23. Realidad imponente.

932 100 6
                                    

—Hola mamá —exclamo al verla en la cocina cuando llego a casa.

—Hola cariño —ella me sonríe unos segundos para luego volver a centrar su atención en la espinacas que lava—. Creí que te quedarías a cenar con Evie

—Decidimos que terminaremos de hacer el proyecto acá —miento, recordando que me dijo que volvería—. Pero vendrá más tarde porque tenía otra cosa que hacer

Mamá frunce el ceño.

—¿No era mejor que se quedara de una vez?

Me encojo de hombros, buscando una botella de agua en el refrigerador.

—Ya sabes como es Evie ¿que tendremos para cenar hoy?

—Quiche de espinacas —responde mamá mientras cierra el agua del grifo—. ¿Quieres ayudarme?

—Me encantaría, solo déjame subir a dejar mi mochila en mi habitación y soy toda tuya —aseguro dejando un beso en su mejilla.

—Puedes decirle a Alice que baje también —exclama cuando me alejo rumbo a las escaleras.

Subo de dos en dos los escalones de casa hasta llegar al pasillo superior. Alice tiene la puerta de su habitación abierta, por lo que me acerco a ésta de inmeitado para conseguirla sentada frente a su escritorio, con los audífonos en sus oídos, mordisqueando la punta del bolígrafo mientras mira a la nada.

Me acerco a ella hasta que parece notarme, porque se voltea de pronto y al verme, se deshace de los audífonos de inmediato.

—Gracias por no decirle a mamá que me enviaron a detención hoy —musito de inmediato.

Ella niega con la cabeza.

—Te metiste en problemas por mi culpa, por supuesto que no le diría

—Yo no diría que por tu culpa, porque puedo disfrutar en grande tirar del cabello de Blaire sin problemas

Alice sacude su cabeza, es obvio que no comparte mi pensamiento.

—Igual no debiste Alina, no quiero que por mi culpa te metas en más problemas

—Por lo general me meto en problemas sin tu ayuda —le guiño un ojo—. Por cierto, mamá me pidió que le ayude con la cena

Alice asiente al tiempo que yo paso a mi habitación para dejar mi mochila.

Estoy a punto de salir de nuevo cuando recuerdo de pronto la prenda que aún tengo en mi armario, recordando el momento en que Zach me mostró donde guarda él la prenda que ahora ya le pertenece.

Sonrío mordiendo mi labio, sintiendo como mi piel se eriza y mi cuerpo se enciende de solo recordar todo lo que sucede entre ambos cuando ninguna prenda en absoluto cubre nuestros cuerpos.

Nuestra conexión.

Nuestros sentimientos.

Para dos personas que han pasado los últimos días ignorandose a drede, provocandose, dándose celos y siendo sumamente egoístas, las cosas parecen relatar bien, en como ambos estamos en la misma sintonia, ambos sabemos lo que el otro quiere y necesita sin necesidad de palabras. Pero incluso así, el miedo persiste.

Miedo a que todo pueda salir mal.

Miedo a que para él solo sea algo momentáneo y que no sea lo que él realmente quiere.

Miedo a terminar con el corazón roto.

Pensé que el que otra persona me dijese que lo que sentía por Zach jamás sería correspondido era lo más doloroso que podía llegar a pasarme, incluso creí que él haciéndome suya y pensando en otra persona podía serlo aún más, pero ahora con certeza sé que lo más doloroso que podría suceder es que habiendo tocado el cielo y disfrutado de él en su compañía me dejase caer al vacío porque no soy lo suficientemente buena.

Mil razones para estar contigo. Serie Mil Razones 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora