**** 7. Obsequios. ****

133 33 106
                                    

Cuando desperté, un aroma fresco y dulce llenaba la habitación. Abrí mis ojos y me encontré con la sorpresa más hermosa que jamás me habían dado. Todo a mi alrededor estaba cubierto de flores de color turquesa: tulipanes, hortensias, campanitas, dalias, orquídeas y, por supuesto, rosas en diferentes tonos de azul. Mi habitación se había convertido en un paraíso floral; incluso en el suelo había algunos arreglos, tantos que no quedaba espacio libre para colocar ni una flor más. No tenía idea de que existieran tantos tipos de flores de ese color, todas eran hermosas.

— ¿Le ha gustado la sorpresa, Señora Nicol? —preguntó Delia con una sonrisa—, las ha enviado el señor...

— ¡Daniel! —interrumpí con una sonrisa forzada—, sé que las flores no las ha enviado mi esposo, ya que él no haría este tipo de cosas. Por cierto, ¿sabes si ha vuelto del trabajo?

—No, señora. Aún no ha llegado. Lo siento —respondió ella con pena al ver mi gesto de decepción—. Voy a traerle algo de comer y sus medicamentos, que ya le toca tomar de nuevo.

—Agradezco tu ayuda, Delia —le dije, sonrió y se retiró.

Mientras almorzaba, Delia me contaba más detalles sobre su vida. Era una chica muy agradable y dulce, y con tan solo veinte y un años, mostraba más madurez que cualquier otra chica de su edad. Vivía con sus padres y sus hermanos, que eran más pequeños que ella. Además, seguía estudiando gracias a una beca que Jackson le había conseguido, y estaba cursando la carrera de medicina.

Después de comer, tomé mis medicamentos, pero esta vez no me dormí de inmediato. Aunque seguí en la cama, aproveché para leer un libro. Amaba leer, ya que siempre me permitía soñar y escapar de mi realidad, aunque fuera por un rato.

━━━━━━━ ☆ ★ ☆ ━━━━━━━

Taylor me llevó a una tienda de teléfonos bastante discreta, donde pude reemplazar el teléfono de Nicol sin problemas y sin tener que preocuparme por los tediosos paparazzi al acecho. Este era un problema que enfrentaba cada vez que salía para hacer cosas por mi cuenta. La mayoría de las veces, era Taylor quien se encargaba de comprar lo que necesitaba. Él había trabajado para mí durante más de cinco años y nunca había tenido incidente de ningún tipo. Era un hombre extremadamente discreto y fiel en su trabajo.

Cuando compré todo lo que necesitaba, fui directamente a casa de Nicol. Al llegar, fue Delia quien abrió la puerta.

—Señor Myers, buenas tardes. Pase adelante, por favor.

—Buenas tardes, Delia. Gracias. ¿Por qué eres tú quien abre la puerta? ¿No hay nadie más en la casa?

—Así es, señor. Doña Ana tuvo que salir a buscar a la niña en la escuela.

—Entiendo. ¿Cómo se encuentra la señora Nicol?

—Muy bien, señor. Ha respondido de manera satisfactoria a los medicamentos. En estos momentos se encuentra dormida. ¿Desea que la despierte o le dé algún mensaje?

—No es necesario. Puedes guardar esto, por favor —le dije a Delia mientras le entregaba uno de los paquetes que había traído. Lo tomó y fue a guardarlos, me quedé de pie, observando el departamento y me acerqué a una mesa donde había algunas fotografías. En una de ellas, Nicol estaba jugando con su hija en el parque, y se le veía muy feliz.

— ¿Quiere verla, señor? —preguntó Delia cuando regresó a mi lado.

—Sí, me gustaría, pero solo por un momento. No quiero molestarla si está descansando —respondí agradecido por su ofrecimiento.

Delia caminó en dirección a la habitación de Nicol y yo la seguí. Abrió la puerta y se hizo a un lado para que yo entrara, luego salió y cerró la puerta tras ella, dándome algo de privacidad.

Que La Marea Decida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora