Grace Sullivan:
—¡Vamos Gustavo! ¡Sal ya del baño! —grité furiosa al ver que llevaba más de media hora ahí adentro.
—¡Ya voy! —gritó de vuelta él al escuchar como mis manos golpeaban con fuerza la puerta del baño. Al estar afuera me miró furioso—. Eres insoportable la mayoría de las veces, ¿Sabías?
—Sí, ahora hazte a un lado —dije antes de pasar por su lado y cerrar la puerta frente a su cara.
—¡Me iré sin ti! —amenazó.
—¡Pues que te vaya bien! —dije como si no me importará, porque la verdad es que no lo hacía.
Unos veinte minutos después salí de mi habitación completamente cambiada y arreglada, viendo que, efectivamente, Gustavo se había ido a trabajar sin mí.
—Infantil —dije al ver que había hecho una cara graciosa frente al espejo que estaba en la entrada, ya que siempre solía verme ahí antes de salir.
Una vez que tuve mis llaves en mano, salí de mi apartamento mientras tarareababa la canción que había estado escuchando el día de ayer junto a Gustavo.
Y una media hora más tarde estaba subiendo por el ascensor de la empresa mientras repasaba los apuntes que, la señora Marga, me había dado el día anterior luego de explicarme en qué consistía mi trabajo. El cual parecía simple por la forma en que lo explicó, pero el cual sabía que sería muy cansado y difícil de hacer.
—Buenos días —saludó un señor mientras vestía un traje completamente negro.
Su cabello iba peinado había atrás y este era agarrado por una banda elástica para el cabello, lo cual demostraba de que largo lo tenía. Su tez era pálida y sus ojos eran negros, sus labios eran rosados y parecía tener unos hoyuelos que, a pesar de no estar sonriendo, se le veían un poquito.
Desvíe la vista al ver que él me miraba de reojo mientras alzaba una ceja al darse cuenta de mi escrutinio.
—Buenos días —tardé en devolver su saludo, lo cual lo hizo sonreír ampliamente antes de asentir con la cabeza.
Cinco minutos después el ascensor se abrió en mi piso, por lo que suspiré de alivio al ver que el chico se quedaba atrás. O al menos eso pensé porque al voltear, él estaba a un paso de mí.
—¿Sucede algo? —cuestionó al ver que yo no avanzaba para nada y tampoco le dejaba avanzar a él, quien estaba entre la puerta del ascensor y el piso 15.
Así que de una manera torpe avancé dos pasos, provocando que mis pies chocarán entre sí y que cayera de rodillas al suelo.
—¡Rayos! —exclamé al sentir el dolor en mis piernas.
—Deje la ayudo —ofreció, y aunque parecía que esto le daba un poco de gracia —pues él estaba sonriendo de una manera un poco discreta— hizo todo lo posible para dejar de sonreír—. ¿Quiere que llamé a…?
—¡Estoy bien! —grité sin pensarlo, ocasionando que algunos de los que pasaban por allí se fijarán en nosotros.
—De acuerdo —dijo antes de soltar mis brazos—. Entonces que tenga bien día —y sin nada más que decir, siguió su camino como si nunca se hubiera detenido a hablarme y ayudarme.
Y yo, mientras lo veía irse, pensaba en lo estúpida que me había comportado con él.
Porque, ¿Acaso esto podía ser más humillante?
Esperaba que no.
Luego de unos segundos seguí con mi camino, sin darme cuenta que era el mismo camino por donde se había ido él. Así que al llegar a mi pequeña oficina y ver a Marga entrando a la oficina del señor Maximiliano con dos tazas, lo primero que pensé es que el señor tenía una cita previa de la cual no sabía nada. Pero luego de unos diez minutos me di cuenta que se trataba del mismo señor de antes.
El que me ayudó cuando salí del ascensor y me caí.
—¿Ya te vas? —Le cuestionó Marga al verlo salir rápidamente de la oficina.
—Tengo asuntos que resolver en la empresa —le respondió de manera gentil, mostrando que llevaban mucho tiempo de conocerse.
—Tú y tu hermano son iguales en eso —comentó, haciéndome abrir los ojos al ver que, ese hombre apuesto, era el hermano mayor del señor Torres.
Y hasta ese instante me di cuenta de su parecido. La única diferencia es que el señor Torres tenía la piel un poco bronceada y el cabello corto. Eso y que él era más serio de lo que parecía ser su hermano mayor.
—¿Sabes quién es la señorita Sullivan? —preguntó con mucha curiosidad, agachándose un poco para poder hablar a la misma altura de la señora Marga.
—Es la señorita que está detrás de ti —respondió, y cuando él me vio, sonrió de lado antes de agradecerle a ella para poder acercarse a mí.
—Así que eres tú —dijo, y por alguna extraña razón, sentí que esas palabras tenían doble significado.
Lo único es que no sabía cuál era su significado oculto. Pero eso daba igual cuando algo me decía que, de alguna manera, quedaría atrapada entre esos dos.
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Gracias por leer ❤️

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Deseo Peligroso
RomanceMaximiliano Torres solo tiene dos reglas que debes cumplir si deseas trabajar con él. La primera: Debes hacer todo lo que él te diga que hagas sin oponerte y sin decir nada al respecto. Mucho menos preguntar la razón por la cual debes hacerlo. La...