Uno de los muchos días que habían transcurrido, Delia me comentó que Daniel la llamaba diariamente para saber sobre mi salud. Saber que aún se preocupaba por mí me llenaba de alegría el corazón. Sin embargo, había decidido mantener la distancia y no escribirle, ya que tenía demasiados problemas con Adrián y no quería darle otro motivo más para que siguieran las peleas. Estaba cansada de mantener esta vida que me desgastaba, por eso le había pedido a Adrián que habláramos sobre nuestra situación.
—Pasa Adrián, por favor. Toma asiento —ofrecí señalando la silla junto a mi cama, a regañadientes lo hizo.
—Está bien, ¿qué sucede?, ¿de qué quieres hablar? —preguntó resignado.
—De nosotros, de nuestra relación.
—Estoy exhausto, Nicol. Ahora no es un buen momento.
—Nunca lo es, no quiero pelear, solo hablemos por favor —pedí, él asintió y yo continué—. Apenas te he visto en estos días, ni siquiera duermes en esta habitación. ¿Ya no eres feliz a mi lado?
— ¿Por qué me preguntas eso de nuevo? ¿Por qué ahora Nicol? —cuestionó entrecerrando los ojos—. ¿Acaso me estás comparando con alguien más? ¿Qué buscas con todo esto?
— ¡Porque quiero entender, Adrián! Necesito entender por qué estamos viviendo así —respondí con calma, tratando de hacerle ver que mis preguntas nacían de mi preocupación y no de una comparación.
— ¿Así cómo, Nicol?
—Esto no está funcionando para ninguno de los dos, desde hace mucho tiempo dejamos de ser una pareja. Nos da igual la presencia del otro, esto no es vida. Adrián, estoy cansada. Seamos sinceros y aceptémoslo —continué con toda la sinceridad que podía—. Me lástima ver cómo cada día las cosas empeoran. No quiero seguir de este modo —hice una pausa esperando que dijera algo, pero se mantuvo callado observándome—. Adrián... Lo siento, pero... las cosas cambian o se acaban...
— ¿Por qué no me dices la verdad? —preguntó con cierta hostilidad—. Lo que quieres cambiar es a quién metes en esta cama, ¿no es cierto?
En su rostro podía ver reflejado mi propio dolor. Aceptar que una relación de tantos años estaba fracturada de esta manera no era fácil. Resultaba mejor culpar a otros de nuestras fallas que asumir nuestros errores.
— ¡Te estás pasando de la raya, Adrián! —le advertí con firmeza. No iba a permitir que me ofendiera—. Esto no tiene que ver con otra persona, tiene que ver con nosotros y con nuestra relación. Ya no somos felices juntos.
Él me dio una mirada de odio o algo más que no supe interpretar, se levantó y salió de la habitación. Una vez más, no logramos resolver nuestros conflictos. ¿Qué debía suceder para que pudiéramos cambiar? No lo sabía, y eso me tenía cansada y frustrada.
Pasé el resto del día muy triste y desanimada. Delia me preguntó si me apetecía dar un paseo por el parque, lo cual agradecí muchísimo, ya que necesitaba respirar aire fresco. Con su cuidado, Delia me ayudó a cambiarme de ropa. Escogí un vestido de verano y unas zapatillas. Aunque no iba a caminar, no podía salir descalza.
La tarde era fresca y agradable. Delia empujaba suavemente la silla de ruedas por los alrededores del parque. Quería ver el mar, así que le pedí que me llevara al malecón. Una vez allí, le pedí que se sentara y descansara, necesitaba un poco de privacidad y ella lo entendió sin problemas.
Observé las olas que iban y venían, algunas con fuerza y otras más débiles, y me di cuenta de que eran el reflejo de mi vida. La diferencia era que ellas viajaban por todo el mundo mientras yo permanecía estancada en una marea que subía y bajaba con los ánimos del día a día. Me quedé mirando el horizonte y me permití derramar las lágrimas contenidas en mi interior, dejando que se mezclaran con el sonido de las olas.

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Que La Marea Decida.
RomanceNicol es una mujer de treinta y cinco años con una vida realmente sencilla y tradicional que la consume y, en ocasiones, la llena de desdicha. Sin embargo, un giro del destino cambia su vida por completo cuando sufre un accidente que pone su mundo p...