Adrián salió de la habitación dando un portazo. Respiré profundamente tratando de retener mis lágrimas, pero era imposible. Lo que acababa de suceder podía conmigo y no tenía fuerzas suficientes para buscar lo positivo en estos momentos.
Mi amiga me abrazó fuertemente. Era la mejor del mundo, siempre estaba a mi lado para apoyarme, y tenía la capacidad de calmarme con una palabra de aliento. En ese momento, su abrazo era lo único que me daba fuerzas para seguir adelante.
Cuando Adrián sufrió el infarto, si no hubiera sido por ella que lo atendió de inmediato, no habría sobrevivido. Recordar el dolor y el sufrimiento en la cara de Doña Ana y Annie esa noche, me quitaba el sueño. Por esa razón, haría lo que fuera por no ver sufrir a mi hija. La situación en la casa era demasiado tensa, y necesitábamos encontrar una solución pacífica para que todos pudiéramos vivir en armonía.
— ¿Estás bien, Nic? —preguntó mi amiga preocupada. Era un apelativo que siempre usaba para levantarme el ánimo, aunque esta vez no lo consiguió—. Te apoyo en tus decisiones, pero como tu amiga, debo decir que esto ha llegado al límite.
— ¡Ay, Em! Sé que tienes razón, pero no sé qué más hacer. Más temprano intenté hablar con Adrián, pero como siempre, nunca llegamos a un acuerdo. Cuando nos mudamos aquí, él luchó tan duro para sacar adelante esta familia, y... —empecé a decir, pero ella me interrumpió de inmediato.
— ¡Al igual que tú, no lo olvides! Así que, no le des todo el crédito a él. Ambos se han esforzado por sacar adelante la empresa y este hogar. Se supone que el matrimonio es como una sociedad donde ambas partes deben aportar por igual, en todo y cada uno de los aspectos. Así que no lo pongas como un mártir —exclamó furiosa.
—Lo sé, tienes toda la razón, pero... ahora mismo, me siento culpable. Siento que yo provoqué esto con mi silencio. Debí haber dicho algo desde un principio, cuando noté que las cosas estaban cambiando. Quizás, hubiera logrado detener esta avalancha de emociones negativas que ahora nos rebasan.
—Otra vez la burra al trigo —dijo Emily con exasperación—. ¡Ambos, Nicol! Ambos tenían que darse cuenta, no solamente tú.
—Em... me refiero a que, al principio, él era super cariñoso y atento conmigo, pero al mudarnos aquí, todo cambió. Yo dejé de ocupar el primer lugar en su vida, y él se dedicó de lleno a la empresa. Invirtió tanto tiempo en el trabajo que terminó enfermando, y ahora eso lo tiene deprimido —expliqué—. No quiero dejarlo así, Em... sería egoísta de mi parte hacerlo. Y más cuando sé que me necesita, pero me siento tan agotada de toda esta situación. Desearía que todo fuera diferente.
— ¿Me estás diciendo que sigues a su lado por lástima, solo porque estuvo enfermo? —preguntó Emily con incredulidad—. ¡No me jodas, Nicol! Perdona que te lo diga, pero eso es absurdo. Estás equilibrando tu relación con una enfermedad; eso no tiene sentido.
Me sentía abrumada. Emily tenía razón, pero no sabía cómo proceder.
—Ya no sé qué más hacer con Adrián... es... es complicado —suspiré mientras me frotaba la cara y el pelo.
—Además, está el tema de Daniel. ¿Qué vas a hacer con él? ¿Por qué has dejado que se acerque tanto a ti?
—Con Daniel no pasa nada —añadí rápidamente—. Estoy consciente de que lo de hoy ha sido un completo error. No debí sentirme tan en confianza y permitirle que entrara a mi habitación. Fue... un error, nada más.
— ¿Me vas a decir que ese hombre no te atrae, ni te enciende?
— ¡Em, por favor! No le pongas más leña al fuego.
—Ok, ya. Hablando en serio —continuó y me tapé la frente con la mano.
Sabía que cuando Emily se ponía en plan de análisis, había que tener cuidado con sus teorías.
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Que La Marea Decida.
RomanceNicol es una mujer de treinta y cinco años con una vida realmente sencilla y tradicional que la consume y, en ocasiones, la llena de desdicha. Sin embargo, un giro del destino cambia su vida por completo cuando sufre un accidente que pone su mundo p...