24. El Secreto de Kalu

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Maximiliano Torres:

—¿Qué es lo que quieres está vez, Kalu? —Cuestioné una vez que estábamos dentro de la oficina del hotel, lo cual hizo que él me viera fijamente antes de cambiar su expresión por una más serena. 

Como si por fin pudiera mostrar su verdadero yo. 

—Ella es la hermana menor de Geovanna Sullivan, ¿Cierto? —Dice, lo cual hizo que lo viera fijamente por varios segundos mientras pensaba en cómo él era conocedor de ese hecho. Y antes de que pudiera decir algo al respecto, él lo hizo. Tomando mi silencio como una clara respuesta de que así era—. Lo es. Ella es su hermana menor. 

—¿Y qué si lo es? Solo fue una asistente más del montón —mentí, sabiendo que no ganaría nada con decirle la verdad. Pero al ver su expresión, supe que no me había creído nada. 

—No intentes engañarte más, Maximiliano. Tampoco intentes tapar el sol con un dedo. Yo sé muy bien lo que ella significó para ti y viceversa. Así que deja ese juego y empieza a hablar con la verdad.

Antes de que pudiera decir algo lo miré sentarse sobre el sillón que estaba a su costado izquierdo, dejando la vista en algún punto fijo de la oficina mientras parecía pensar en algo. O más bien, mientras recordaba algo, lo cual me hizo pensar en sí él y Geovanna se conocían. Porque de ser así, ¿Cómo rayos sucedió eso? 

—¿Tú la conocías? —Es lo único que acerté a decir, pues la curiosidad pudo más que cualquier cosa. Pero al ver su sonrisa de lado y la manera en la que sus ojos se cristalizaron, supe que efectivamente se habían conocido. 

—No me arrepiento de nada, ¿Sabes? Salvo de no haberla podido salvar ese día —confesó, lo cual logró que me sentara frente a él para poder escuchar su historia, pues algo me decía que ellos tuvieron más que un simple encuentro—. ¿Recuerdas la última fiesta que hizo tu padre? —Preguntó, haciéndome recordar esa noche. 

—Claro, fue un mes antes de que ella muriera —cedo, sintiendo un sabor amargo en la boca con tan solo decir ese hecho. 

—Bueno, esa misma noche me adentré a la oficina de tu padre por petición del mío. Mi padre decía que tú padre nos estaba estafando y que se estaba quedando con más dinero del que nos daba a nosotros. Así que su plan perfecto fue mandarme a la cueva del lobo, logrando que casi me maten esa noche —dijo antes de reír escasamente, soltando un suspiro largo antes de seguir hablando—. Cuando salí de la oficina, mi corazón latía a mil cuando tú padre entró y llamó a sus guardias, sabiendo que alguien había entrado a registrar su oficina y que se había llevado algo importante. 

—Adivino, fuiste tan idiota como para llevártelo sin ser cuidadoso, ¿Cierto? —Pregunté, pero a juzgar por su sonrisa, algo me decía que tenía razón. 

—Sí, así que sabrás que estaba completamente asustado. Era un pequeño niñato que solo trataba de enorgullecer a su padre —confesó, pero por su tono de voz, supe que realmente no lo había logrado—. En fin, intenté irme antes de que registraran a todo el mundo, pero mi nerviosismo era tal que no lo logré. Claro, en ese momento no creí que pudiera salir vivo de allí, pero gracias a Geovanna lo logré. 

—¿Cómo? 

—Usando un pasaje secreto que daba directo a la calle de atrás. De no haber Sido por ella, mi hijo se hubiera quedado sin padre. 

—¿Hijo? —Repetí, pues recordaba a la perfección que él no tenía ningún hijo.

Digo, ni siquiera estaba casado como para que dijera eso. Así que una pequeña brecha de desconfianza se abrió pasó dentro de mí, creyendo que lo único que estaba haciendo era ganarse mi confianza para conseguir que lo ayudara. 

Deseo PeligrosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora