Capítulo 10

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Necesidad

Ian

Antonella me mira asombrada. Abre y cierra la boca, sin decir ni una palabra.

—¿Sorprendida?

—Un poco —musita, sacándome una sonrisita.

La detallo bien, tiene dos bolsas oscuras debajo de sus ojos, los mismos están apagados y un poco rojos como si hubiera estado llorando. «¿Por qué llorabas, duendecillo?». Bajo la mirada, recorriéndole el cuerpo, y hasta ahora me doy cuenta de que trae una maleta en la mano. Frunzo mi ceño.

—¿Ya te ibas? —entrecierro mis ojos y ella se toca el cabello nerviosa.

—Oh, yo...

—¡Nella! —una voz infantil la interrumpe.

Antonella se gira y detrás de ella aparece una niña de cabello negro que trae una hoja de papel en la mano con, al parecer, un dibujo.

—Que bueno que aún no te has ido —jadea como si hubiese corrido dos kilómetros —. Ten, te hice este dibujo anoche y se me había olvidado dártelo.

La niña estira su mano con el dibujo en ella y la castaña lo toma con una sonrisa de ternura en su rostro.

—Gracias, renacuaja.

—No es nada, tonta, sabes que... wow —la niña se me queda mirando con la boca abierta —. Eres guapísimo.

Sonrío con suficiencia.

—Lo sé.

Sus mejillas se sonrojan levemente y Antonella suelta un resoplido.

—Ella es mi hermana Ana...

—Anabel, mucho gusto —la pequeña la interrumpe, estirando su mano en mi dirección.

Antonella vuelve a bufar y yo aprieto mis labios para que la risa no se me escape. «Su hermana es más lanzada que ella»

—El gusto es mío, Anabel —le tomo la mano, siguiéndole la corriente —. Soy Ian.

La pelinegra sonríe embobada, e incluso se le escapa un suspiro. Río sin poder aguantarme más y los ojos verdes se le vuelven brillosos «Esto es increíble»

—Okey, esto se está volviendo raro —comenta Antonella.

—No seas celosa, duendecillo —la miro divertido.

Ella bufa, cruzándose de brazos.

—No estoy celosa.

—Ya.

—Que no lo estoy —refuta con irritación.

—Ajá.

Suelta un gruñido exasperada y amplío mi sonrisa.

—Antonella, ¿qué ocurre? —pregunta una voz femenina desde dentro.

La castaña se tensa cuando de la casa sale una mujer de ojos verdes y cuerpo esbelto.

—No pasa nada, mamá, ya me iba.

Noto el tono enojado de Antonella, y ya me imagino porqué estaba llorando antes de que yo llegara. Su madre me analiza con la mirada y una pequeña sonrisa ladeada aparece en su rostro.

—Supongo que usted es el jefe de Antonella.

—Lo soy.

—Entonces también es el de las fotos —ladea un poco su cabeza.

—Mamá...

—También lo soy —digo seguro, interrumpiendo la queja de Antonella.

—Bien —mira de reojo a la mujer a su lado —. No sé porqué Nella no te ha invitado a entrar, yo no la eduqué así —la señora sonríe, mostrando sus dientes, y la castaña resopla negando con la cabeza —. Soy Amelia, por cierto. La madre de estas dos bellezas.

Dulce TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora