Capítulo 3

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Encuentros fortuitos

Antonella

—¡¿Qué?!

Esa fue la respuesta de mis mejores amigos cuando les conté que mi jefe es el mismo cretino con el que tuve una pequeña discusión ayer.

Ya Eric le había ido con el chisme a Ivy, así que ella estaba más que informada.

No les quise decir que sentí la gran polla de mi jefe en mi trasero. En primera, porque me avergüenza un poco tener que decirles eso, y en segunda, porque Ivy es la persona más indiscreta que conozco.

Justo ahora estamos en la cocina esperando a que Eric termine de hacer la salsa que le agregaremos a los espaguetis. Mi amigo es un experto en la cocina. Yo sin embargo....

—Tenemos que ir al club nuevo que abrieron a celebrar que tienes trabajo —dice con entusiasmo Ivy.

—Ivanka, tu buscas cualquier excusa para salir a beber —le responde Eric, provocando una pequeña sonrisa en mí y una cara de fastidio en Ivy.

—No. Me. Digas. Ivanka. —puntualiza.

Ella detesta su nombre. A mí me parece muy bonito.

Eric rueda los ojos. Apaga el fogón y toma tres platos para servirnos la cena.

—Pues yo estoy de acuerdo con Ivy —comento unos minutos después de que nos sentamos a comer —. Tengo ganas de salir y nada mejor que un club recién abierto.

La rubia choca las manos conmigo y Eric refunfuña.

—De acuerdo, pero no beban mucho porque después yo soy él que tiene que encargarse de que no se vomiten encima —soltamos una risa, causando que él arrugue la frente.

—Anda, Eric, no seas gruñón —habla Ivy con su usual tono relajado —. Haber si te consigues una buena polla y quitas esa cara de culo que traes últimamente.

Y ahí está el hermoso vocabulario de mi amiga.

Eric pone los ojos en blanco por segunda vez desde que estoy aquí. Normal cuando Ivy está cerca de él.

—Tienes el vocabulario de una camionera, Ivanka —comenta, haciendo énfasis en el nombre.

Decido, rápidamente, cambiar el tema para evitar una pelea entre estos dos.

—¿Como se llama el nuevo club al que iremos? —obviamente ambos se dan cuenta de mis intenciones, pero me siguen la corriente.

—Creo que se llama Andrómeda —responde ella —. Según mis contactos, es súper exclusivo. Para poder entrar tienes que comprar unos tickets con antelación —nos informa y yo le dedico una mirada a Eric.

Ivy se da cuenta.

—Tranquilos que un amigo de mi padre le regaló tres y como ni él ni mi madre van a esos lugares me los dió a mí —concluye con una sonrisa en la cara.

Damos por terminada la conversación y nos dedicamos a cenar en un cómodo silencio.

Una vez que acabamos de comer nos acomodamos en la sala. Eric está sentado en el sofá junto a Ivy y yo estoy en la alfombra con la espalda apoyada en las piernas de ella, mientras que me acaricia el cabello.

Ivanka Scott es mi amiga desde que ambas teníamos siete años. Recién me acababa de mudar a Miami cuando la conocí. Su abuela era mi vecina y ella se pasaba la mayor parte del tiempo en su casa debido a que sus padres viajaban mucho a causa de sus trabajos.

Tatiana, su abuela, nos dió la bienvenida al vecindario a mi madre y a mí con un plato repleto de galletas de chocolate. Detrás de ella, venía una niña rubia de ojos azules que desbordaba alegría por doquier. Todo lo opuesto a mí. En esa época yo estaba pasando por una etapa bastante dura para una niña, ni siquiera hablaba, aún después de que había pasado un año de la tragedia.

Dulce TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora