Capítulo 19

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Consecuencias

Ian

Minutos. Eso es lo que llevo admirando los graciosos gestos que hace Nella dormida. Joder, es demasiado perfecta. Lentamente, guío mi dedo índice hacia su mejilla y la rozo apenas, sin querer despertarla aún. Bajo en dirección de sus redondos labios y la polla se me hincha. Solo ella es capaz de alterarme de esta forma con un simple toque.

«Mía»

Un gruñido de su parte me hace sonreír. Me acerco a su cuello y me deleito con su olor. Dejo suaves besos a lo largo de él y me detengo en el inicio del valle de sus senos. Levanto la mirada cuando sus dedos se enroscan en mi pelo y veo que sus ojos están abiertos, mirándome con un brillo risueño.

—Buenos días, duendecillo.

—Buenos días —susurra, regalándome una pequeña sonrisa.

—¿Cómo te sientes?

Sin especificar, veo la comprensión en sus ojos y enseguida, las mejillas se le tornan rosadas.

—Estoy bien, solo siento una ligera incomodidad.

Sonrío y alargo mi cuello para darle un casto beso en los labios. Me alejo un poco y ella aprovecha para sentarse en la cama y estirar sus brazos con pereza. Entonces, una maravillosa idea viene a mi mente.

Con una sonrisa, me incorporo y comienzo a vestirme.

—Anoche, mientras dormías, le ordené a Carlos que llevara a tus amigos a sus casas y de paso que te trajera algo de ropa —digo, tomándola un poco desprevenida —, así que ponte algo cómodo para salir a correr.

Comienza a refunfuñar y río divertido.

—Solo un loco sale a correr en cuanto se levanta.

—No seas vaga, Nella —me burlo —. Además, me prometiste que harías ejercicio conmigo.

Bufa y levanta su dedo, señalándome.

—Está bien, pero solo será esta vez.

Acepto, sin borrar mi sonrisa, y ella se gira para comenzar a vestirse. Me deleito con sus curvas desnudas y me abstengo a acercarme porque sino, nuestro ejercicio matutino será suspendido por un buen mañanero.

Una vez listos, salimos tomados de la mano. No puedo dejar de sonreír y tampoco de mirarla, mientras que ella se estruja los ojos, bostezando y caminando como zombie. Algo se infla en mi pecho, según vamos avanzando, y solo puedo pensar en que quiero despertar todos los putos días de mi vida así. Quizás la idea que tuve anoche no fue tan descabellada.

—¿Dónde están todos? —mira a todos lados curiosa cuando llegamos a la cocina.

—Supongo que durmiendo —me encojo de hombros —. Estarán exhaustos de la fiesta.

Nella asiente y se apoya en la barra. De reojo la veo tomar una manzana de la cesta llena de frutas, así que camino hasta la nevera y le sirvo un poco de jugo en un vaso.

—Ten.

Ella me sonríe débilmente y le da un pequeño sorbo a la bebida. Me giro y repito la misma acción, agregando el líquido en otro vaso. Me acomodo a su lado y ella resopla.

—Dios mío, todavía no me creo que vaya a hacer esta locura de salir a correr en plena madrugada.

Suelto una risa baja.

—Nella, son las siete de la mañana, no seas exagerada.

Eleva sus hombros y se bebe el jugo. Espero a que termine su manzana, y luego de varias mordidas, la arroja en la basura. Sin demorar más, la tomo de la mano y salimos de la mansión.

Dulce TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora