18. Pregunta.

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Maratón 1/2
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Grace Sullivan:

Los fuertes sonidos de la puerta principal lograron que me despertara, lo que me hizo soltar una maldición al ver que a penas iban a ser las seis de la mañana cuando un loco estaba llamando a mi puerta. 

Con pereza me levanté de mi suave y tibia cama y caminé hasta el recibidor, preguntando con voz fuerte quién era y obteniendo así una respuesta por parte del idiota de Gu. 

—Me olvidé las llaves ayer cuando salí —fue lo primero que dijo al verme, sabiendo que por mi expresión no estaba muy feliz de ser despertada a esta hora. Máxime cuando el día de ayer había venido a las dos de la madrugada a mi casa—. ¿Por qué te ves como si alguien te hubiera golpeado noche? —Cuestionó tras cerrar la puerta principal y seguirme a la sala, lugar donde me acomodé para seguir durmiendo. 

—Quizá porque sí me golpearon —dije con obviedad, reparando en el hecho de que quizá tenía mi cara inflamada—. Como sea, ¿No era mejor llamar que tocar como loco la puerta? 

—Lo hubiera sido si aún tuviera carga —respondió, mostrándome su teléfono en el proceso—. Pero admito que también quería ver tu bella cara. Hace rato no te veo por mucho tiempo. 

Después de orilo decir aquello, lo miré fijamente antes de levantarme del sillón individual y abrazarlo, sintiendo comodidad una vez que ambos nos sentamos en el amplio sillón. 

—No sabía que el pollito extrañaba a la mamá gallina —dije con voz tierna, ocasionando que él riera ante eso. 

Lo que me hizo sonreír, pues amaba escuchar su risa y como se sentía la misma cuando tenía mi cara contra su pecho. Pero luego mi gesto cambió al sentir el olor a un perfume de mujer y alcohol. Porque según yo, él venía de trabajar. 

—¿Anoche saliste con alguien? —Interrogué, alzando un poco la cabeza para ver su expresión divertida. 

—Te habías tardado en preguntar. Pero sí, salí con alguien. Por eso vine a esta hora —afirmó, por lo que solo asentí con la cabeza antes de acomodarla nuevamente sobre su pecho. 

—¿Y es bonita? —Quise saber, pues raras veces sabía que él salía con alguien. 

—Lo es, pero no tanto como tú —cedió, ganándose un golpe de mi parte por dicha respuesta—. Auch, lo digo enserio. Eres hermosa. 

—Lo sé, pero no me compares con tus conquistas. Para ti, ellas deberían ser más bellas que yo si planeas salir con ellas. De lo contrario, solo estaremos en problemas. 

—Si el problema eres tú, quiero ser yo quien lo resuelva —dijo coqueto, alzando varias veces las cejas para dejar en claro su punto. 

Y como no tenía ánimos para sus bromas, me levanté del sillón y me dirigí a mi habitación. Escuchándolo reír por mí reacción. 

Solté un suspiro al cerrar la puerta de mi cuarto y luego sonreí debajo de mis sábanas. Pues por alguna razón el escuchar este tipo de cosas de él, me emocionaba. Por no decir que me encantaban.

[…]

A las dos de la tarde estaba moviendo el carrito de las compras por el pasillo de las carnes, viendo detenidamente cada producto para ver cuál me llamaba la atención. Miré el de chuleta ahumada y tomé un paquete, pensando si nos alcanzaría para los dos ya que ambos teníamos mucho apetito. 

Dejé tres paquetes dentro del carrito y avancé hasta donde estaba Gustavo viendo el pollo en barbacoa, sintiendo un revoltijo en el estómago al ver lo delicioso que se veía ese pollo. Así que sin pensarlo mucho, tomé dos paquetes y los coloqué en el carrito, viendo como Gu me sonreía con felicidad. 

—Pareces un niño pequeño —comenté al verlo, ganando así que su sonrisa se expandiera mucho más. 

