|Cap 19: Soy alérgica a las mariposas|

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<Betty>

Era un sábado familiar. Decidimos agarrar la vieja furgoneta del tío Jerry e irnos mis padres, mis hermanos y yo a una hermosa zona de picnic para pasar el día.

—¡Ash, no corras! —gritó Ophelia persiguiéndolo.

—¡Nunca me detendrán! —volvió la vista atrás a mirarla y por un momento temí por su vida.

—Tener cuidado, y no alejáros tanto —avisó mi madre colocando unos filetes en la barbacoa, entonces me miró— Betty, ¿Estás bien?

Alcé la vista del libro que estaba leyendo para mirarla, y ella con preocupación se agachó a mi altura.

—Hija, ¿Por qué no disfrutas de este lugar? Puedes dar una vuelta con tus hermanos, o simplemente explorar el lugar, tal vez hagas nuevos amigos.

Amigos. Mi madre no sabía de la disputa que tuve con mis amigos, para ella solo nos habíamos distanciado... Los echaba de menos.

—No tengo ganas mamá, estoy con la regla y me duele la barriga.

—¿Te has tomado alguna pastilla? En el bolso tengo Paracetamol.

—Vale, pero más tarde me la tomaré... Ahora puedo soportar el dolor —sonreí apenada, acariciando la zona del abdomen.

—Como quieras, si necesitas puedes irte a la furgo y estar más cómoda, apoyada en un árbol no es el mejor sitio.

—Va mamá. Avísame cuando esté el almuerzo... —y volví a adentrarme en la historia de Nosotros en la luna de Alice Kellen.

(...)

—Betty, ven a jugar con nosotros, por favor— rogó Ash con ojos de cachorrito y tirando de mi mano.

Yo continuaba ahí, fuera de todo. En un mundo en el que me había refugiado: la lectura. Tras discutir con Luca y Atenea comencé a devorar libros como si de galletas se tratasen.

Algunos se drogan, otros beben y yo leo... Leo para escapar, para ser libre de mi soledad y tener algo con lo que llenar mi vacío. Es cierto, disfruto leyendo, pero también lo hago por necesidad y aquello, no sé pero, me hace sentir mal.

—Betty, te necesitamos por favor —Ofelia sacó un pequeño libro llamado "Pequeños exploradores: fauna y flora" —Aquí dice que en esta zona se encuentran dientes de león entre otras flores que necesitamos encontrar para pegar en este libro.

—¿Y cómo pensáis pegar unas flores en un trozo de papel? —los miré quitándome los auriculares.

—Para eso existe esto —Jerry se acercó a nosotros con felicidad. En una mano sujetaba un botellín de cerveza y en la otra una pequeña cámara—. Betty, cariño sabes que ellos son pequeños así que la tendrás que usar tú.

—¿Lo dices enserio? —agarré la cámara de un tirón y la observé.

—Tan enserio como que tu tía está igual de buena que está cerveza— y le volvió a dar un sorbo—. Así que ya sabes lo que tienes que hacer.

—Joder —me quejé levantándome y dejando el libro encima de la mesa de picnic. Tras hacerlo, miré a los gemelos—. Bien, ¿Quién quiere una excursión?

—¡Yo, yo! —gritaron al unísono levantando la mano con entusiasmo.

—Pues adelante —sujeté sus manos y comenzamos a adentrarnos en el extenso bosque—... Vamos a buscar el maldito diente de león.

(...)

Adentrándonos en el frondoso bosque, comenzamos a hacernos pequeños arañazos con los espinosos cardos pero ningún diente de león aparecía en el camino.

Fuera de mi peceraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora