|Cap 26: Arándanos|

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<Luca>

Aquel día tuve una pesadilla, sobre ella, sobre lo que podríamos haber sido sin que alguien más tuviera el débil cuerpo a su merced. Decidiendo que lo mejor era que fuese derrotada por la enfermedad.

Soñé con ella, la chica que ama los arándanos —y me enseñó lo deliciosos que pueden llegar a ser en un pastel—. Soñé con Valeria, mi prima, mi verdadera mejor amiga.

Vale me enseñó tantas cosas, como que a veces aunque no éramos de los mismos padres podemos llegar a ser hermanos. O que el tiempo se pasa lento cuando apenas recuerdas la voz de alguien. Y por supuesto, ella fue quien me hizo amar a Peter Pan, con el deseo de no crecer, ser niños siempre. Y joder, como me encantaría serlos ahora.

—¿Luca, estás bien? —preguntó chasqueando los dedos delante de mis ojos hasta reaccionar.

—Sí, sí. ¿Qué estabas diciendo?

—Si no estás atento, ¿cómo quieres aprender? Te intento enseñar hacer una tarta de arándanos, y aún vamos por la base —continuó haciendo la masa mientras que yo solo me dedicaba a mirar sus manos, con aquella habilidad que me recordaba tanto a ella—... ¡Luca!

Gritó, haciendo que me diera un pequeño sobresalto. Aquello le puso en alerta, dejando la cuchara de madera sobre la encimera para mirarme.

—¿Por qué no continuas? Estaba atento a tus manos —dije algo nervioso.

—Porque mientes, dime qué ocurre Don Disney.

—No miento, solo estaba en otro mundo, Doña Musical.

—Como quieras... Si necesitas hablar, solo tienes que decírmelo —me miró con recelo mientras seguía mezclando los ingredientes. Yo comencé a dar vueltas por la habitación, Indie no me dijo nada, tal vez ya me había dado por caso perdido— Bien, la masa ya está lista, ahora toca meterla al horno.

—¿Y después? —cuestioné sin parar de dar vueltas como una lavadora.

—Después tendremos que dejarla en reposo hasta que se enfríe, para luego colocarle el glaseado y algunas bayas.

—Sabes —me detuve, mirándole a los ojos. Ella también lo hizo de forma expectante—. Me recuerdas tanto a ella...

—¿A Atenea? Vamos Luca, supérala ya ha pasado un mes y medio desde que se fue.

—No era ella, era a mi prima Valeria. También le encantaba la repostería, tanto como a tí, y sus dulces siempre tenían que llevar algún que otro arándano —reí entristecido.

—Vaya halago, me haces sentir especial —expresó de forma divertida—. Una cosa, ¿Por qué hablas de ella en pasado?

—Murió hace un tiempo, pero es la primera vez que se lo cuento a alguien... No he tenido el valor de hacerlo antes.

—Era eso lo que te ocurría, joder, como no haberme dado cuenta antes —se llevó su mano al arco de la nariz y corrió fuerte a mi, apoyando su cabeza sobre mi pecho —era tan pequeña que no llegaba ni tan siquiera al hombro—, me apretó con fuerza, y con cariño, coloqué mi barbilla sobre su cabellera rubia sonriendo.

—Es normal que no te dieras cuenta antes, no lo sabías, Indie —le di un pequeño beso en la frente, y nos miramos con ternura.

(...)

—Cuéntame, ¿cómo era Valeria? —preguntó con cierta dulzura mientras tomábamos unos helados de menta en su santuario floral.

—Ya te lo dije, os parecéis en la personalidad, lo único que recuerdo que ella era menos terca que tú —frunció el ceño de forma exagerada, y no pude contener la risa.

—¿Y de físico, nos parecíamos?

—Para nada. Ella tenía el pelo castaño más liso que yo y más largo que tú. Tenía ojos marrón, como el chocolate negro... Pero su corazón era dulce, como el nuestro —sonrío al pensar en Valeria, y aquel día junto a los abuelos en la búsqueda del tesoro... La echo tanto de menos—. Le hubiera hecho mucha ilusión conocerte, créeme Indie. Te hubiera caído bien.

—Es complicado, me imagino, pero podremos renacer, créeme que lo haremos —me agarró la mano y me llevó a gatas hasta una maceta vacía.

—¿Qué ocurre con esta maceta?

—Hace un par de semanas que había fallecido, la dejé secar sin querer... Pero —apartó un poco de tierra donde apareció el comienzo de un tallo verde—, ha vuelto a renacer. Lo que harás tú cuando el recuerdo de ella permanezca en tí, pero ya no duela.

Sonreí al ver de alguna forma como veía el mundo, para ella lo sencillo que era. Era tan especial, de esas personas que necesitas en tu vida, lo tengo claro.

—¿Qué tipo de planta es? —pregunté con curiosidad. O simplemente para volver a oír su voz.

—Es un geranio de color rosa chicle. Una planta muy especial para mí, ya que era la favorita de mi madre.

—Tiene que ser bonita.

—Lo es, pero no tiene comparación con lo bonito que son los girasoles—fue a echarle un vistazo hacia la ventana. Desde la última vez que vine, había algunos más.

—Veo que hay nuevos, que bien.

—Sí, los vi en oferta en una floristería y no pude evitarlo. Fue una tentación, como un caramelo delante de cualquier crío.

—Oye Indie, me gustaría preguntarte una cosa.

—Dime, ¿Qué pasa? —dijo en un tono algo nervioso.

—La última vez que fui a ver a mi madre, estuve hablando con ella y sin pensar... Le dije que quería buscar una nueva vocación, aunque no fuese un trabajo.

—Y me imagino que me estás pidiendo ayuda a mí... Bueno, últimamente he estado visitando el refugio de animales, y para tu suerte, te necesitan —sonrió de forma pícara.

—Te recuerdo que soy alérgico a los gatos, y me imagino que allí habrá.

—Luca, tontorrón, el refugio está dividido en perros y gatos. Puedes ayudar allí en la sección de perros.

—¿Y por qué insistes tanto en el refugio? —cuestioné alzando una ceja con extrañeza.

—No sé, creo que les vendría bien. Además buscas algo, ¿no? Pues ahí tienes ese algo. Dale una oportunidad.

—Tú escondes algo, ¿verdad? —me acerqué a ella sonriendo.

—Si estás tan seguro, por qué no vas y lo averiguas.

Estuvimos mirándonos, tan cerca, que me estaba dando ganas de reír. Al final, lo acabó haciendo con grandes carcajadas.

—Sabes qué, iré mañana por la mañana.

—Te recuerdo que mañana por la mañana te toca turno de mañana.

—Parece un trabalenguas. Mañana, mañana, mañana...

—Tu si que eres un trabalenguas, Lucasito.

—¿Qué? —pregunté con una mueca.

—De los lacasitos pues Lucasito. No se, los nervios, que hacen que la cabeza funcione un poco regular —y ahí estaba, de nuevo, su "alergia cupido".

—Pues iré por la tarde, a ver qué es lo que escondes, rubita.

Fuera de mi peceraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora