|Cap 15: El mensaje|

6 3 0
                                    

Mamá:

Hola hija, ¿Qué tal amaneciste? Espero que no te duela la cabeza. Tus amigos me contaron que te lo pasaste bien. Nos alegramos que sea así, que tú estado de ánimo vaya a mejor y te somos sinceros, esa es una muy buena razón para sonreír y celebrar. A veces es bueno despejarse con personas a las que quieres, pero también es bueno de vez en cuando recordarlo a los que también lo hacen desde la sobras de tu hogar, aunque este esté roto.

Nosotros te queremos Atenea, y aunque apenas lo demostramos siempre lo hemos hecho y lo seguiremos haciendo. Y tu padre y yo suponemos que a ti te pasa lo mismo, eres igual de cabezota que nosotros dos. Supongo que esa seria tu tercera herencia. La primera fueron nuestros ojos; cuando naciste, fue en lo primero que soñé antes de que los abrieras, y al final resultó que fue así, y no me arrepiento, tus ojos siempre me recordaron al día en que tu padre y yo nos conocimos: el 17 de octubre de 1984, un día azulado con algunas nubes grises. Y tu segunda herencia fue aquel peluche de conejo, tal vez ya no lo recuerdes pero lo amabas... Espero que algún día sepas de quien lo heredaste, seguro que te saca unas cuantas lágrimas y alguna que otra risa.

Tal vez este mensaje te llegué ahora pero puede que lo veas cuando ya sea demasiado tarde y no puedas hacer nada. La vida es una constante de arrepentimientos y consecuencias con las cuales convivimos, pero no podemos hacer más que eso: continuar viviendo. Guerrerita, quiero que sepas que eres muy fuerte, que siempre lo fuiste y por ello la razón de tu nombre. Tú nombre lo llevó una de las mejores diosas griegas, era la favorita de tú padre. Ya sabes cómo es él, siempre le gustó la historia y sobre todo la mitología en todas sus facetas. Tú padre siempre quiso ser historiador, y dar discursos a críos pequeños sobre todas esas cosas de las cuales uno se aburre al instante pero, créeme, cuando tu padre era quien las narraba, con aquella admiración, esa felicidad que transmitían sus ojos por cada palabra que soltaba con ilusión, y con esa pasión que ponía. Créeme, no te podrías aburrir.

Pero todas esas historias acabaron aquel 3 de febrero, cuando un día tu padre se levantó y no recordaba donde estaba. Yo pensé que solo era efecto de una resaca, ya que el día anterior había bebido con unos amigos para celebrar que uno de ellos iba a ser padre, así que no le di más importancia. Tú en aquel momento eras pequeña, así que tal vez no lo recuerdes. Pero tras un par de años después, aquel evento se volvió a repetir, y otra vez un mes después, y de nuevo en Navidad, y una vez más, y otra más algo más seguida.

En una ocasión, lo llevé al hospital para que le hicieran pruebas y llegarán a una conclusión de que le ocurría. Y tras meses y meses de pruebas, llegaron a la conclusión de que había comenzado a desarrollar alzheimer a una temprana edad, ya que solo tenía apenas los cuarenta. Y eso fue un chasco para todos, ya que poco a poco nos fuimos percatando de que su vida se le iba cayendo a pedazos. Cada recuerdo que habíamos vivido juntos apenas era una historia más de algún cuento, y si querías que él la recordase por un efímero tiempo se la tendrías que contar cada dos por tres. Al menos eso le sacaba una sonrisa, y eso nos alegraba a todos cuando sucedía, ya que últimamente era raro que lo hiciera. Cuando antes, siempre estaba riendo, haciendo bromas y era un hombre feliz. Y ahora, ahora solo quedaban las cenizas de lo que fue. Ahora solo era como un muerto viviente. Una vez leí en un libro que quien olvida es el que verdaderamente muere, y es lo que le ocurrió a tu padre. Y ahora, Atenea, ahora es cuando realmente ha muerto.

Hace unos cuantos minutos me lo han comunicado, que su corazón dejó de latir. Escuchar esas palabras me ha descompuesto el cuerpo y supongo que este mensaje causará lo mismo en tí.

Recuerdas que antes te dije que eras fuerte... Espero que esta situación la lleves de la mejor manera posible, que no seas derrotada en esta batalla, porque tu nombre es señal de fortaleza mi niña. Atenea, no dejes que esto ni nada acabe con tu vida. No acabes como yo, que ya no sé qué pensar. Te quiero cariño, me tienes a tu lado para lo que necesites y aunque pasen los años siempre estaré ahí. Y tu padre también lo estará, aunque no lo veas, ni lo sientas, no puedas hablar con él ni él contigo. Pero se que está a tu lado, lo presiento.

Espero que ahora vengas al hospital, necesito verte y abrazarte. Te quiero, Guerrerita.

Fuera de mi peceraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora