tensa.
Después de muchos intentos de Vanesa para que nos acercamos, nos consigue mover.
Podría haber salido hacia la jefa desde un principio, en cuanto había pronunciado mi nombre. Pero en cuanto vi la cara de terror que puso mi princesa tampoco no me atreví a alejarme de ella.
Llevo dándole la mano todo el camino, y aunque me gusta que estemos así, me habría gustado más que hubiera sido en otras circunstancias, y no en estas, donde ella se muere del miedo.
Casi todos los grises empezaron a gritar en el momento en el que nos vieron ir, alguno que otro le gritaba barbaridades a la chica, pero mi paciencia se acaba de ir.

—¡Rubia, que buena estás! ¿Quieres ir a mi cama? Nos lo pasaremos genial, te lo aseguro. —Me giro bruscamente y localizo al imbécil que lo dijo, y cómo no, es Enrique.

—Retira eso si no quieres que te parta la cara ahora mismo.

—¿Tú me vas a partir la cara? Ja, como si pudieras. — No me lo pienso dos veces cuando ya estoy rodeándole el cuello con mis manos

—Ángel, será mejor que le sueltes, o sino a tu amada le cortamos el cuello. — Al escuchar aquello me doy la vuelta. Sin dejar de ahogarle, vi cómo Víctor, uno de los amigos de Enrique, tenía un cuchillo en el cuello de Ángela, miro a Vanesa y veo cómo agacha la cabeza.

—Vanesa, ayúdala, ¿a qué esperas?

—Lo siento Ángel, pero Víctor tiene razón, suéltale, y soltaran a Ángela.

Poco a poco suelto al mal nacido de Enrique, él nada más soltarle se aparta, esperé que soltaran a Ángela, pero no lo hicieron, me empecé a molestar, ya que yo cumplí con soltándole, y Víctor aún no ha soltado a la rubita.

—¿A que esperas para soltarla?

—A que dé la orden Enrique.

—Venga suéltala, pero, antes que nada, déjale un recuerdo, ya que tengo el cuello morado. —Lo que ocurrió no lo vi venir, cuando habían clavado un poco el cuchillo en uno de los lados del cuello, exactamente en el lado izquierdo, la sueltan y voy corriendo a su lado.

—Serán imbéciles, ¿estás bien? — Vi cómo se le caían lágrimas y se las sequé lo más rápido que pude.

—Sí, solo vamos con esa señora.

Lo único que me queda es asentir, empezamos a caminar, y en cuanto llegamos, para nuestra mala suerte, nos da una cálida bienvenida a todos, dándonos un abrazo uno por uno, hasta que se centra en Ángela.

—Nunca te vi por aquí, tu debes de ser Ángela, ¿cierto?

—Sí, soy yo.

—¿Cuánto llevas en el pueblo?

—Lleva un mes. —Al responder por ella, Lucía me mira fijamente.

—Por lo que veo, te hiciste muy amiga de Ángel, solo espero que no te acabe matando, como al pobre chico que matasteis a principios de mes.

—Sí, y ahora, cambiando de tema. ¿Por qué nos llamaste a nosotros? — Esta vez habló Lucas, que, para sorpresa de todos, ya estaba en nuestro lado.

—Sois los mejores de los grises de adolescentes, entonces, como sé que lleva poco tiempo en el pueblo Ángela, lo más probable es que no sepa torturar como se debe, ya que sus padres no le han podido enseñar como se debe, ya que están muertos.

—¿Cómo lo supiste? —hablo en un murmuro Ángela, se la ve en sus ojos que esta confundida.

—Pronto lo descubrirás. Ahora, Mónica y Lucas, llevadlos a mi mansión.

 Ahora, Mónica y Lucas, llevadlos a mi mansión

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