OasisAntonella
Sonrío al abrir los ojos y ver a Ian abrazarme como un niño pequeño. El cabello oscuro lo tiene despeinado sobre su frente y su fuerte brazo envuelve mi vientre con suavidad. Ya han pasado cuatro semanas desde que desperté en aquella habitación de hospital y poco a poco he ido recuperándome.
Los primeros días fueron difíciles; el habla se me dificultaba, al igual que caminar, y ni mencionar los dolores musculares que sufrí, pero lo peor fue el regreso de las pesadillas que no cesaron hasta que logré escuchar la sentencia del juez hace cinco días. Al fin, Caleb está en la cárcel, donde debió ir desde el primer momento en que dejó esa nota.
No fue fácil sentarme en el estrado y tener que evitar su mirada sobre mí en todo momento. Tuve que contener las lágrimas varias veces cuando relataba todo lo que pasó y que en el fondo agradezco que no haya ido a peor.
Otras que pagaron por su complot fueron Laura y Lara. La primera —gracias a la estupenda abogada que pagó con lo poco que le quedaba— fue sentenciada a cinco años, tres en prisión y dos haciendo servicios sociales con una pulsera en el pie que controlará todos sus pasos. Y la otra fue encontrada en un hotel 5 estrellas en Bahamas.
Suspiro, dejando de lado esos pensamientos, y suavemente muevo el brazo de Ian, saliendo de su agarre, y desenredo nuestras piernas con lentitud. Aún no quiero que despierte, debo cerciorarme de que la fiesta sorpresa que le organizamos entre todos vaya bien. Porque sí, hoy 19 de octubre es el cumpleaños de mi futuro esposo y padre de mi hijo.
Increíblemente, no se despierta una vez que salgo de la cama y de puntillas voy directo al baño de su habitación, o bueno, nuestra habitación, ya que desde que regresamos de Italia tomamos la decisión de vivir juntos en su apartamento. Al principio no estuve muy convencida, pero luego de varios orgasmos otorgados con sus dedos y boca, acepté.
«Que remedio»
Abro la lluvia artificial y el agua tibia me eriza la piel. Suelto un quejido al sentir los movimientos de mi barriga a los cuales ya me he acostumbrado. Mi cacahuete cada día está más grande y tengo la ligera impresión de que le gustará el fútbol; ya está practicando soltando patadas a su madre. Salgo y me envuelvo en el albornoz para adentrarme en el enorme armario que ahora ya no es tan monocromático; aún me río al recordar el rostro de Ian cuando vió mi ropa colorida al lado de la suya.
Tomo un ligerito vestido color lila con mangas hasta los codos y me lo coloco, anudando las tiras del escote en un lazo. Escojo unas sandalias plateadas, bajas y termino abrochándome la cadena que me regaló Ian en la navidad pasada. Sonrío mirándome en el espejo; se siente realmente bien este nuevo comienzo fuera de peligro y rodeada de las personas que amo.
Salgo de la habitación, dándole una última mirada a mi apuesto prometido, y bajo a la cocina donde Martha ya se encuentra preparando el desayuno y tarareando una canción.
—Buenos días —saludo, tomando asiento.
—Buenos días, dulce niña —me sonríe —. ¿Cómo está el pequeño revoltoso?
Mis comisuras se estiran como cada que preguntan por mi bebé.
—Muy bien, jugando a fútbol con el cuerpo de su madre —bromeo y suelta a reír —. Ya estoy ansiosa por que llegue el día de tenerlo en mis brazos.
—Todas sentimos lo mismo en ese momento, y créeme, la maternidad es difícil, pero no te vas a arrepentir en ningún momento —expresa, colocando un plato con magdalenas y un vaso con jugo de arándanos.
—No sé cómo lo haces, pero siempre aciertas con lo que deseo desayunar —me saboreo, probando el primer bocado.
—Es un don —me guiña un ojo y sonríe —. Por cierto. ¿Todo va bien con la fiesta sorpresa para Ian?
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Dulce Tentación
RomansLa vida de Ian Black da un giro de 180 grados cuando contrata a su nueva secretaria, Antonella Ricci. La dulce y loca italiana será una tentación para el frío magnate que, apesar de todo, caerá rendido ante las llamas del deseo. Pero el pasado de A...