II. Sin excusas.

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Kirinmaru se hallaba en su navío, herido aún por el filo de Riku.
¿Había cometido un error en confiar tanto en él? Si tan solo la preferencia de Zero no hubiera influido en su decisión...
Su hermana... Aquella amorosa imagen  mayor se desvaneció cuando las perlas reaparecieron y en un rencoroso arrebato Kirinmaru las hizo desaparecer.
Aquel gesto la ofendió tanto que renegó de él como familia, ¿estas insignificantes gotas de sal valían los lazos de familia?
Luego la hija de Sesshomaru lo atrevesó con una hoja de energía que no hizo más que enfadarlo aún peor.

Una herida como esa se cerraría en menos de lo pensado, ahora, la herida que le infligió la otra niña era una ofensa para el mundo de los demonios, una humana controlaba el poder que merecían únicamente los altos rangos demoníacos. 
Los medio demonios no debían existir, la mayoría de espíritus centenarios concordaban en ello.
La sangre Taisho se mancilló con la traición de Sesshomaru, con la elección de Toga.
Ambas hermanas mostraban los rasgos humanos aún cuándo usaban sus poderes demoníacos, sinceramente era como ver una impureza en el firmamento de estrellas.

Y ahora la tal Beniyasha... Honestamente era la menos digna del trío pero la sangre que corría por sus venas no mentía, era la descendiente de aquel amigo que alguna vez apreció.
En esos malditos ojos dorados el recuerdo de Inu no Taisho vivía, en aquellas marcas moradas que adornaban su mirada venenosa.
Cuando uno de sus siervos le mencionó el nombre de Beniyasha le pareció exagerado aunque Totetsu murió en manos de la chica, además le robó la perla roja de su cadáver.

Ambas gemelas le habían dejado una marca en el rostro, Beniyasha lo quemó a fondo con la onda dragonica carmesí.
De cierta manera le pareció... Bonito.
El dragón que invocaba contaba con una furia en su fuego que lo envolvía demostrando así ser una bestia digna de admiración, la lealtad de Kurikaramaru se ataba a Moroha la cuarto demonio.
De nuevo la herida le dolió provocándole un pequeño quejido a la vez que un hilo de sangre manchaba su armadura.
Una risa irónica sonó desde la oscuridad de la habitación del trono.

—Mi señor va a manchar todo el barco si sigue obstinado en dejarla abierta.— mencionó un demonio apareciendo desde las sombras

—Ikeru, llegar en malos momentos se te ha hecho costumbre.— susurró el rey dragón apretando un puño

Ikeru se limitó a reír mientras abría un abanico de par en par para cubrir la mitad de su rostro.

—No me guarde rencor, por favor. He venido con la única intención de ayudar.— redobló el demonio menor reverenciándolo

—Los modales son para las épocas de paz, avisa a los demás, manten un perfil bajo. Si tengo que quebrar las líneas entre mundos no quisiera que los humanos se dieran cuenta.— ordenó Kirinmaru cerrando los ojos

—Mi señor, debería dejar que le revise la herida.— habló una sierva demonio cabizbaja

—En un momento, Kumo.—

—¡Vaya! ¿Acaso esta es la pequeña sierva de Kirinmaru?— voceó el otro observando a la demonesa la cuál le regresó la mirada con sus ojos grices como la plata —El señor de las bestias tiene buen gusto.— sonrió el incómodo enviado

—Ikeru.— le remarcó Kirinmaru a lo que el dueño del abanico se convirtió en una delgada nube de polvillo negro, desapareciendo sin previo aviso

—Kimi ha preparado todo como lo ha indicado.— volvió a decir ella sin levantar la mirada

—Bien, el abandono de mi hermana deja demasiados huecos que cubrir.— suspiró en hastío el rey de las bestias

—Haremos lo que está a nuestro alcance para complacerlo, de todas formas mi señor sabrá como apaciguar el corazón de su hermana.— habló sin emociones la sierva

Mitad humana, mitad reina. [Terminado] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora