XXV. Amor

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La ciudad era un caos, la gente se quejó pero al menos Azami viviría a pesar de las heridas letales.
Kirinmaru tuvo que encargarse de los destrozos, Kimi y Kumo ayudaron a los señores de la ciudad en cuanto a su madre.
Luego de tratar de remendar los errores de ambas contrincantes pudieron regresar al barco.
La noche acompañó el regreso que con difusas imágenes reveló la presencia de la chica con la mirada perturbada sin perder la calma pero sin sentirse cómoda consigo misma.
En su forma bestial encontró el camino al barco, mejor dicho, al techo de la torreta en donde pasó el día entero.
Kimi le rogó bajar tratando de calmarla, intentando confortarla aunque ninguna palabra salió de su boca.
Extraño en Moroha ya que era la campana del barco y ahora su silencio se notaba.
Incluso acompañó a Kirinmaru cuando este le pidió ir hasta el salón donde solía pasar las horas leyendo.
El rey de las bestias pudo saberlo, en su alma se disputaba la moral junto al honor que se balanceaban en una delgada línea.

—¿Sigues creyendo que obraste mal?— dudó él cambiando de página

La muchacha contempló al anfitrión sin ninguna palabra, ningún gesto displicente.

—Las batallas son una manera de remarcar los dones naturales así como la habilidad de los ataques, no deberías dejar que un enfrentamiento te marque a fuego.— comentó el rey del alba ignorando que él mismo había caído en la misma sensación

—Nunca...— susurró Moroha recuperando el espíritu —Beniyasha nunca fue así de poderosa en mí, fue como si manejara cada movimiento que tomé, no me agradó.— alegó la pelinegra acariciando sus propios brazos

—Es la primera vez, te aseguro que cuando vuelvas a usar el carmesí lograrás controlar a la bestia que vive en ti.— sonrió el soberano tratando de alcanzar el centro Taisho de la joven

—No quiero que vuelva a pasar.— habló ella, Kirinmaru notó que la frase sonó como una promesa más que un pedido —¿Cambiaste algo en el carmesí?— inquirió la hija de Inuyasha

El rey de las bestias consideró que esta charla era confiada, personal, amena como nunca antes habían conversado porque al ser el omnipotente daiyokai no se le podría comparar.
Moroha era una cuarto demonio que debería ensalzar la grandeza y el poderío de alguien que se semejaba en poder a su propio abuelo, Toga, en cambio la jovencita ahora lo trataba como si fueran iguales.
Eran únicamente dos seres hablando sin ningún punto en común, únicamente la certeza de los puntos encontrados que tenían.

—No es algo que se pueda cambiar, observalo por ti misma.— le recomendó

Moroha tomó la almeja en su mano para abrirla, ciertamente el color no había cambiado mucho menos su energía.

—Al estar en el océano de los espíritus no solo tus poderes espirituales acrecentan también tus poderes demoníacos.— Kirinmaru se distrajo admirando la confusión en los rasgos de la muchacha mientras esta miraba el carmesí. —Hay tantas cosas que ignoras... alegrate, ya solamente deberás enfrentar a tu último contrincante en otras palabras irás a casa.— le aseguró el mayor cerrando el libro, Moroha chitó irónicamente

—¿Me dejarás ir? Creí que todo el asunto del matrimonio seguiría pendiente.— burló ella guardando la reliquia familiar

—No pretendo mantenerte cautiva por mucho tiempo, no te preocupes, sé que algún día aceptarás mi propuesta.— ¿acaso era vanidad lo que sonaba en su voz?

Moroha no pudo evitar el repentino cambio de humor que la atacó, cubrió su risa con su mano antes de contestar de nuevo.

—¿Estás seguro? ¿que pasaría si me enamoro de otra persona?—trató de averiguar la pelinegra

Mitad humana, mitad reina. [Terminado] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora