ConfesionesAntonella
Entramos al bar tomados de la mano. Varias personas saludan a Ian con entusiasmo, aunque este solo mueve su cabeza con su típica personalidad fría. Las miradas de las mujeres sobre él no pasan desapercibidas, dándoles igual que nuestras manos estén unidas y que Ian las ignore.
Llegamos a la zona VIP del lugar e Ian se sienta en un amplio sofá negro. Yo en cambio, prefiero acomodarme sobre sus piernas. Haber si así dejan de comérselo con los ojos.
—¿Qué quieres beber?
—Algo suave.
Asiente y levanta su mano, llamando a una camarera. No pasan ni dos minutos, cuando ella regresa con mi bebida y un vaso, que supongo será whisky, para Ian. Le doy el primer sorbo a mi copa, y me quedo encantada con el sabor agridulce del líquido. Aunque su dulzura no le quita el hecho que tenga alcohol, y bastante. ¿Esto es lo más suave que tienen aquí?
—¿Está muy fuerte?
Lo miro asombrada por lo fácil que me lee. Si le digo que sí, me quitará el trago, y este me gusta. Pero si le digo que no...
—No. Está perfecto —sonrío.
Una mentirilla piadosa no le hace mal a nadie.
Sus ojos me escudriñan, poniéndome nerviosa. Así que decido usar mi técnica infalible y comerle la boca con deseo. Él, como es de esperarse, me sigue la corriente, y enseguida sus manos van a mi trasero, apretándolo con fuerza.
—No creas que no me di cuenta de tus intenciones —me mira con reclamo.
Sonrío inocente y meto mis dedos entre las hebras de su sedoso cabello, acariciándolo, a lo que Ian cierra los ojos, relajándose al instante.
—No seas aburrido, amor, y déjame disfrutar.
Abre los ojos y su gris me detalla con asombro y ternura. ¿Ahora qué...
Oh.
Le dije amor.
—¿Que dijiste?
—Que no seas un aburrido...
—No te hagas la desentendida —río nerviosa —. Repítelo.
Paso saliva ante la intensidad de su mirada. En serio que desea que se lo diga; y yo voy a complacerlo.
—Amor —repito con lentitud.
Sus comisuras se elevan y ladea su cabeza.
—A partir de ahora me vas a decir así —demanda y ruedo los ojos —, sino te castigaré.
—Que miedo —me burlo —. ¿Cómo te dicen? ¿Christian Gray?
Me suelta una nalgada que aumenta mis carcajadas.
—Ríete ahora. Pero después no te quejes cuando te deje sin orgasmos.
Dejo de reír al instante, provocándole una sonrisa arrogante. Idiota.
—Eso es chantaje emocional —entrecierro los ojos —. No puedes utilizar ese tipo de cosas en mi contra.
Ian ladea su cabeza, mirándome divertido, y me empuja contra su pelvis. Jadeo al sentir su dureza contra mi trasero. «Rico»
La boca se me seca cuando se muerde el labio inferior y me recorre el cuerpo con hambre. Su rostro de excitación es lo mejor que he visto en mi vida. Me bebo lo que queda del líquido de un trago, tratando de aliviar las ganas que me han entrado de repente. Maldito Ian y su enorme polla.
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Dulce Tentación
RomanceLa vida de Ian Black da un giro de 180 grados cuando contrata a su nueva secretaria, Antonella Ricci. La dulce y loca italiana será una tentación para el frío magnate que, apesar de todo, caerá rendido ante las llamas del deseo. Pero el pasado de A...