<Atenea>
Tenía la nota en mi mano cuando desperté, de alguna manera me las arreglé para sujetarla durante la noche.
—¿Y yo qué hago ahora contigo? —me giré para mirar el techo. Tal vez me daría una respuesta sensata.
Me decanté al final por bajar e ir. Al igual que me sucedió con la caja, tengo la misma curiosidad de saber más sobre mi querido Nemo.
Atenea
Quiero saber más, ¿Dónde nos vemos?Esperé unos segundos tras mandarle aquel mensaje a Nathaniel. Mientras me dirigía a la cocina, me encontré con mi madre que preparaba un café.
—¿A dónde vas tú tan guapa? —dijo de forma vacilante, girándose sobre sí misma tras escuchar mis pasos.
—Pues iba a dar un paseo por ahí, ya sabes —respondí tímida mientras me quitaba las arrugas del vestido que llevaba— Me preparas uno, por favor. Yo mientras voy a ir al baño.
—Vale cariño —y al instante escuché el sonido de una taza más.
Enseguida volví, y al hacerlo la idea de saber quién era antes de ir se me cruzó por la cabeza.
—Oye mamá, quería hacerte una pregunta —comencé dirigiéndome a coger la taza azul con corazones amarillos.
Se giró hacia mí con una sonrisa, agarrando las tazas y colocándolas sobre la mesa.
—¿Tú recuerdas si uno de los amigos de Rhys se llamaba Nathaniel?
De repente la sonrisa se le borró, dejando en sus labios dibujada una mueca.
—Sí, lo recuerdo. Dentro del grupo de tu hermano se encontraba él, que en aquella época llevaba el típico pelo tazón. Era muy rubio y se veía que era inocente, a simple vista, claro —explicó de forma amarga, para después beber del líquido marrón.
Le di un sorbo a la taza, para disimular una pequeña sonrisa al saber que sí decía la verdad y lo conocía. Pudiendo así proporcionarme más información.
—¿Por qué me lo preguntabas? ¿Te lo has encontrado por casualidad?
—No, no —mentí ya que por su rostro no sería la mejor idea decirle la verdad—. Solo que me vino los otros días un pequeño recuerdo donde Rhys llamaba a alguien por ese nombre, y por ello.
Volví a mirar el móvil, viendo la notificación de un mensaje suyo que me mandaba una dirección junto a un corazón.
—Tengo que irme ahora, mamá o si no se me hará tarde.
Antes de que pudiera salir de la sala, sentí su agarré firme del brazo. Al girarme, su rostro mostraba preocupación.
—Atenea, ten cuidado —alertó con firmeza, mirándome a los ojos.
Tragué un poco asustada a medida que sentía que el agarrare se disolvía.
—Sí, no te preocupes, lo tendré —aseguré caminando hacia la puerta para salir y dirigirme, ahora menos convencida, a su casa.
(...)
Toqué al timbre, comenzando así los "cantares" sonoros de un perro. Mientras esperaba, analice el porche. El cual era bonito. Sofisticado, es la palabra correcta.
Estaba absorta en mis pensamientos, cuando la puerta se abrió dejando ver la silueta del rubio del parque.
—Vaya, vaya qué sorpresa si eres la loca esa de los árboles —se apoyó en la puerta con vacile, cruzando los brazos —¿Has venido a arrestarme?
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Fuera de mi pecera
Ficção AdolescenteLas personas somos bichos raros, complicados, y hechos mierda por dentro. Algunas personas son como Atenea. Una guerrera soñadora que vive en una mentira, y ahora se encuentra encerrada en su propia cabeza. En su propia pecera. Otras son como Luca...