|cap 43: Reflejo de mi inseguridad|

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<Betty>

El aroma de la playa se impregnaba en mi nariz, al igual que el hundir mis dedos entre la templada arena, me producía un sentimiento de bienestar. De alejar esos pensamientos que, como olas, provocaron un vaivén en mi mente.

Pensar en mi mente como si fuera un mar, logró que me surgiera un gran sentimiento de escribir en mi confidente de hojas de papel encuadernadas.

Pero ahora no podía hacerlo, porque lo tenía a él a mi lado, agarrándome de la mano y acariciándola.

—Finneas —acabé pronunciando con suavidad, provocándome un cosquilleo en la boca, aferrándome más a la calidez de su roce.

Termine de esta manera con el rostro apoyado en su pecho desnudo, que subía y bajaba con una respiración suave, además de su manos rodeándome el cuerpo que tal inseguridad me creaba.

De nuevo ese mar mental atormentaba mi mente, con sus olas alocadas y sus vaivenes que tal daño me provocaban.

—Quiero que esto sea sempiterno... —me giré para poder ver su cara. Se encontraba sonriendo como un niño, y aquellas gafas de sol no me dejaban ver sus ojos, pero sabían que estaban cerrados. Era una singularidad de él: cuando sonreía de verdad, cerraba sus ojos.

—Recuerdo que esa era una de las palabras que decía constantemente Luca —dije con un toque de anhelo.

—Es un chico bastante sabio, se le ve desde lejos... —antes de acabar la oración, se giró alejarme de su cuerpo por un momento y nos pusimos de lado para contemplar nuestros rostros—Al igual que a tí, mi niña de los poemarios, swiftie y dientes de león.

Acabé sonriendo, sin poder contenerme reír un poco y abrazarle una vez más, a lo que él aceptó sin pensar.

Y antes de poder continuar con este momento, donde las pocas nubes comenzaban a teñirse rosadas, de nuevo esas olas rompieron con brusquedad dentro de mí. Demostrándome de nuevo la verdad de mis sentimientos, mi inseguridad, mi miedo, la razón de mis lágrimas en los últimos días.

Cosa que no se calmaría hasta sacar el tema de aquel día y tener fe en que se disolverán hasta hablarlo.

—Yo... —comencé susurrando pero de repente, se sentó para volver agarrarme las manos con cierto entusiasmo.

—Se me olvidó contarte antes sobre lo que me ocurrió los otros días.

Y con esa sensación de ahogo, me puse en su misma posición con una expresión neutra. Mi sonrisa se decidió esfumarse, aunque no lo notó.

—Volví a encontrarme con aquella chica que te mostré aquel día en la casita del árbol —soltó con felicidad, y cerrando sus ojos al sonreír.

Mierda, mi frágil corazón.

—¿Lo dices enserio? —pregunté intentando imitar su ilusión. Afirmó con la cabeza— Me alegro tantísimo. Cuéntame sobre ella, ¿Cómo tal?, ¿Ha cambiado mucho?, ¿Qué tal te fue?...

—Creo que deberíamos ir más despacio, sino se me acumulan las preguntas.

Permaneció en silencio por unos cuantos segundos, sonriendo con una media luna sin apartar los ojos de los míos, hasta que acercó sus labios a los míos con cierta fuerza que me sorprendió.

Le miré confundida al apartarse. Sinceramente, mis dudas me tenían tan ciega que cualquier gesto de amor de aquel tipo me resultaba raro o incluso sospechoso.

—¿Te he dejado sin palabras? —rió con su típica singularidad y volvió a besarme de nuevo, de forma corta pero repleta de cariño, y comenzó a hablar— Verás, yo estaba esperándote a que llegarás cuando de repente siento una mano tocarme el hombro y su vocecita preguntar "¿Finn?", así que me giré rápidamente y al verla... Joder, había cambiado tanto y a su vez, cuando comenzamos a hablar me di cuenta que seguía siendo la misma adolescente de siempre —acabó de resumir sin poder dejar de sonreír, se le notaba tan feliz.

Fuera de mi peceraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora