28. Lo que sentimos.

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La playa en octubre debería ser lúgubre, fría y nada atractiva, pero no sé si es a causa de que hoy el cielo está completamente azul, la brisa que acaricia mis mejillas o el simple hecho de que estoy aquí con Zach tomando mi mano, apreciando la vista a mi lado, que todo es perfecto.

—¿Qué tan fría crees que esté el agua? —me pregunta Zach.

Las olas rompen contra la orilla la espuma se arremolina una y otra vez contra ésta.

—Está soleado pero te aseguro que el agua está helada

—Averigüemoslo —propone Zach soltando mi mano.

—¿Qué?

Lo miro mientras se quita la camiseta ante mi atenta mirada, continúa con los zapatos y los calcetines, y cuando va a desabrochar su pantalón, entiendo que realmente va en serio.

—Sigues teniendo mucha ropa encima —musito cuando ya está en solo su bóxer.

Miro su cuerpo sin vergüenza, paseo mis ojos por su delgado pero musculoso cuerpo. Sus abdominales no están marcados sin embargo, el musculo en V que desaparece bajo su bóxer es notoria, sus bíceps sin embargo si lo están un poco más, imagino que por las pesas que posee en una esquina de su habitación y que debe usar con regularidad porque sé a ciencia cierta la fuerza que posee, y sus piernas también se ven musculosas y de él tono levemente pálido que posee en todo el cuerpo.

—Si sigues mirándome así voy a calentar tu cuerpo antes de que siquiera se enfríe un poco

Mis ojos suben por su cuerpo, e ignorando el bulto que comienza a formarse en su entrepierna, lo miro directamente a los ojos para ver diversión en ellos.

—Jamás me había detenido a apreciarte con detenimiento

Una de sus cejas se arquea antes de sonreír con lascivia.

—Puedo desnudarme por completo para que tengas una idea completa de mis atributos

—Zach, estamos en un lugar publico —chillo escandalizada.

—¿Y acaso hay alguien más aparte de nosotros aquí? —me pregunta extendiendo sus brazos.

Miro a mi alrededor para confirmar lo que note apenas estacionamos el auto: que la playa está completamente a nuestra disposición, y esto es así porque nadie viene a la playa en octubre, solo nosotros.

—Y tu sigues llevando demasiada ropa —susurra a mi lado.

Aprovechó mi escaneo a nuestro alrededor para acercarse de manera sigilosa, por lo que ahora está con su cuerpo frente al mío y su cálido aliento me acaricia la mejilla.

—Quizás necesite ayuda para ya no estarlo —musito llevando mis manos a los botones de mi camisa.

Comienzo a quitarlos mientras Zach sonríe, llevando sus manos a la pretina de mi pantalón y desabrocharlo. Sin dejar de mirarnos el uno al otro, ambas prendas dejan de cubrir mi cuerpo, incluyendo las botas y los calcetines que Zach se encarga de quitarme antes de sacar mi pantalón por completo.

Cuando vuelve a incorporarse arrastra sus dedos por mis piernas, dejando un rastro de calor por donde las yemas de sus dedos pasan, hasta dejarlas descansar en mi cadera unos segundos antes de moverlas en el interior de la camiseta de tirantes que aún estoy usando.

Alzo mis brazos en una invitación silenciosa que el no se tarda en aceptar, tomando el dobladillo de mi camiseta y moverla hasta sacarla por mi cabeza, dejándome en sujetador y bragas, en medio de la arena tibia, el cielo azul y el mar que se extiende detrás de nosotros.

Mil razones para estar contigo. Serie Mil Razones 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora