XXIX. Dones

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El sueño de Moroha culminó mientras sus ojos se abrieron, ¿que había sucedido? Se hallaba nuevamente en el Tekkousen, acostada en el futon escuchando como la madera rechinaba.
Algunos granos de arena negra aún se aferraban a su mano mientras se elevaba con pereza.
Yurama la empujó llevándola en un ridículo sueño que la embelesó.
Levantándose con prisa la cuarto demonio esperó ver a Kimi pero cual fue la sorpresa al encontrarse sola.
Con prisa, las piernas cansadas y la mente perturbada se puso de pie saliendo de los aposentos de Zero.
La luz del astro diurno reflectaba sobre la madera pulida mientras las puertas de papel se exponían nítidas.
Kumo pasaba por allí llevando una fuente de té entre sus manos cuando notó la presencia de la muchacha.

—Kumo, ¿que pasó?— pidió saber la jovencita acercándose a la ojiplateada

—Mi señor te trajo de vuelta, caíste en los sueños del oni, Yurama.— le contestó normalmente Kumo —Los invitados aún abordan el Tekkousen, no se marcharán hasta verte pelear con el último de la prueba.—

—Supongo que se me dará la oportunidad de usar mis armas.— harbó la hija de Inuyasha

—El señor Kirinmaru es exigente, no injusto, te permitirá blandir tu armamento. No te has dado cuenta ¿verdad?— rió la demonesa —Él intenta que comprendas lo que es vivir como un yokai de verdad, hasta la fecha tu vida mortal es meramente humana ¿cómo podrías entenderlo?—

—¿Entenderlo? Como si algo de lo que él hace me importara— negó ella sacudiendo su cabeza de un lado al otro caprichosamente

—No pretendas mostrarte altanera ni ocultar tu esencia de mujer, está en tus venas el estar ligada a los yokais. Así como tu madre, la reencarnación de la sacerdotisa de Shikon. Ahora mismo no puedes desdeñar el sentimiento que portas, te confieso que sentía celos de ti como la señorita Zero hacia Izayoi pero luego comprendí que... aún cuando el destino se escriba en el alma de cada uno no necesariamente se cumple.— se explayó la demonesa de las telas

—Quieres decir que... estás enamorada de Kirinmaru, ¿pero porqué me lo cuentas a mí?— trató de entender la pelinegra

—No es sobre ti, es sobre mi señor Kirinmaru, no importa cuanto lo amen su destino es perder a aquellos que más le importan. Su esposa, su hija, su hermana, su amigo. Si tú, yo o cualquier otra mujer o demonesa fuera amada por él sería seguro que nos perdería por igual, ya sea con la muerte y otras formas de castigos venideros.— comentó la melancólica Kumo gestando una esquiva conformidad

—¿Hija? Nunca escuché que tuviera una familia.— habló para si misma Moroha

—No te lo dirá, es un recuerdo doloroso para él. Moroha... Ya no siento celos hacia ti, perdona mi grosería, por favor si sabes como ¿le devolverías parte de la alegría a su vida? Mi señor solía ser fuerte, apasionado, fervoroso, hazlo sentir orgulloso.— asintió la pelirroja con un gesto loable para la chica

La cuarto demonio no comprendió el extraño pedido.

—Deberías saber que los sueños que Yurama regala son aquellos que más lejanos se encuentran de nosotros, él viene en camino.— Kumo volvió a caminar hacia la cubierta, la cuarto demonio la siguió notando que los invitados aún se mantenían a bordo.

—Me alegro que te encuentres sin mal, bienvenida de nuevo.— la aclamó el soberano del alba

—¡Que emoción! Al fin podremos apreciar un duelo milenario, dime que te transformarás esta vez, princesa.— habló con ansiedad Juro zarandeando uno de los brazos de la chica

—Preferiría que el duelo terminara pronto así la señorita Moroha no correría riesgo.— admitió Ikeru estrujando su abanico

—Moroha es una chica fuerte, digna de representar al clan Inu, será un perfecto  espectáculo que ver.— confesó Naoko revelándose calmada

Mitad humana, mitad reina. [Terminado] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora