XXVIII. Oni

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Moroha tomó el camino de las rocas hasta la isla, entre saltos y pasos apresurados ante el calor de la tierra.
La isla casi desierta se veía adornada por pocos árboles que soportaban la lava de manera extraordinaria.
La chica se acercó lo más que pudo evadiendo pisar lugares peligrosos.
Encontrar a Yurama fue cosa de buen ojo ya que a pesar de ser colosal el monstruo de piel roja se encontraba dormitando a la orilla del volcán donde escupía magma hacia fuera.
De grandes garras, enormes dientes y un cuerpo gigantesco, Moroha se preguntó si existía manera de vencerlo sin morir en el intento ya que la simple imagen era abrumadora.
Moroha no sabía como presentarse a sí misma así que únicamente esperó a que Yurama despertara pero para su impaciencia, eso nunca ocurrió.

—Oye, Yurama.— lo llamó desde una roca e incluso se atrevió a tirarle una piedra

El gran ogro abrió los ojos de par en par antes de observar a la molesta voz que lo irrumpía del descanso milenario.

—¿Que es esto? ¿Una humana?— dudó el oni levantándose de la fosa donde dormía

—Cuarto demonio, vengo de parte de Kirinmaru aunque... No sé con que motivo.— renegó la chica

—¡Oh! Ya veo, eres la tan mencionada cuarto demonio, la nieta de Toga— la apuntó con la garra —Esperaba algo más... espectacular.— susurró midiéndola con los dedos

—Que va, he venido aquí porque el rey del alba me mandó a presentarme ante ti, eres mi último contrincante antes de marcharme a casa.— refirió la muchacha de rojo

—Kirinmaru tiene una rara elección de amores, ¿quién diría que ofrecería el lazo de la unión eterna a una chiquilla?— el comentario hizo ruborizar a Moroha que se mordió la lengua para no comentar nada en absoluto

—No vine a presumir mi compañía con él, ¿que debería pasar ahora?— preguntó ella algo incómoda

—Ven conmigo, recorramos mi isla. Hasta ahora has visitado grandes castillos y fortalezas inquebrantables, hermosos jardines o fríos bosques pero dime ¿alguna vez tomaste en cuenta el poder del fuego? Como parte de la familia de Inu no Taisho deberías sacar beneficio del fuego, es un elemento mortal así como maleable.— explayó el oji rojo dando un paso lento

—Si, cuando me transformo en mi forma demoníaca me recubro de llamas.— habló la hija de Kagome caminando a su par

—Aquí en el mar de los espíritus todos encontramos una nueva fortaleza, yo solía atacar a los poblados humanos hasta que resulté herido. Me recomendaron descansar aquí donde los dones son recompensados. Este es mi reino.— Yurama abrió los brazos tratando de mostrar la isla completa —Además nunca estoy solo, las aves vienen a contarme las cosas que suceden fuera de aquí.— ciertamente las aves giraban alrededor de su cabeza

—¿Las aves? Ellas no hablan.— se burló la chica

Yurama rió mientras algunos pajarillos planearon cerca de la cuarto demonio.

—¿Que quieres saber?— graznó una gaviota asustándola

—Bueno... este...— titubeó la pelinegra

—¿Que te parece saber lo que tu señor piensa de ti?— ironizó el oni a lo que las aves batieron con fuerza las alas

—Kirinmaru adora a la cuarto demonio.—gritó la gaviota antes de marcharse

—Se pasa las horas de la madrugada tratando de comprenderla.— cantó un gorrión alejándose

—Se podría decir que el rey del alba la a...— estuvo a punto de comentar un cuervo cuando Moroha lo agarró del pico

Mitad humana, mitad reina. [Terminado] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora