Hacía buen tiempo. Era una tarde fresca y soleada. Como siempre, cada vez que se avecinaba una discusión, lo mejor era salir a correr y alejarse de casa. Era mejor hacerlo antes de que las cosas se salieran de control y nos llevaran por un camino más amargo del que ya vivíamos.
Últimamente, mi vida se ha resumido en evitar ciertas situaciones. Me resultaba más fácil encerrarme en mi misma que enfrentar la aburrida y conflictiva realidad que me rodeaba. Pero, al menos, contaba con un rayo de sol que iluminaba mis días.
Antes, mi vida siempre era tranquila. Ahora tenía un trabajo que me gustaba y que me llenaba de satisfacción. Soy la administradora de una agencia de envíos, donde paso gran parte del día. Esa es mi prioridad, junto con atender a mi familia.
Desde que nos mudamos a Savannah, Georgia, mis prioridades han cambiado mucho. Al principio estaba emocionada y centrada en los nuevos proyectos que tenía por delante, pero con el tiempo, esa pasión y euforia se fueron desvaneciendo. Ahora que las aguas están en calma, es diferente. Es como estar en una balsa que se balancea con la corriente; unos días son soleados, otros son fríos y solitarios. Desde hace un tiempo, no me siento bien. Físicamente, mi cuerpo responde bien, siempre he sido una mujer sana, pero mentalmente me siento agotada.
En casa siempre hay situaciones que resolver, no es que no tenga la capacidad de sacar adelante a mi familia; ese no es el problema. El verdadero problema es que a veces las expectativas que tengo son tan altas que si no se cumplen, termino decepcionada. Y si además tengo que soportar reproches después de un largo día de trabajo, eso solo agrava la situación. Tener que aguantar esa carga emocional nada más para hacer que las cosas funcionen, me llena de ira y frustración que no puedo drenar, y luego esas emociones se convierten en tristeza, dejándome sin voluntad, ni ganas de sonreír.
Por eso estoy de nuevo aquí, perdida en mis pensamientos mientras ato los cordones de mis zapatos de correr. Me levanto, pongo mi teléfono en modo avión para que nadie me moleste. Necesito este momento para mí, para desconectar del mundo y de todo lo que me rodea. Elijo mi lista de canciones para correr, una lista muy particular que ayuda a callar mis pensamientos y es justo lo que necesito en este momento. Incluye canciones de Guns N' Roses, Metallica, Link Park y Evanescence, por mencionar algunos, ya que la lista es larga. Me pongo los auriculares, subo al máximo el volúmen y comienzo a correr sin mirar atrás.
El bulevar frente a mi edificio es impresionante. Desde aquí se pueden ver las mejores puestas de Sol, con el mar justo enfrente. Es todo un espectáculo para admirar, sentarse y perder la noción del tiempo. Al principio pasaba horas leyendo mis libros favoritos aquí. Pero últimamente, solo me sirve como un lugar para aliviar mis tensiones.
La tarde era perfecta, con una suave brisa que invitaba a relajarse. Era el tipo de tarde en la que podías sentarte y disfrutar del paisaje sin preocuparte por nada. Vi a varias parejas sentadas en la hierba, leyendo o charlando, y los envidié. Desafortunadamente, incluso en mis mejores días, nunca había tenido algo así. ¡Me enfurecía recordarlo! Subí el volumen de mi música y aceleré mi carrera, tratando de dejar esa sensación de envidia atrás.
El paraje estaba abarrotado de gente, era imposible mantener el ritmo. Yo quería correr y correr hasta que mis pulmones ardieran y no sentir nada más, pero la multitud me frustraba. Sin reducir mi velocidad, intenté esquivar a algunos transeúntes que se detenían a admirar el paisaje. Giré hacia la derecha y pasé muy cerca de las bancas, sabiendo que era peligroso, pero en ese momento solo quería ir más rápido. Fue entonces cuando un hombre se levantó de repente y, sin previo aviso, chocamos. El impacto lo cogió desprevenido, haciéndole perder el equilibrio y sin tiempo para reaccionar, ambos rodamos al suelo, dándonos un buen golpe.
Todo era tan confuso. Estaba encima de algo o alguien, pero no podía enfocar mi vista. Me sentía mareada y aturdida. Este hombre parecía una pared de ladrillos, porque me dolía hasta el alma. No es que me la pasara estrellándome con paredes todo el tiempo, pero así es como debía sentirse.
Sentía una fuerte punzada en la cabeza y un dolor agudo en mi pierna izquierda. También sentía un ardor y algo húmedo. Cuando intenté moverme, sentí que alguien me levantaba y me colocaba a un lado. Traté de apoyarme en mis brazos para levantarme, pero el dolor en mi tobillo no me permitió apoyar el pie. Cerré los ojos fuertemente y aullé del dolor.
— ¡Oh, demonios! ¡Me duele! —exclamé. ¿Cómo pude ser tan torpe?
Mi rodilla izquierda estaba hecha un desastre y no dejaba de sangrar. Podía sentir como la sangre empapaba mi pierna.
— ¡Tranquila, te tengo! No te muevas por favor. Tienes un corte en la rodilla y te harás más daño —dijo el hombre a mi lado, tratando de ayudarme. Pero yo no coordinaba bien. Debo haber montado un buen espectáculo, porque podía escuchar a muchas personas hablando a mí alrededor. Entre ellas, sobresalía la voz de un hombre que solicitaba espacio para actuar, debía de ser alguien de autoridad.
— ¿Señor, se encuentra bien? —escuché la misma vos preguntar.
—Sí, estoy bien. Trae el automóvil de inmediato. Tenemos que ir al hospital ahora mismo —respondió el hombre a mi lado con una voz firme y grave que dejaba en claro lo que solicitaba.
—Te voy a cargar, ¿vale? Iremos a urgencias —dijo muy cerca de mí para que pudiera escucharlo claramente.
Solo asentí, Me levantó como si fuera una pluma. En otro momento, hubiera protestado, porque siempre he sido muy independiente, pero ahora el dolor era demasiado y no podía hablar. Ni siquiera podía mirarlo, porque al abrir los ojos mi cabeza martilleaba y estaba aturdida. Lo escuchaba hablar muy rápido, supuse que por teléfono.
— ¿Jackson? ¿Estás en el hospital? Tuve un accidente. ¡Sí, sí, estoy bien! Pero la chica se ha hecho un corte en la rodilla y está sangrando mucho. ¡De acuerdo, lo haré!
—Señor, llegamos en cinco minutos —anunció el hombre que conducía.
—Jackson, ¿Escuchaste a Taylor? ¡Bien, prepárate!
—Estás sangrando mucho —dijo dirigiéndose a mí—, voy a presionar la herida para detener el sangrado, ¿vale? —ni siquiera tuve tiempo de asimilarlo. Grité y maldije en medio del dolor tan feroz que ardía en mi pierna. Comencé a ver puntos negros, y la negrura me engulló por completo.
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La mujer gritó cuando presioné la herida. Levanté la vista y vi que se había desmayado. Se veía demasiado pálida y temí que se hubiera hecho más daño del que se mostraba.
— ¡Taylor, se desmayó! ¡Date prisa!
¿De dónde había salido esta mujer que literalmente me había robado el aliento al impactarse contra mí? Siempre me cuido mucho de los accidentes, porque mi trabajo me exige prudencia. Pero esto, de verdad, no lo vi venir. Solo sentí el golpe a un costado cuando me levantaba de mi asiento para marcharme. Estaba tan distraído observando a la pareja que jugaba en la arena con los niños, que no me fijé en mi entorno antes de hacerlo.
Traté de reaccionar lo más rápido que mis reflejos me permitieron, pero fue difícil sujetarla para que no estrellara la cabeza contra el pavimento. Aun así, su pierna se golpeó con la base que sostenía la lámpara que iluminaba la banca, provocándole este horrible corte. También tiene un golpe en la cara. Esto no pinta nada bien. Y yo... que solo quería dar un paseo tranquilo antes de marcharme de la ciudad.
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Que La Marea Decida.
RomanceNicol es una mujer de treinta y cinco años con una vida realmente sencilla y tradicional que la consume y, en ocasiones, la llena de desdicha. Sin embargo, un giro del destino cambia su vida por completo cuando sufre un accidente que pone su mundo p...