Después de hablar por teléfono con Jackson, decidí darme un baño para refrescarme. Me puse unos jeans, ya que no quería que se notara la cicatriz en mi rodilla. Aunque no era muy grande, no me gustaba que se viera. Después de vestirme por completo, salí de la habitación.
—Mami, estás muy guapa —dijo Annie al verme.
—Gracias mi amor, tú eres muy linda también —dije sonriendo, le di un beso—, voy a la oficina.
—Mami, ¿Puedo ir contigo? —preguntó mientras me miraba con ilusión.
A pesar de que tenía que hacer algunas cosas en la oficina, no pude resistirme a su mirada y le respondí cariñosamente.
—Claro, mi amor, puedes venir conmigo.
Era imposible negarle algo cuando me miraba con esos ojitos tan tiernos.
Después de ayudar a Annie a cambiarse de ropa, nos marchamos. Adrián y yo habíamos construido nuestro negocio de envíos a nivel nacional desde cero. Después de haber presentado el proyecto juntos como cierre final de nuestra carrera universitaria. Recibimos muchos elogios por la calidad del proyecto y decidimos ponerlo en marcha. Actualmente, estábamos en planes de expandirlo a otros países, por lo que siempre teníamos mucho trabajo por hacer. Con la lesión que había sufrido, tenía mucho trabajo atrasado, así que era hora de retomar mi rutina y ponerme al día.
Al llegar a la oficina, los empleados se acercaron para saludar y preguntar cómo estaba mi salud y qué había sucedido con Annie. Agradecí el interés que mostraban en mi bienestar y en el de mi hija. Los empleados que trabajaban con nosotros eran muy serviciales y atentos. Adrián les había informado sobre mi accidente y mi proceso de recuperación. Después de saludarlos y ponernos al día de los pormenores sucedidos durante mi ausencia, fuimos a la oficina de Adrián.
Al acercarnos, noté que la puerta estaba entreabierta y pude escuchar que hablaba con una mujer, dándole indicaciones sobre algo. Empujé suavemente la puerta y los encontré sentados muy juntos, lo que me hizo fruncir el ceño. Aunque no soy una mujer celosa, mi sexto sentido me puso en alerta y sentí un aire extraño. Decidí dejarlo pasar cuando Annie entró saludando a su padre, lo que me permitió despejar mi mente.
— ¡Hola, papi! —gritó emocionada.
—Buenos días — saludé, ambos parecían sorprendidos por nuestra llegada.
— ¡Hola, pequeña! —dijo Adrián mientras se levantaba rápidamente para tomar a Annie en sus brazos—. ¿Cómo está tu manito? —preguntó y se acercó a mí.
— ¡Hola, mi amor! —Adrián me saludó con un beso en la mejilla y preguntó—. ¿Qué hacen por aquí? —pude notar que se veía un poco nervioso. Antes de que pudiera detallar su comportamiento, la chica con la que estaba hablando se levantó rápidamente y se acercó para presentarse. Era una mujer joven, alta, con el cabello largo y rubio. Aunque tenía una cara juvenil, pude ver en sus ojos una mirada dura y desafiante.
—Buenos días, señora Nicol. Es un placer conocerla finalmente —dijo con una sonrisa y extendió su mano hacia mí—. Soy Sandra, la nueva empleada encargada de asistir a Adrián en sus tareas.
Me sorprendió que lo llamara por su nombre. A que se debía está confianza. Algo no estaba bien aquí.
—Hola, Sandra —le dije mientras estrechaba su mano—. Adrián no me había mencionado nada acerca de un nuevo miembro en el equipo —añadí mirando a Adrián para que me explicara.
—Ah, disculpa se me olvidó comentarlo —dijo Adrián con cierta tensión—. Contraté a Sandra para que se encargara de tu trabajo mientras te recuperabas. No sabía cuánto tiempo tardarías en volver y tenía que asegurarme de que todo estuviera bajo control.
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Que La Marea Decida.
RomanceNicol es una mujer de treinta y cinco años con una vida realmente sencilla y tradicional que la consume y, en ocasiones, la llena de desdicha. Sin embargo, un giro del destino cambia su vida por completo cuando sufre un accidente que pone su mundo p...