Mientras una chica de cabellos cobrizos caminaba entre el frío. Dos personas se contemplaban congeladas en la misma habitación, aún teniendo la ventana cerrada y la calefacción.
—¿Estás bien, Luca? —preocupada, Betty se levantó de la silla donde se había quedado paralizada. Pareciera que a ella le había caído el libro realmente.
A diferencia de ella, Luca permanecía quieto sobre sus pies, analizando la situación aún mirando su mano, con la que había intentado detenerla en vano.
—Ella... Ella se ha enfadado —pronunció con titubeo, mientras acariciaba la pulsera de su muñeca.
—No, por supuesto que no Luca —ella le rodeó y lo llevó hasta la cama donde se volvieron a sentar—. Tú sabes cómo es de insegura.
—Ese es el problema, Betty —volteó su mirada entre lágrimas hacia los ojos marrones de ella. Sintieron dolor mutuo—. Ella querrá saber antes o después que ocurre, y esta vez no podremos darle esquinazo.
—O sino la perderíamos... —Betty, también se miró la pulsera de la amistad que portaba. Y luego la dirigió hacia las Vans firmadas por Atenea y el pelinegro.
—Sus padres nos prometieron que nunca diríamos nada sobre ello. Nunca lo mencionaremos —ahora era él quien miraba hacia la estantería, específicamente al libro azul-. Entonces, por qué Betty, ¡Por qué cojones tienes el ejemplar a plena vista!
—¡Yo que sé, donde cojones quería que lo pusiera! —ella se levantó encabronada dirigiéndose a él que aún seguía con el rostro escondido entre sus manos.
—¡En el cajón de las bragas, yo que sé! —él también se levantó, y encarado, agarró una vez más el ejemplar. Se disponía a tirarlo al suelo con todas sus fuerzas, pero al leer quién era esa persona se derrumbó una vez más.
—Vamos Luca, tú eres nuestro chico de los chistes. Aplica la forma en que nos haces reír a tí... —le consoló mientras le acariciaba el pelo. Siempre le había gustado que lo hicieran.
—Seré el chico de los chistes, pero yo también estoy roto por dentro como todos. Saco sonrisas, porque no quiero que nadie se sienta mal. Pero después, estoy igual de devastado —su amiga, aunque no lo viera él, sonrió. Y no lo hizo por su situación, lo hizo por saber que Luca confiaba en ella para contarle algo tan personal como era aquello.
—Pero, aún así... Siempre serás nuestro superhéroe y no sabríamos qué hacer si tí. Aunque solo seamos tres personas rotas intentando ayudarnos.
—Lo sé, Betty —él levantó la mirada hacia la de ella, y se abrazaron con fuerza—. Ahora, por favor, ¿Me puedes indicar dónde están los pañuelos?
—Ven tontorrón, arriba —ella le ofreció la mano y él la aceptó para levantarse. Pero justo cuando él se sonaba la nariz, los hermanos pequeños de Betty entraron por la puerta con los sandwiches.
—¡A merendar, hermanita y Luca! —vociferó Ophelia con el plato con cuatro de ellos mientras que Ash llevaba unos refrescos. Pero se detuvieron al ver el ambiente algo tenso—¿Ha ocurrido algo, hermanita?
—No, no te preocupes Ophelia. Todo está ahora bien.
—Vimos antes salir a Atenea, se veía mal. ¿En serio está todo bien? —cuestionó ahora Ash, dejando los vasos y el refresco sobre el escritorio.
—Solo discutimos, pero nada grave —respondió Luca fingiendo una sonrisa y despreocupación, mientras tiraba el pañuelo en la papelera.
—Y entonces, ¿Qué hace el libro de Rhys en el suelo? —Ophelia lo recogió con delicadeza tras dejar el plato de sándwiches junto al refresco— Luca, ¿Me ayudas?
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Fuera de mi pecera
Teen FictionLas personas somos bichos raros, complicados, y hechos mierda por dentro. Algunas personas son como Atenea. Una guerrera soñadora que vive en una mentira, y ahora se encuentra encerrada en su propia cabeza. En su propia pecera. Otras son como Luca...