Capítulo 25

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Ivanov

Ian

Tres semanas. Tres malditas semanas han pasado desde que Nella desapareció, y cada día que pasa siento que una parte de mi se está desmoronando. Por mucho que mi poder se imponga sobre toda la policía de Los Angeles, aún no logran encontrar nada importante que nos lleve al paradero de mi prometida. Ni siquiera tenemos una puñetera idea de donde podría estar el escondite de ese maldito psicópata.

Hace tres días el agente Clark hizo la solicitud en la policía Italiana para ver que podían hacer, ya que hay posibilidades de que Caleb tenga a Antonella allá; cosa que sería coherente.

Por otro lado, la malnacida de Laura no ha querido decir ni media palabra sobre el asunto y ya se ha conseguido a una de las mejores abogadas de todo Estados Unidos. Apesar de que aparece en un vídeo, siendo cómplice de Caleb, ella tiene la estúpida esperanza de que va a salir libre de esto.

Aún no me conoce si piensa que me voy a permitir perder esta batalla. Por ahora estoy enfocado en encontrar a Nella, pero no pienso descansar hasta que ella, Caleb y la otra desconocida paguen por sus barbaridades. Principalmente Caleb.

Me bebo lo último que le quedaba a la copa y salgo de mi apartamento, el cual se ha convertido en mi refugio. Declino la decimoquinta llamada de mi madre, y sé que me estoy comportando como un patán con ella, pero no quiero escuchar más lamentos sobre esto, suficiente tengo con el dolor y la culpa que me han acompañado en estos días. Subo en mi Audi, sin atreverme a mirar el auto que pretendía obsequiarle, ese que tanto ella adora.

Joder. Esto duele. El desespero de no saber absolutamente nada de ella se vuelve cada vez más agotador, y por más que intento mantener la mente fría como me aconsejó mi padre, los ojos cafés de ella me atraviesan el tórax, impidiéndomelo.

Llego al departamento de policía, y como he hecho durante estos días, voy directo al despacho de Simón. Entro sin tocar y él me mira enseguida. Antes se molestaba por que hiciera esto, pero ya logró acostumbrarse a que yo no tengo tiempo para esas estupideces.

—Dime lo que tengas que decir —espeto, sentándome.

—Buenos días para ti también —ironiza y ruedo los ojos —. Te pedí que vinieras acá personalmente, porque sé que por vía telefónica no ibas a cooperar.

Inmediatamente me tenso.

—¿Qué pasa?

Suspira.

—La abogada de Laura me llamó para un acuerdo; la acusada confesará todo lo que sabe sobre Caleb y en cambio tú quitarás la denuncia.

—¡Pero eso es una locura! —exclamo indignado.

—Lo sé, por eso le dije que eso jamás pasaría —su calma se mantiene intacta —, en cambio, le ofrecí que ayudaría para que el juez impusiera menos años por su cooperación. Solo falta tu opinión acerca de esto.

Asiento sin pensarlo. No hemos conseguido nada en estos días y ella siempre ha sido nuestra única opción.

—Entonces, iremos a verla ahora mismo —dice, levantándose y tomando su saco junto a unas llaves.

Salimos del edificio y decidimos ir por separado. Lo sigo en mi coche durante todo el trayecto hacia el lugar donde tienen retenida a Laura. Como petición mía, la encerraron en una cárcel y no en las usuales celdas de prisión preventiva. Esa perra se merece pasar por eso y más. Al llegar, me mantengo alejado, mientras que Simón habla con un oficial.

—Vamos.

Lo sigo por un pasillo y el ambiente es tan triste que desprende un aura deprimente. El oficial nos guía hacia una pequeña sala, que supongo será donde interrogan a los prisioneros. Tomamos asiento y esperamos a que la traigan.

Dulce TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora