<Atenea>
Aquella mañana había decidido salir a dar un paseo, disfrutando de la soledad, de esa que no te afecta al corazón sino lo alegra. Mamá había preferido quedarse en casa, pero a mí no me apetecía.
Había pensado tal vez ir a una cafetería cercana o tal solo hacer turismo por el lugar, después de todo no acababa de conocerlo.
Es una pena que no existan los turismos internos. Una persona que nos enseñe, antes de nacer, donde vamos a permanecer la gran mayoría del tiempo —nuestra mente—, donde viviremos metafóricamente, lo bueno y lo malo de ahí dentro, nuestra historia... Tal vez vendríamos al mundo menos ciegos a la hora de vivir. A lo mejor, no tomaríamos tan malas decisiones.
Al final, tomé la opción más ridícula: sentarme en unos de los columpios rodeada de niños pequeños mientras escuchaba música y leía un libro online, balanceándome con suavidad.
—¿Podría dejarme el columpio, por favor? —me preguntó una pequeña niña rubia con dos coletas con lazos azules haciendo juego con su vestido.
Apenas había llegado al segundo capítulo cuando me interrumpió, incluso cuando había otro al lado de mí vacío —tal vez tendría algo que ver el hecho de que estuviera un poco roto el tablón.
—Podrías esperarte un momento pequeña, déjame acabar al menos el capítulo uno del libro —dije un poco incómoda, apagando la música.
—¿Puedes leer en esa cosa? —señaló confundida.
—Claro, de esta manera no gastas papel y no haces daños a los árboles.
—Mis hermanos son malos —me quedé perpleja ante esa declaración—. Hacen daño a los árboles, ¡Deberían de ir a la cárcel!
La pequeña niña, de máximo cinco años, comenzó a gritar enfurecida insistiendo en que me levantara de ahí. Ya no quería la atracción, sino que me quejara de eso con la policía.
—¡Mi hermano debería de ir a la cárcel, por maltratar árboles! —la gente comenzó a mirarnos y cuchichear entre ellos.
—Eh, eh, alto ahí pequeñaja —dije guardando el teléfono en el bolsillo de mi bolso y bajándome del columpio
—¡Deja de decirme pequeñaja, me llamo Lana!
—Vale, vale —me agaché al nivel de la niña y le comencé a hablar con tranquilidad— Lana, dime, ¿Dónde están tus hermanos?
—¿Para qué quieres a mis hermanos? ¿Es para ir a la policía?
—Amm... No —la pequeña puso cara de decepción—. Verás, pienso que antes debería de hablar con ellos y decirles lo que ocurre, entonces si ocurre algo más grave pues ya iríamos a la policía —le mostré una sonrisa de oreja a oreja, que en mi opinión, más que agradar daba miedo pero parece que a Lana le convenció.
Nunca supe tratar con niños pequeños, sobre todo porque nunca fueron mi fuerte. Desde pequeña, siempre me he criado con personas mayores que me cuidaban a mi pero jamás fue al revés... Cada vez que ocurrían cosas de este tipo, era un gran desafío para mí, como cuando di clase a esos diablillos.
Tiró de mi mano sin pronunciar ninguna palabra, la seguí un poco asustada por lo que podría pasar después, ¿Cómo se lo tomaran sus hermanos?, ¿Serían igual de simpáticos que la niña?
En un momento, cuando nos estábamos acercando a uno de los grandes almendros de la zona, la niña se giró colocando su índice sobre una sonrisa pícara. Quería sorprenderlo.
Le hice caso y entre las dos, cada una por un lado, nos fuimos acercando con lentitud. Al final no era tan mala con los niños después de todo.
—¡Boo! —gritamos al unísono, cumpliendo nuestro cometido.
![](https://img.wattpad.com/cover/289908076-288-k883442.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Fuera de mi pecera
Genç KurguLas personas somos bichos raros, complicados, y hechos mierda por dentro. Algunas personas son como Atenea. Una guerrera soñadora que vive en una mentira, y ahora se encuentra encerrada en su propia cabeza. En su propia pecera. Otras son como Luca...