XIII. Mariposa

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El duelo había acabado en un empate, Ikeru terminó con varias heridas causadas por el ataque de Moroha.
La chica se desmayó en parte por el dolor, en parte por usar su poder espiritual al máximo.
Abandonaron la isla despidiéndose de Ikeru de manera rápida sin siquiera darle tiempo de despertar a la cuarto demonio.
En el barco Kimi se encargó de quitarle el traje hecho trizas para cambiárselo por un kimono interior tratando sus heridas.
Ikeru le dio una medicina especial hecho en base a flores del sol: plantas medicinales de un vivaz color rojizo brillante.
Kirinmaru tuvo que cargarla en brazos tal como hace seiscientos años cargó a Rion hasta el monte Musubi.
En el trono la frustración junto al rencor  lo dejaron en un estado de tristeza inusual para un Daiyokai.
El traje de Moroha yacía frente al trono iluminado por la luz de los calderos de aceite.

—Mi señor, ¿que quiere que haga con la prenda?— dudó Kumo a su lado

—Remiendala, nadie debe luchar sin su vestimenta.— comandó el rey del alba cubriendo sus ojos con la mano.

—¿Remendarlo? Señor Kirinmaru...— se atrevió a susurrar la pelirroja sin comprender esta extraña misericordia

—Hazlo.— terminó por decir él bajando del trono

Esta batalla pudo haber sido justa, pudo haber ganado con sus poderes demoníacos al máximo pero prefirió recurrir a los poderes espirituales con razones que únicamente ella podría entender.
Los pasillos de Tekkousen se volvieron una cárcel del silencio, de las lágrimas nunca derramadas, de las palabras que jamás pronunció.
En los compartimentos de su hermana la cuarto demonio descansaba junto a Kimi, la fiel sierva.
Abriendo las puertas corredizas la imagen de Moroha respirando agitada aún inconsciente le impactó.

—Señor Kirinmaru.— le saludó ella de rodillas con una pequeña bolsa entre las manos

—El veneno de las espinas... ¿La está matando de a poco?— inquirió él sentándose de rodillas junto al futon de la cuarto demonio

—Creo que siente mucho dolor, algo de fiebre, tal vez el hechizo de ilusión aún la afecte.— informó la rubia abriendo la bolsa

—¿Ikeru te lo ha dado?— Kimi asintió —Entonces no deberías usarlo en ella, ¿porque querría ayudarla?—

—Por favor, mire sus heridas.— indicó ella antes de dar explicaciones, el rey del alba tomó una de sus manos para verla con grandes cicatrices envenenadas que emitían un color oscuro —Esto la matará mañana en la mañana, depende de usted si quiere que viva o muera. ¿Dejará que lo intente o tendrá que penar hasta fallecer?— Kimi era realmente inteligente, nadie podía discutir eso.

—No puedo dejar que muera, este es mi castillo, si la muerte de una cuarto demonio se da a cabo en el barco mi orgullo se vería manchado, curala.— ordenó el señor de las bestias observando el polvo cobrizo que Kimi sostenía entre sus dedos.

La rubia se levantó provocando una lluvia de pigmentos en todo el cuerpo de la chica que cerraron sus heridas calmando la respiración agitada por una tranquila de sueño profundo.

—Funciona.— sonrió la dama

—Dejanos.— le ordenó Kirinmaru a lo que ella se pasmó —¿No has escuchado?— le preguntó irónicamente

—Mi señor.— dijo Kimi antes de marcharse dejando a la muchacha a merced del anfitrión

El alma de la demonesa se abatió en sentimientos de culpa y miedo.

—Eres terca... Si tus garras de demonio usaran todo tu poder podrías matar incluso bestias infernales y dioses de antaño.— le habló aún sabiendo que no lo escuchaba —Pero todo tiene un nuevo comienzo, te daré un poco de mi poder si es que puedes soportarlo.— abriendo sus garras una pequeña bola de energía demoníaca púrpura bailaba entre sus dedos esperando por entrar en la chica.

Mitad humana, mitad reina. [Terminado] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora