<Betty>
Pasaron los días, en donde algunos tuve que anotar mis escritos en folios sueltos porque seguía sin encontrar mi dichoso diario. "¿Dónde lo habré puesto?, ¿Y si alguien se lo ha llevado? No, eso es imposible, a quién le importaría... Pero a él sí".
Recordé el día que estuvo aquí en casa Finneas. Le mostré mi lado más oscuro, a cambio de que él me mostrará luz con que llenarlo.
-Tengo que ir... Mierda, mierda, mierda -repetí mientras me volvía a sentar al recordar que había vuelto a su ciudad para componer nueva música con su grupo, la cual estaba a kilómetros de Orsolya.
Me eché sobre la cama boca arriba, buscando una solución en la pintura del techo. Blanca con tonos de suciedad. Como mi vida, con la diferencia... No, realmente no es ninguna diferencia, con ayuda podría limpiar las dos zonas. El techo, con la altura de la cama y colocándome de pie llegó; mi vida, es complicada, pero también podría.
Encendí el móvil al escuchar el sonido de que había recibido una notificación. Y para mí sorpresa, era una dirección que me enviaba un número desconocido.
***
*Ubicación*
***
Ven a esta dirección, sin miedo. Tengo algo que enseñarte si eres lo suficientemente valiente para seguirme el juego
Por un momento temí. Volví a leerlo, y una vez más para comprobar que no se me había escapado nada.
No respondí, al contrario me dispuse a borrar el mensaje pero la curiosidad de, al menos saber cómo era aquel lugar, pudo finalmente conmigo.
Pulsé en el enlace, que me llevó a Google Maps. Era un campo repleto de flores silvestres , no muy alejado de la población de lo que parecía nuestro pueblo. Al fondo, se podía observar una gran casa junto a un árbol semidesnudo, pudiendo distinguir algo raro entre sus ramas que no podía llegar a distinguir -una "galletita" más para mí seguridad. No paraba de alimentarla-.
Reflexioné un par de minutos, dando vueltas alrededor de la habitación. Hasta que, algo asustada, accedí a ir.
(...)
Detuve el auto en medio del campo -imaginé que no tenía dueño, aquella casa se encontraba más alejada de igual manera-.
Había logrado sacarme el carnet hace un par de semanas. Mi padre accedió a prestarme su coche en caso importante, sino usaría el transporte público -este caso era importante, al menos eso pienso-, hasta que en mi cumpleaños me comprarán uno propio.
Me bajé, y la sensación de la hierba acariciar mis tobillos me dió escalofríos. Nunca fui fan del campo, reconozco que me da pavor el pensar en ese mundo de diminutos insectos entre otros animales que convivían y lo que podrían hacer con mi cuerpo.
Desde aquel día de pequeña que una araña de un tamaño considerable se enredó en mi pelo, les tengo fobia. Y al campo también, por ser su principal hogar.
-Si me ocurre algo, va a ser culpa de... Venga ya Betty, está vez no puedes culpar a nadie de tus desgracias. Nadie sabe que estás aquí... Ay, mierda, nadie sabe que estoy aquí -hablaba conmigo misma de alguna forma para calmarme, pero cuando llegué a ese punto no pude remediar ponerme aún más nerviosa.
Saqué el teléfono temblando, sin parar de mirar a los lados por si veía a alguien -por suerte o desgracia-. Mandé la ubicación al número de Finn, después de todo es el único que no me mataría si me ocurre algo sino que se reiría para luego ayudarme. Lo acompañé con unas palabras que decían: "estoy aquí, si no salgo viva por favor no les digas nada a nadie, solo un te quiero a mi familia, amigos y tú... Tú cómete a besos y abraza la almohada, pensando que soy yo y poco más. Es una pena que no estés aquí ahora, porque creo que mi ansiedad necesitaría verte. Pd: no preguntes que hago en ese lugar recóndito, porque ni yo lo sé".
ESTÁS LEYENDO
Fuera de mi pecera
Ficção AdolescenteLas personas somos bichos raros, complicados, y hechos mierda por dentro. Algunas personas son como Atenea. Una guerrera soñadora que vive en una mentira, y ahora se encuentra encerrada en su propia cabeza. En su propia pecera. Otras son como Luca...