**** 2. Mi Crush. ****

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Gracias a Jackson, un equipo médico completo nos esperaba en las puertas de urgencias.

Apenas el automóvil se detuvo, Jackson se acercó y abrió la puerta, con mucho cuidado, me ayudó a sacar a la chica del auto, la colocamos en la camilla, ya que seguía inconsciente.

— ¿Qué ocurrió, Daniel? ¿Te encuentras bien? —preguntó Jackson preocupado.

— ¡Sí, si lo estoy! Pero ella no, perdió el conocimiento en el camino.

— Tranquilo hermano. Yo me encargo —aseguró mientras se abría paso por el pasillo de urgencias.

Jackson Holland es mi mejor amigo, hermano y confidente. Es un médico entregado a su pasión y, desde que se especializó en traumatología, se ha vuelto muy solicitado y nunca tiene tiempo libre, ni siquiera para viajar a casa. Por eso decidí tomarme unas cortas vacaciones y visitarlo, ya que hace mucho que no lo veía. Además, necesitaba un lugar tranquilo y alejado de mi rutina para descansar y desconectar un poco.

Fuimos a un cubículo donde enfermeras revoloteaban por todos lados, siguiendo todas las instrucciones que Jackson les daba. Estaba muy preocupado por la mujer, porque seguía sin despertar. Se veía tan pálida e indefensa en la camilla que temía lo peor.

— Jackson... ¿Por qué no despierta?

— Ella estará bien, no te preocupes. No tiene traumatismos severos en la cabeza —explicó para tranquilizarme.

Una enfermera le colocó una vía con suero mientras otra revisaba sus signos vitales. Con Jackson supervisando, el chequeo fue minucioso. La examinó de pies a cabeza y, al no encontrar ninguna fractura expuesta, ordenó a otra enfermera que limpiara su herida. Fue en ese momento que la chica despertó y se quejó del dolor.

— ¡Amelia, 5 mg de Tramadol! —La enfermera trabajaba rápidamente y con eficiencia—. Hola, cariño. Soy el doctor Jackson, estas en el hospital. Sigue la luz, muy bien. ¿Ves borroso? ¿Te sientes mareada?

La joven únicamente asentía y balbuceaba palabras que yo no lograba escuchar por el ruido que había a su alrededor.

— En un momento no sentirás más dolor. Estarás bien, tranquila —le dijo Jackson para tratar de calmarla.

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Cuando desperté, sentí un intenso ardor en mi pierna. Al tratar de levantarme, un doctor me sujetó y comenzó a explicarme la situación. Ordenó un par de cosas, que por supuesto implicaban a las dichosas agujas. Para mí hospital era sinónimos de agujas. ¡Sí, lo confieso!, no me gustan las inyecciones, pero gracias a ella, el dolor desapareció rápidamente. ¡Qué gran alivio!

Más calmada, empecé a mirar alrededor del cubículo y observé todo. En una esquina, había un hombre alto que llevaba una sudadera con capucha, una gorra y lentes. Me pareció extraño ver a alguien vestido así, pero quién era yo para cuestionar la forma de vestir de los demás. De repente, me di cuenta de que ese hombre debía ser la persona con la que choqué. No dejaba de mirarme, se le notaba ansioso y preocupado. Él debía ser el culpable de mi situación actual, aunque para ser justos, la culpa era toda mía. Cuando una bandeja con todo tipo de agujas pasó frente a mis ojos, me olvidé por completo del hombre y de mi estado.

Al pasar mis manos por mi cara, asustada por la cantidad de agujas que iban y venían, noté una inflamación en mi frente y también tenía un chichón allí. Me habían puesto varios puntos en la rodilla y sabía que la cicatriz se vería muy mal. Pero ahora, finalmente tenía la excusa perfecta para hacerme el tatuaje que tanto quería. Solo me faltaba reunir el valor para enfrentar las agujas del tatuador.

Que La Marea Decida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora