AgoníaIan
Miro el reloj por decimosexta vez desde que estoy en esta aburrida reunión. Las palabras del presidente de la sucursal en Dublín, resuenan en toda la sala de juntas, pero mi cerebro las ignora por completo. Hoy serán tres noches en las que no dormiré junto al duendecillo, y de una forma extrañamente maravillosa, esa dependencia a su olor y sonrisa me tiene en un limbo.
Joder, si hace ocho meses me hubieran dicho que caería enamorado de mi secretaria; la loca, torpe y sexy castaña, les habría dicho que ni en sueños.
Le agradezco al de arriba cuando la reunión llega a su fin y todos nos levantamos para salir de la sala. Voy directo a la cafetería y pido un café lo bastante fuerte como para poder resistirme al sueño, ya que los pensamientos paranoicos no me han permitido dormir correctamente.
Dejar a Nella sola fue una decisión difícil, y se complicó aún más cuando me enteré de que Eric tampoco estaría este fin de semana ahí con ella. Claro que, Antonella es demasiado buena para su bien y batalló conmigo para que no perdiera este viaje.
Me siento a beberme el café con calma y reviso mis redes sociales. La foto de Nella con la loca de su amiga aparece en mi pantalla. Es preciosa.
De inmediato, entro a la aplicación de mensajería y le envío un corto mensaje al que ella no tarda en responder. Supongo que aún estará con Ivy, y eso me calma un poco.
Juro que cuando escuché el temblor de su voz en la llamada telefónica hace un rato, comencé a hiperventilar. Miles de escenas en las que el maldito ese se la llevaba, cruzaron mi mente, y ni siquiera lo pensé a la hora de salir en direccción al aeropuerto. Por eso, cuando volví a recibir su llamada y escuché que todo estaba bien, el enorme alivio recayó sobre mí.
Y justo ahí me di cuenta; Antonella no es un amor pasajero, la quiero como mi esposa, quiero una maldita vida de cuentos de hadas con ella.
—¡Soy el hombre más feliz de este mundo! —Alex aparece a mi lado, haciéndome saltar ante ese grito.
Un poco de café cae sobre mi saco y lo miro mal, mientras que tomo una servilleta y comienzo a limpiarme.
—¿Por qué no puedes ser normal?
Alex se sienta y me quita la taza, tomándose toda la bebida de un solo trago. Obvio que el muy idiota pasó por alto el humo que salía del café, dando a entender claramente que estaba recién hecho y por tanto, muy caliente.
«El karma es magnífico»
—¡Joder, joder, joder! —saca la lengua y se abanica la boca con las manos —. ¡Me he quemado!
Sonrío y ruedo los ojos, tendiéndole un vaso con agua.
—Eso te pasa por tomarte los cafés ajenos.
Suelta un bufido y se toma todo el agua. Yo me concentro en seguir intentando quitar la mancha de café de mi ropa, pero la mirada de él es demasiado... molesta.
—¿Qué pasa?
—Joder, Ian. Llego gritando que soy el hombre más feliz del mundo y a ti te da igual.
Levanto la vista y sus orbes me acribillan con reproche.
—Es que, usualmente, sueles decir muchas tonterías —jadea indignado —. Así que, déjame adivinar... Te encontraste veinte dólares en el baño.
—Idiota.
—¿No es eso? —me burlo —. Lo siento, es que contigo nunca se sabe.
Rueda los ojos, aunque una sonrisita pica sus labios.
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Dulce Tentación
RomanceLa vida de Ian Black da un giro de 180 grados cuando contrata a su nueva secretaria, Antonella Ricci. La dulce y loca italiana será una tentación para el frío magnate que, apesar de todo, caerá rendido ante las llamas del deseo. Pero el pasado de A...