Capítulo 9

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— Pero, ¿cómo es eso posible?

— Sencillo, o tu madre o tu padre era uno de los grises, y aún sabiendo que eso estaba prohibido, te engendró. — Soltó tan directo como siempre el maldito Daniel.

— ¿Prohibido?

— Si, no estamos seguros del porqué, pero tener hijos con un humano está prohibido.

— Ahora lo que debemos de saber es, ¿a quién mataste, Ángela?

— ¿Por qué das por hecho que maté a alguien?

— Has activado la maldición.

— Y vuelvo a decir, ¿Por qué lo das por hecho?

— Los mareos, el ver borroso y el desmayo son síntomas que provoca la maldición, y sobre todo cuando estás dentro del sitio donde nos reunimos.

— Ahora que lo pienso, mi madre antes de morir me dijo que le contara todo a mi tío y que él sabría decirme la verdad.

— ¿Por qué cambias de tema? Estamos hablando de que eres una ojo-gris y queremos saber a quién has matado, y vienes con esas.

— Déjalo Daniel, tarde o temprano nos tendrá que decir a quien mató y la razón, ahora volviendo a lo que dijiste sobre tu madre.

— Sí sí, ¿cómo es que murió? Esa fue su muerte, seguro.

— Puede ser.

— Es que conociendo cómo de sangrientos son los ojo-gris, seguro que mató a su madre.

— ¡Callaos! ¡Yo no maté a mi madre, joder!

— ¿Entonces qué la pasó?

— Tenía 5 años, era de noche y escuché unos ruidos, asustada, bajé con mi madre y padre, no me creyeron y cuando volvía a mi cuarto se abrió de golpe la puerta, dos señores encapuchados entraron en la casa y dispararon a los dos, murieron a los minutos.

— Ohh lo siento mucho linda — me dio unos aprietos en el hombro Vanesa, y yo cerré los ojos.

— ¿Tenían enemigos para que los mataran?

— No tengo la menor idea.

— Si tú eres una ojo-gris... Entonces puede que alguien se enterara y fuera a vengarse de tus padres, por haberte tenido.

— Eso sería muy cruel de su parte.

— Los podrían haber torturado, ya te digo yo que, si los grises de verdad hubiesen querido ser crueles, ellos seguirían vivos, pero estarían siendo torturados.

— Cambiemos de tema mejor, su cara de desagrado, por mucha gracia que me de, sé que acabaremos en pelea otra vez, y no me gustaría pegarla otra paliza ahora mismo.

— Tu siempre tan amable Daniel.

— Claro que sí Angelito.

— ¿Dónde estamos?

— En mi casa. — Abrí lo máximo que pude los ojos, ¿cómo es que estoy en casa de Ángel?

— ¿Cómo es que estoy en tu casa?

— Necesitabas estar lo más alejada que pudieras del bosque, y decidí traerte aquí.

— ¿Y mi padre?

— ¿Tu padre no había muerto?

— Perdón, pero es la costumbre. El señor con el que vivo es mi tío, me fui a vivir con él cuando ocurrió todo y, bueno, como dije, tengo la costumbre de decir que es mi padre.

— Bueno, volviendo al tema, a tu tío le hicimos creer que éramos tus nuevos amigos y que nos iríamos unos días de acampada, te habías quedado dormida en casa de Vanesa e íbamos Daniel y yo a contarle eso.

— ¿Pero él está bien?

— Sí. 

 

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