—¿Qué puedo decir? Me alegra que seas tú la que paga las compras de este mes —me miró—. Eso de tener un trabajo con buena paga si que hace feliz a las personas. 

—En especial a ti. —Dije, pues con solo verlo era más que obvio que eso era así—. ¿Nos hace falta algo? —Cuestioné mientras veía todo lo que llevábamos, pues por alguna razón sentía que no llevaba algo importante. 

Gustavo sacó el papel con el listado de las compras y sonrió al corrobora todo. 

—Según esto llevamos lo necesario para este mes. Pero supongo que te faltan tus toallas sanitarias —Me miró—. ¿O es que aún tienes en casa? —Cuestionó curioso mientras alzaba un poco más la voz, logrando que una pareja de ancianos se fijará en nosotros. 

—¿A caso quieres que todos los sepan? Baja la voz —exigí antes de dejarle el carrito a él e irme específicamente hacia ese pasillo, buscando la marca que siempre solía usar y las que, de vez en cuando, Gustavo compraba para mí. 

Pero por más que busqué, no encontraba el paquete. Así que mi ceño se frunció antes de que alguien colocara unos cuantos paquetes frente a mí. 

—¿Buscas estos? —Cuestionó con calma, logrando que volteara a verlo. 

—Sí —respondí luego de ver su cabello rizado, su tez morena y su sonrisa brillante. 

Aunque bueno, no es como que tuviera brillantina en los dientes. Pero para mí era radiante y sexy esa sonrisa. Así que no juzguen, solo disfruten y ya. 

—Puedo darte solo dos paquetes, los otros me los quedo —informó, consiguiendo que lo viera con un poco de confusión. Cosa que él pareció entender pues me comentó que eran para su hermana que lo esperaba en casa. 

—Bueno, para la próxima, éstas están al final del pasillo —señaló, a lo cual asentí con la cabeza pues no había buscado en ese sector—. Me retiro entonces. Que tengas buena tarde. 

—Igualmente —dije sonriente antes de verlo irse hasta la caja más cercana. 

—Uy, pero para coquetear con toallas sanitarias si quer eres una experta —dijo divertido Gustavo, apareciendo a un costado—. ¿Quién es? 

—¿Quién? ¿Él? —Dije como si no entendiera eso, lo cual hizo que él alzará una ceja hacía mí. 

—Pues supongo que él era el único hombre con quién hablabas. Así que sí, él. ¿Quién es? 

—No lo sé —admití, pues ni siquiera había preguntado su nombre—. Pero ya que tengo esto, ¿Pagamos? Muero por comer ese pollo en barbacoa. 

Y sin nada más que decir, nos acercamos a la caja para pagar. Llegando a nuestra casa después de treinta minutos. Pero mientras guardaba las cosas en la cocina junto a Gu, este hizo una pregunta un tanto extraña.

—¿No has pensado en que quizá no todo aquel que te habla lo hace para bien? —Preguntó, logrando que lo viera fijamente. 

—¿Eso a qué viene? ¿Es por lo que pasó antes? —Asintió con la cabeza, viéndome de igual manera—. No estarás celoso, ¿O si? 

—No es tanto eso. Si no más bien… No quiero que termines con un mal hombre. Ya sabes, de esos que fingen ser buenos pero a la vuelta de la esquina son un asco de gente. 

—Entiendo —dije, pues sabía que él tenía razón en eso—. Pero de todas formas, no es como que pueda saber con exactitud cómo es cada persona. Para ello, debo al menos conocerlas. Si me cierro a eso, jamás encontraré a un buen hombre. 

—Pero me conoces, así que no deberías seguir buscando —bromeó, aligerando de esa forma el ambiente. Pero permitiendo que una pregunta se abriera paso por mí cabeza. 

Porque si decía que debía conocer a las personas para saber cómo eran, ¿Entonces por qué no lo estaba haciendo con mi jefe y su hermano?

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¡Hay otro capítulo después de éste!

Deseo PeligrosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora