27. A Salvo

1.5K 113 1
                                        

Grace Sullivan:

Lo último que supe antes de desmayarme era que Gu había entrado al apartamento. Por eso al despertar y hallarme dentro de una habitación completamente diferente a la mía, me alarme. Rebuscando con mis ojos la puerta de salida y hallando la misma a pocos pasos de un señor canoso que terminaba de colocarle algo al suero que tenía por medio de una intravenosa en mi brazo izquierdo. 

Lo miré con un poco de desconfianza antes de que mi amigo, Gu, apareciera en mi campo de visión al salir de lo que, parecía, era un baño. 

Miré como terminaba de frotarse una toalla sobre su cara y como se detenía al verme despierta, observando seguidamente al doctor que simplemente siguió haciendo lo suyo. Casi como si ya supiera lo que estaba por venir. 

—Por un momento me pregunté de quién era esta horrible habitación —murmuré, esperando cambiar su expresión que, claramente, era de cansancio y preocupación. 

Noté como su cabello negro caída de forma desordenada sobre su frente y por primera vez fui consciente de su estado completamente desaliñado. Casi como si hubiera permanecido así por un par de días. 

Quizá eso explicaría lo que llevaba en mi mano derecha.

—Ven aquí —le dije al ver cómo sus ojos se colocaban un poco cristalinos, extendiendo mi brazo izquierdo para que pudiera acercarse y darme el abrazo que, sabía, ambos necesitábamos para sentirnos seguros y a salvos. 

Por eso, luego de que le diera una mirada rápida al doctor y éste mismo le confirmara con un breve asentimiento de cabeza que podía acercarse, Gustavo no dudó en abalanzar su cuerpo contra el mío para abrazarme y refugiar su cara entre el hueco de mi cuello y la almohada. Aspirando de esa forma mi aroma que, suponía, no debía ser el mejor de todos. 

—No vuelvas a hacer eso —murmuró justo cuando el doctor salía de la habitación, dándonos de esa forma un poco de privacidad. 

—Estoy bien —dije, siendo consciente de su preocupación. 

—Hablo enserio, Grace —dijo él luego de alzar su cabeza para verme fijamente a los ojos, dejándome ver que no lo decía solo porque si—. Si vuelvo a encontrarme una escena como está, independiente de donde sea, no dudaré en darle un disparo en la cabeza a tu jefe. 

—Así que lo viste —dije nada más antes de enfocar mi atención nuevamente en él—. Espera, ¿Cómo es que…?

—¿Sigo vivo? Quizá porque me reconoció. Ese jefe tuyo debe saber cada pequeño detalle de tu vida, porque al entrar y reconocerme, guardó su arma dentro de la pretina de su pantalón —bajó su vista a mis labios—. ¿Sabes lo preocupado y molesto que estaba al verte casi del todo desmayada a pocos pasos de mí? —alzó la vista—. Enserio quise matar a tu jefe. Es más, estuve a nada de hacerlo. 

—Pero no lo hiciste. 

—Porque priorice tu bienestar antes que cualquier cosa —aseguró, lo que me hizo sonreír antes de sentir como volvía a la posición de antes—. Pero parece que tú no lo hiciste. Fue un alivio que supieras usar ambas manos y que eso te ayudará con el arma, pero por favor, intenta no dañarte otra vez la muñeca o cualquier parte de tu cuerpo —pidió, y de no haber sido por el pequeño rastro de preocupación que empleó para decirlo, quizá no le hubiera creído. 

Pero sí le creía y sabía que esta vez lo decía muy, muy enserio.

—Lo haré. Intentaré no ponerte en una situación cómo está otra vez —acaricié su brazo y sentí como su mano izquierda se aferraba con más fuerza a mí cintura. 

—Ten por seguro que si un día de estos me muero del susto, vendré a jalar tus pies —me miró al sentir como me reía ante eso—. Lo digo enserio, señorita Sullivan. 

Deseo PeligrosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora