<Atenea>
Con el alba, mis ideas se aclararon. Había pasado tiempo desde que, observando un álbum de Rhys noté que tenía, entre otros, un tatuaje de una ola en el costado... En honor a él, me la iba a tatuar junto a un pez payaso.
Violet nos pagó lo suficiente para que pudiera hacerlo, a fin de mes... Ella seguía sin saber quién era aquel pelirrojo y porque realmente me fui, aunque ya nos hemos convertido en buenas amigas, no estoy preparada.
—¿Era hoy cuando vas a hacerte eso? —preguntó en el desayuno, mi madre.
—Sí, por fin estoy mentalizada... O eso pienso —respondí no muy segura de lo que acababa de afirmar, a decir verdad, no lo estaba.
—Bueno, si te pones a llorar nadie se dará cuenta de que sea por lo que habrá debajo de la tinta... Pensará el tatuador que es por otro dolor.
Sonreí, porque de alguna forma me estaba animando y además, el pensar que en menos de cinco meses habíamos vuelto a ser una. Volver a tener esa conexión que teníamos cuando era más pequeña... Tenía un gran hombro en el que llorar, que siempre es necesario.
—¿Quieres ir conmigo? Creo que tengo dinero suficiente para pagarte un tatuaje pequeño de algo que te recuerde a papá.
Me sonrió, con las lágrimas entre saltadas al oír esas palabras. Accedió con la cabeza y su voz, diciéndome: " a él le fascinaban los T-rex".
(...)
—Sabes, hace días pedí cita... Aunque no estuviera mentalizada, sabía que si lo hacía ya no me echaría atrás.
—Chica inteligente —me atrajo hasta ella, envolviéndome en sus brazos—. Atenea, él te quería mucho... Y papá también, aunque nunca lo llegó a demostrar tanto como hubiera querido. Se olvidó de muchas cosas, pero nunca de amarte.
—Lo sé mamá, no le tengo rencor aunque hace un tiempo no soportaba aquel desinterés. No sabía la verdad, después de todo.
—Hablando de la verdad... Betty y Luca lo saben —agaché la mirada con culpabilidad.
Habíamos estado hablando de vez en cuando, descubriendo así que Betty estaba en una relación a través de unas fotos. Se le veía feliz, al igual que Luca siendo voluntario en el refugio.
Tal vez solo sean apariencias. Momentos atrapados en un segundo en muchos píxeles que captan un tono de felicidad en una mueca.
Puede que la única luz de esa vida sea la del flash en ese momento, después no necesitaría aparentar, porque en la oscuridad no se distingue nada.
—Estás divagando mucho... ¿Segura que quieres tatuarte?
—No, no. No pensaba en eso, sino en mis amigos —le miré de nuevo—. Si tanto coraje me dio vivir en una mentira, tal vez debería dejarla con ellos también.
Ella me sonrió con cariño y colocó su mano en forma de apoyo sobre el hombro, el cual acarició con el pulgar.
—Será lo mejor... Eres muy valiente. Como escribió tu hermano: "Las olas resisten ante la tempestad. Se descontrolan, rompen y vuelven a la calma... Somos olas, que compartimos agua del mismo mar".
—Él podría haberse dedicado a las letras. Se le daba bastante bien... —alcé mi vista al frente, observando que el local al que nos dirigimos estaba cerca.
(...)
Salimos un tiempo después, doloridas en las zonas dañadas y ahora, cubiertas de tinta que ilustraban nuestro verdadero dolor.
—Al final no fue para tanto —sonreí, secándome unas pequeñas lágrimas que aún se resbalaban en mi rostro.
—¿Cómo que no fue para tanto? Y el pequeño berrinche que has armado donde se queda.
—Mamá por favor, la zona de las costillas es una de las más dolorosas. Además es mi primer tatuaje...
—Me recuerdas tanto a mí... —pronunció observando su muñeca con aquel dinosaurio de tinta— Yo cuando me hice mi primer tatuaje estaba igual que tú mientras me lo hacían, de hecho veía en el tatuador desespero pero aguantó como un verdadero profesional.
—¿Tienes más tatuajes? No lo sabía, pensé que este era el primero.
—Hay tantas cosas que no sabes —se sentó en un banco, para agacharse el calcetín y dejar visible una pequeña vela minimalista.
—¿Qué significa?
—Me la hice con unas amigas cuando tenía tu edad más o menos. Las cuatro nos conocimos cuando en un restaurante, nos dejaron a todas colgadas en nuestras citas. Los camareros hicieron un chiste sobre eso y así nos conocimos. Por ello la vela.
—¿Y te sigues llevando bien con ellas? —aún sentadas en el banco le pregunté interesada.
—Que va, hace tiempo que nos distanciamos. La última vez que supe de ellas, supe que una de ellas se había casado, y las otras dos iban a ser madres de nuevo. Desde hace años... —acarició el tatuaje con cariño y continuó—. Pero no me importa, supongo que los tatuajes no deben de ser tristes sino felices, por los recuerdos que guardan que solo sabes tú. Porque los tatuajes son subjetivos.
—¿Qué hacía que el T-rex fuese su dinosaurio favorito?
—En unas de sus primeras expediciones, pudo observar desde cerca un fémur de este dinosaurio. Y más tarde como si fuese un puzzle, pudo observar como lo colocaban para formar el esqueleto entero. Según él, fue fascinante... Y así fue como se volvió su favorito, para luego volverse el mío también.
Su voz acabó por quebrarse mientras me abrazaba. Algunas personas se quedaban mirando preocupadas, pero le hacía señas con la mano de que no pasaba nada.
—¿Mejor? —le susurré tras unos segundos así, hasta que el abrazo se volvió incómodo.
—Sí, solo necesitaba un abrazo —me dió un beso en la mejilla y se retiró para levantarse algo más animada— ¿Quieres ir a almorzar fuera?
—Me parece bien, vayamos a donde tú quieras.
(...)
Cuando nos encontrábamos acabando de comer, me surgió una duda mientras aún dolía el tatuaje.
—¿Por qué Rhys decidió tatuarse una ola?
—Por su libro, el cual era muy importante para él —bebió un poco de agua y comenzó a reírse.
—¿Qué ocurre mamá? —pregunté riendo.
—Me imagino que no te habrás fijado en la foto donde vistes el tatuaje.
Le miré confusa, no entendía a lo que se refería. Había mirado aquella foto infinidades de veces desde que la encontré, y ahí solo lo veía a él feliz, nada extraño.
—Aquel tatuaje era falso, Atenea. Rhys en esa foto sólo era un niño de trece años —me quedé perpleja ante aquella revelación. En la foto parecía alguien más mayor, era tan alto...
Tras ser consciente de ello, comencé a reír a carcajadas. No podía creer que nunca hubiera caído en aquello.
—Bueno, he cumplido su sueño entonces de tenerlo para siempre en la piel —sonreí apreciando aún más el tatuaje.
Entonces de nuevo el ambiente se volvió tenue.
—Si lo hubiera sabido, habría dejado que ese tatuaje fuese de verdad. Lo hubiera consentido más de lo que ya lo hacíamos...
—¿Cuándo fue el accidente? Sé que me contaste la fecha, pero no nuestra edad...
—Nueve. Tú tenías tan solo nueve años, Atenea... Acabamos con tú infancia, y su adolescencia —comenzó a romperse de nuevo, así que decidimos salir a tomar el aire e irnos—. Tan solo tenía quince años.
Se me rompió el corazón tras escuchar aquella joven cifra. Recuerdo que con esa edad yo disfrutaba de probarme vestidos e ir a la moda como las famosas más destacadas... Sin él, sin ser consciente del peso de tener esa edad.
Y el haberla superado, hasta llegar a los veinte.
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Fuera de mi pecera
Roman pour AdolescentsLas personas somos bichos raros, complicados, y hechos mierda por dentro. Algunas personas son como Atenea. Una guerrera soñadora que vive en una mentira, y ahora se encuentra encerrada en su propia cabeza. En su propia pecera. Otras son como Luca...