VI. La luna pálida

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Kimi encendió las lámparas de aceite con el fin de darle algo de luz a la habitación para cerrar las ventanas.
Moroha no comprendió nada de lo que pasaba, a cada minuto todo parecía cambiar de maneras inesperadas.
Kumo se quedó expectante del otro lado de la delgada puerta.
A pesar de estar en contra de su voluntad Moroha creía que el lugar se veía de la misma manera que un palacio común a diferencia que este era un barco de guerra a cientos de kilómetros lejos de la tierra.

—La señorita querrá hacerlo por si misma.— informó Kimi con un pedazo de paño limpio

—¿Hacerlo por mi misma?— preguntó la chica todavía sin entender

—Purificarse, claro está.— la demonesa se inclinó hacia ella mostrándole el pedazo de tela, la joven contrincante pudo observar una tina de madera humeante que olía realmente bien

—Vaya manera de decirme "sucia"— susurró algo hastiada la invitada tomando el paño

—Solo son preocupaciones, después de todo el primer invitado llegará hoy en la tarde y el maestro sugirió que se le hiciera un nuevo kimono.— habló la rubia   siguiendo a la chica con la mirada

—¿Porqué tanto escándalo? Todo el mundo nace, hereda sangre y muere. Los demonios se toman de manera personal algo que los humanos llevan haciendo desde siempre.— Moroha se maravilló de la cantidad de flores que regaban la tina redonda no sin antes murmurar encantada

—Cortesía del visitante,  el señor Ikeru es dueño de un lugar muy bello adornado por cientos de flores, le agradará conocerlo.— replicó la sierva de un buen humor

Moroha se quitó desconfiada el traje rojo dejando únicamente el kimono interior, se quitó las tobilleras, los guantes y el moño.
La chica se hundió con cuidado en la tan adornada bañera dejando escapar un suspiro de alivio, fueron segundos maravillosos en los que el vapor aromado la recubrió mientras la chica dejaba su cabeza fuera.
La hija de Kagome estaba acostumbrada a la compañía de sus amigas así que le fue difícil mantenerse en silencio por mucho tiempo.

—Te llamas Kimi ¿No es verdad?— inquirió a lo que la sierva se sorprendió

—Así es, estoy bajo el mandato de Kirinmaru.—

—¿Kirinmaru necesita de sirvientes? Creí que para lo único que sirvieron los cuatro peligros fue para distraernos.— Kimi no evitó reír apretando la manga de su kimono con fuerza contra su boca

—Los cuatro peligros eran conocidos como los terratenientes del rey del alba. Yo y Kumo solíamos atender las necesidades de la señorita Zero.— relató la rubia acercándose a la tina

—Sí, a decir verdad viste como una princesa.— recordó Moroha oculta entre las flores

—Lo es, considere que al ser criaturas celestiales son de la realeza al igual que su fallecido abuelo, por eso hay gran alboroto entre las castas de demonios.—

Moroha arqueó una ceja aún desconforme

—Es una tontería, debería estar con Setsuna y Towa derrotando demonios para pagar mi cuenta pero estoy aquí en contra de mi voluntad.—

—No se preocupe, si quiere marcharse el amo la escuchará, aunque no lo parezca tiene modales gentiles.— Kimi se arrodilló al lado de las pertenencias de la chica para doblarlas con cuidado

—¿Podrías guardarla? Es algo importante para mí.— la demonesa asintió en silencio creyendo que era demasiado joven como para tomarse esto en consideración.
—Maldición, odio las primeras impresiones, ni siquiera soy buena tratando con los demás.— refunfuñó la pelinegra

Mitad humana, mitad reina. [Terminado] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora