Capítulo 22

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La conversación escrita en letra cursiva (en esta letra) se desarrolla en el idioma ruso. ¡Disfruten la lectura!

***


Pajarito

Caleb

Mis manos pican ansiosas, mientras que doy largos pasos en dirección al almacén de mi propiedad. La noche se encuentra fría y pequeñas gotas comienzan a caer. Desde que desperté y vi el tétrico clima, supe que hoy sería un gran día. Al fin la tendría en mi poder.

Sin borrar la sonrisa, me adentro en el lugar. Hay poca iluminación y la humedad en las paredes le da un aspecto tenebroso. No disminuyo mi ritmo hasta que llego al centro, donde se encuentra Antonella atada a una silla. Su cabeza cae hacia un lado debido a su inconsciencia, y la tersa piel de su cuello me insta a tocarlo.

Un sinsabor me abarca al verla tan vulnerable; solo yo puedo tenerla así, solo yo puedo tocarla y me enerva pensar en que algún energúmeno de estos lo haya hecho.

—Te dije que el plan funcionaría.

Ignoro la voz de la mujer que aparece a mi lado y miro a mi mano derecha y fiel compañero.

—Enzo.

—Signor.

—Lasciala cadere e portala sull’aereo.

*Suéltala y llévala al avión.*

Él asiente y se encamina hacia Antonella, desatándola con agilidad.

—Espera, ¿qué haces? —se interpone Laura.

—Llevármela —le respondo con simpleza.

—Pero ese no era el plan —espeta con los dientes apretados —. Se supone que le enviaremos las fotos a Ian para...

—Me da igual —corto sus alegatos —. No voy a perder el tiempo con tus ridículos berrinches de mujer con el corazón roto.

—¡¿Pero cómo te atreves?!

Ruedo los ojos fastidiado. Enzo me pasa por el lado con Antonella en sus brazos, y aunque sé que él no la tocaría indebidamente, el monstruo posesivo en mí me hace quitársela.

—¡No te puedes ir así! —sigue gritando la molesta mujer y la ignoro —. ¡Caleb!

Me giro y en dos pasos estoy frente a ella.

—Cierra la puta boca. Haré lo que yo quiera, ¿entiendes? —escupo —. Y si aún aprecias tu vida, te irás a tu casa y fingirás que nada ha pasado. O por el contrario, te buscaré y meteré una bala en medio de tu frente.

Sus ojos llamean con furia y las lágrimas comienzan a salir.

—Eres un maldito.

Sonrío burlesco. Que tarde se dio cuenta.

—¿No querías el camino libre para estar con Ian? Pues ya lo tienes. Pero sinceramente, dudo que te haga caso en estos momentos.

Me doy la vuelta y la dejo pataleando como la loca que es. Por su bien, espero que mantenga la boca cerrada. No me pesará nada pegarle un tiro.

Subo en el auto y acomodo a Antonella sobre mi regazo. No creí que el sedante fuera tan fuerte. A lo mejor, la estúpida esa agrego demás en su bebida. Al llegar al aeropuerto me adentro en el jet privado que me prestó James y acomodo a mi frágil mujer en uno de los asientos, abrochando su cinturón.

—¿Hiciste lo que te pedí? —le pregunto a uno de mis hombres.

—Por supuesto, Diavolo. Lo dejé sobre la cama.

Dulce TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora