La nueva negociadoraAntonella
—Joder —suelto por tercera vez en lo que lleva la mañana —. Maldito cierre —forcejeo con la estúpida cremallera de mi zapato hasta que logro cerrarla. ¡Bien!
De un salto, me levanto de la cama, y salgo disparada hacia el salón para tomar las llaves.
—¡Ya me voy! —grito como idiota, a pesar de que sé que no hay nadie en el apartamento. La costumbre, supongo.
Me dirijo al ascensor, corriendo lo más rápido que me permiten mis tacones, y presiono el botón. Pero este no hace ningún efecto en el aparato. Vuelvo a presionarlo, con más fuerza esta vez, y no obtengo respuesta alguna. Mierda.
—Está roto desde ayer —me informa una vecina, para mi desgracia.
Soltando un gemido lastimero, corro hacia las escaleras. Bajo los escalones de dos en dos y solo espero no romperme una pierna en el proceso. Aunque por lo menos así no me tragaría el regaño que me espera de Ian por llegar tarde; veinte minutos tarde, para ser más exacta. Una tontería para mí y toda una odisea para el señor puntualidad.
Logro llegar ilesa a la salida del edificio. Ahora solo debo tomar un taxi y en quince minutos más estaré ahí.
«Eso, mente positiva»
El pitido de un coche me saca de mis cavilaciones en busca de una excusa para decirle a Ian. La camioneta que conozco perfectamente, se detiene enfrente de mí y el señor Carlos sale de ella sonriente.
—Buenos días, señorita Antonella. El señor Black me envió a por usted.
Le devuelvo la sonrisa. Bueno, tal vez no se enoje tanto.
—Buenos días, Carlos —él me abre la puerta y subo en el auto —. ¿Lo notaste muy enojado?
Me mira por el espejo retrovisor con una sonrisa jocosa.
—Un poco estresado, quizás.
Sonrío algo nerviosa. Tal vez deba comenzar a pensar en alguna excusa coherente; porque decirle que voy tarde por culpa de mi gato no lo sería. Al parecer a Dexter se le ocurrió la grandiosa idea de dormirse sobre mi teléfono y con su cuerpo peludo tapó la bocina de este. Así que no me enteré de cuándo sonó la alarma. Lo que no me explico, es como ese gato pudo seguir durmiendo con el vibrar del teléfono.
Al llegar a la empresa le agradezco a Carlos y salgo como un cohete del auto. Al entrar, todos me miran sin ningún tipo de disimulo y entonces recuerdo que para todos soy la prometida de Ian, y de seguro una trepadora también. Genial.
Paso por recepción y la simpática pelirroja me saluda con su mano. Le regreso el saludo y entre gestos le digo que hablaré con ella luego. Subo en el ascensor y siento un deja vu; tengo las manos sudadas, estoy muy nerviosa e Ian espera por mí.
Salgo del elevador y camino hacia su oficina. Expulso un largo suspiro al detenerme delante de la puerta y toco suavemente.
—Adelante.
Me adentro con el corazón latiéndome más rápido de lo normal y me encuentro con un Ian sentado en el suelo y rodeado de una gran cantidad de papeles. Tiene el cabello algo despeinado, como si se hubiera pasado las manos por él varias veces, y la mirada que me ofrece es bastante reprobatoria.
—¿Estas son horas de llegar?
—Es que... tuve un problemilla en la mañana —cruzo mis manos por detrás de la espalda, sin atreverme a mirarle.
Ian tiene algo que intimida, a pesar de que conmigo no se comporte tan ogro. No quiero imaginarme con los demás empleados.
Se levanta, soltando un suspiro, y su imponencia me hace sentir pequeña. Ni aunque me pusiera unos tacones de veinte centímetros lograría llegar a su altura. Y eso me jode un poco.
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Dulce Tentación
RomansaLa vida de Ian Black da un giro de 180 grados cuando contrata a su nueva secretaria, Antonella Ricci. La dulce y loca italiana será una tentación para el frío magnate que, apesar de todo, caerá rendido ante las llamas del deseo. Pero el pasado de A...