XII. Garra

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La mañana llegó tan pronto como Moroha cerró los ojos en el cuarto de los  invitados acompañanda de Kimi.
En poco tiempo ella se transformó en su dama personal que la atendía y apoyaba, Moroha no lo reprochó ni dudó de ella ya que no tenía motivos para hacerlo, olía distinto a Kirinmaru.
El espectáculo fue bonito, la música alegre junto a las máscaras que bailaban la confortaron tan solo un poco ya que nada podía sacarle de la mente que mañana tendría que, tal vez no matarlo, darle una paliza a Ikeru.
Sin armas por primera vez Moroha supuso que tendría que usar las enseñanzas de la tribu, Koga le intentó inculcar la mayoría de movimientos que conocía en pos de darle una posibilidad de sobrevivir si alguna vez sus flechas fallaban y su espada se rompía.
Kimi le trajo el traje que usualmente vestía sin los guantes ni las tobilleras, eso fue un golpe sentimental para la chica quien además fue privada de usar el moño que representaba su lugar en la manada.
Con los puños cerrados Moroha se dirigía al jardín principal del castillo cuando el sol apenas tocaba el rostro del océano, los siervos se quedaban inmóviles observando su paso decidido, Kimi detrás con la preocupación en su gesto.
Kirinmaru tomó posesión del trono que Ikeru solía usar en sus jardines, con ojos cerrados, el perfil bajo.
Si tanto le interesaban estos duelos ¿porqué ahora demostraba frialdad ante las circunstancias?
Moroha arribó en silencio palpando sus garras, confiaba en ellas, debían responderle.

—Esto es un duelo de supremacía, una prueba de honor, una distintiva de sangre. Si en verdad eres la nieta de Inu no Taisho tu poder saldrá a la luz tal como tu padre antes de ti y tu tío, Sesshomaru. Enorgullece a tu clan...— exclamó el Daiyokai haciéndose escuchar en cada rincón del patio —Enorgulleceme.— susurró para si mismo, Moroha lo vio pero ignorándolo se centró en Ikeru que llevaba una sonrisa afable desde el otro extremo —Ikeru, despliega tu poder demoníaco sin conciencia, no me interesan tus técnicas ni tus movimientos, es la fuerza bruta lo que vale aquí. Si te contienes, si notó algo de piedad en tus ataques te mataré.— lo amenazó Kirinmaru haciendo que Ikeru sudara, conociendo la reputación del soberano lo haría sin dudar.

El rey de las bestias asintió dando comienzo al duelo.
Moroha era una chica que atacaba de frente, siempre primera en dar golpes antes que responder ataques, fue por eso que se lanzó con sus garras hacia el contrincante que únicamente sonreía.
No fue hasta que estuvo realmente cerca que el demonio de las flores sacó un abanico oculto que llevaba en la mangas del kimono, Moroha supo que algo malo sucedería.
Antes de alcanzarlo Ikeru batió el abanico hacia arriba indicando el cielo a lo que el suelo empezó a temblar y del mismo una enorme rama de espinas negras salió disparada intentando alcanzar a la cuarto demonio que la esquivó con suerte.

—¿Que rayos fue eso?— gritó enfadada estudiando la rama que se meneaba desde el agujero del piso

—Soy el demonio de las flores, algunas tienen espinas que lastiman pero supongo que eso ya lo sabía señorita, después de todo usted es igual a estas plantas: hermosa y letal.— moviendo el abanico la rama se extendió rápidamente tratando de alcanzarla pero Moroha la cortó al medio con las garras

Otras ramas brotaron del suelo con espinas negras que emitían una fuerte ráfaga demoníaca, en conjunto todas las ramas trataron de atacarla y de nuevo la cuarto demonio se defendió.

"¿Y tus habilidades? ¿Tratas de ser humilde?" Sonrió maliciosamente Kirinmaru disfrutando del espectáculo

—¡Garras roba almas!— gritó la chica de rojo mientras su iluminado ataque alcanzó a todas las ramas a la vez convirtiéndolas en cenizas negras

—¡Que bien! Supongo que el señor Kirinmaru debe estar complacido— enunció Ikeru antes de levantar el abanico, las ramas de espinas negras se levantaban esta vez más grandes que las anteriores dificultándole los movimientos

Mitad humana, mitad reina. [Terminado] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora