Extra 1

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Happy Family

Antonella

El bullicio en las gradas acompañan mis gritos de mamá orgullosa.

-¡Eso es, cariño! ¡Muestrales cómo se hace!

A mí lado Hayley hace un mueca de fastidio.

-Solo lo estás avergonzando, mamá -mantiene sus ojos en la pantalla del móvil.

-Lo estoy animando -le corrijo -. Y suelta ese aparato. Tu hermano está jugando un partido importante.

Bufa.

-Es una tonta competencia entre adolescentes sudorosos.

-Y Aiden se encuentra entre esos adolescentes sudorosos -recalco.

-Con más razón lo digo -arruga su nariz -. ¡Además yo no quería venir!

Ignoro su quejido. A mi izquierda veo a Ian llegar con las palomitas y los refrescos, y junto a él mi otro pequeño; Isaac, quien está comiéndose unas papas fritas ajeno a todo.

-Es la última vez que hago esto -suelta el otro quejica. De tal palo tal astilla -. Había una cola infernal e Isaac no dejaba de reclamar de que se perdería el partido.

-Es que dejó que se colaran tres personas -exclama el susodicho insultado.

Su padre lo mira con la frente fruncida, y antes de que hable, lo interrumpo, evitando otra discusión tonta.

-Solo siéntense y presten atención. Están a punto de ganar -sonrío emocionada.

-¿De ganar? Pero si no han anotado ni uno -resopla la pesada de mi hija.

-¡Pero están al hacerlo! -chillo.

Antes de que comenzara el juego Aiden me confesó que tenía miedo a perder y quedar mal con su equipo. El miedo al fracaso es común en chicos de su edad que creen que son hombres y no recuerdan que tienen toda una vida por delante para ser exitosos. Así que, como la mamá oso que soy, no quiero que mi bebé se decepcione de sí mismo con tan solo dieciséis años.

-¡Vamos, Aiden! ¡Tú puedes! -lo apoya su hermano, animandome otra vez a gritar su nombre como loca.

Ian se ríe mientras que Hayley aparta la cabeza por escasos minutos de su celular. Desde aquí puedo ver el cuerpo atlético de mi chico moverse por toda la cancha a gran velocidad, guiando el balón hacia la portería.

-¡Eso, Aiden! -grito y salto emocionada.

Los estudiantes y profesores de su colegio comienzan a exaltarse también, a la vez que los narradores mencionan el nombre de mi hijo con entusiasmo. Aiden esquiva a dos jugadores del equipo contrario y en un rápido movimiento lanza la pelota, metiendo un tremendo golazo.

-¡GOOOOOOOOOOOOOOL! -gritan a través de los altavoces.

Las gradas estallan, yo me lanzo a los brazos de Ian chillando de felicidad e incluso Hayley se anima, dando saltos con Isaac. Aiden corre hacia su equipo y nos busca con la vista, lanzandome un beso cuando lo saludo con la mano.

-¡Ese es mi hijo! -exclamo orgullosa hacia la gente que me miran raro.

En pocos minutos el partido termina, quedando como ganador el equipo local. Salimos del estadio y esperamos frente del auto a que Aiden salga. Isaac no deja de parlotear sobre el gol que metió su hermano, sacándome una sonrisa de ternura. Él admira mucho a Aiden, y es un sentimiento recíproco con este último. A diferencia de mi hija que no hace más que pelear con todo el mundo. Tengo la esperanza de que se deba a que los trece es una edad difícil.

Dulce TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora