XXIII. Cerezo

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Kimi terminó con el kimono el día exacto, como si se tratara de una ceremonia la sierva se encargó de vestirla una vez más.
Moroha tenía entendido que las visitas formales eran una "obligación" de su parte de manera que su posición como princesa la colocaba en una situación apretada.
¿El hecho de que Kirinmaru le hubiera propuesto matrimonio cambiaba el valor de los enfrentamientos?
Esto era como encerrarse en una jaula, presa de los anhelos del Daiyokai.
Kimi se veía especialmente feliz mientras acomodaba las mangas de la prenda, incluso se permitió tararear una canción en el proceso.
Moroha volvió a pensar en la pregunta que le había hecho al demonio.
Tal vez y solo tal vez... Existiera una manera de calmarlo mediante un matrimonio arreglado.

¿Quizá incluso detener el deseo violento de destruir al mundo?

Podría ser que para él no significara mucho pero ella tenía la leve esperanza de, algún día, tocar su alma.
¿El regente del alba tendría alma? No pudo contestar al momento, sería bueno si mediante un pequeño sacrificio salvara no únicamente a los humanos sino también a su familia, a sus amigos, a Towa y a Setsuna.

—¿Está bien? Ha estado callada por mucho tiempo, señorita Moroha.— dudó la rubia tomando la peineta para embellecer su el oscuro cabello de la invitada

—Si, pienso de que manera podría derrotar a una demonesa tan rápida como Azami, ni siquiera llegó al barco y lanzó un ataque que podría haberme matado.— suspiró la chica mientras creía que era algo denigrante tener que mentir

—La lucha será distinta, el patio del palacio estará repleto de seguidores, la mayoría de la ciudad irá a ver a su señora enfrentarse a usted. Lo que la señora Azami hizo... fue una pequeña broma.— simplificó la sierva mientras la peinaba a lo que la cuarto demonio chitó

—Vaya forma de bromear.— susurró amargada

—Bien, está lista.— aseguró la rubia apartándose

Moroha era hermosa naturalmente pero con esta vestimenta realmente acrecentaba la sangre heredada de Izayoi regalando la elegancia de su rostro, el cabello admirable, la manera de observar.
La hija de Inuyasha no necesitaba indicaciones para saber que debía presentarse ante el señor del barco antes de viajar.
Con pasos lentos, sin prisa alguna, aceptó que su vida estaba controlada por los estándares de la sociedad yokai.
Kimi no se atrevió a dar paso alguno quedándose en la habitación. 
Los días parecían eternos en el Tekkousen pero una brisa fresca parecía animarla a continuar sin importar la gravedad.

Entrando al despacho personal del rey se presentó abriendo de par en par las puertas corredizas dejándose ver bajo la luz del atardecer que golpeaba las ventanas de la habitación.
Kirinmaru amaba leer, era un hábito que la cuarto demonio notó.
Con una sonrisa de bienvenida el soberano del alba la recibió.

—Te ves encantadora, Kimi se esforzó bastante en esa prenda.— reconoció él cerrando el libro

—Es buena en cualquier cosa que haga, coser se le da muy bien aunque es lenta si la comparamos con Kumo.— aseguró la chica entrando

—¿Te gusta?— dudó Kirinmaru haciendo que la pelinegra respingara en sorpresa

Nunca le había preguntado si un kimono le agradaba o no, ¿quizá se refería al peso? Al ser de semejante proporción parte de la tela le pesaba en su cuerpo.

—Es bonito, elegante, supongo que al tratarse de una ciudad no quieres pasar vergüenza con una humana así que decidiste adornarme.— aceptó ella observando las mangas bordadas

—No fue por eso.— negó Kirinmaru —Aún tengo en mente la pregunta que has hecho al igual que mi propuesta sigue en pie, deseo realmente tomarte como esposa en un futuro cercano.— aceptó el pelirrojo con total normalidad cambiando el tópico

Mitad humana, mitad reina. [Terminado] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora