Los días seguían su curso con normalidad, aparentemente sin cambios significativos. Aunque Daniel no había vuelto a ponerse en contacto conmigo, decidí no obsesionarme buscándolo en las redes, pues sabía que no tenía sentido torturarme de esa manera. En lugar de eso, me propuse enfocarme en mi presente y en seguir adelante con mi vida.
Me enfoqué en mi trabajo y organicé todo el papeleo necesario para establecer la nueva sucursal, incluyendo un viaje para obtener la firma del contrato de arrendamiento de la propiedad. Para coordinar los detalles del viaje, necesitaba hablar con Adrián y decidir quién iría. Por lo tanto, fui a su oficina para buscarlo y discutir los planes.
Pregunté a su secretaria, Lupe, si estaba disponible.
—Lo siento, señora Nicol. El señor Adrián tuvo que ir al puerto para firmar unos documentos que liberan la carga —respondió ella con amabilidad.
—Está bien, gracias. Lo llamaré a su teléfono —respondí antes de regresar a mi propia oficina.
Lo llamé a su celular, pero no respondió. Supuse que debía estar ocupado y que me llamaría de vuelta en cuanto pudiera hacerlo.
Horas más tarde, necesitaba unas facturas que un cliente había solicitado, pero no podía encontrar su expediente. Fui a buscar a Sandra para que me lo entregara, pero cuando llamé a su oficina, no respondió. Decidí entrar para buscar el expediente por mi cuenta y revisé los cajones de su escritorio.
Finalmente, encontré el expediente que necesitaba, pero también descubrí algo más: unos boletos de avión. Uno estaba a nombre de Adrián y el otro a nombre de Sandra, ambos para la misma fecha y hora de abordaje. Esta coincidencia llamó mi atención, pero decidí dejarlo para más tarde. Dejé los boletos en su lugar y salí de la oficina para continuar con mi trabajo. El cliente estaba esperando y era importante atenderlo con prontitud.
Adrián regresó a media tarde y fui directamente a su oficina.
—Oye, te estuve llamando al celular —dije nada más entrar.
—Sí, lo siento. Fui al puerto y ya sabes cómo se ponen las cosas de pesadas por allá —explicó con un tono serio.
—Sí, entiendo —respondí sin muchas ganas de contradecirlo—. Quería hablar contigo sobre el viaje a Texas. Necesitamos firmar los papeles del arrendamiento del local —expliqué mientras él organizaba algunas carpetas.
—Ya tengo eso resuelto. Mañana mismo salgo para allá —respondió sin mirarme.
— ¿Vas a viajar solo? —pregunté con curiosidad.
—No, Sandra viene conmigo. Ella ha estado encargándose de los trámites mientras tú estabas de reposo, así que conoce mejor todo el proceso —explicó mientras revisaba algo en su computadora.
—Entiendo. Si necesitas cualquier cosa, no dudes en decírmelo —Él asiente mientras me levanto para retirarme, pero me detengo en la puerta y lo observo por un momento antes de salir.
Con el paso de los días, la actitud de Adrián había cambiado por completo. Había vuelto a ser el mismo de antes, frío e impersonal. Ya no me sonreía, ni se mostraba atento ni cariñoso. Me desconcertaba su cambio, y no podía entender por qué había vuelto a su antiguo comportamiento.
Parecía como si únicamente hubiera estado en alerta y preparado para la batalla, porque sabía que podía perderme, y ahora que había aceptado seguir a su lado, había vuelto a su antigua forma de ser. Me preguntaba qué había sucedido para que se comportara así. No podía encontrar una respuesta clara. Solamente sabía que algo había cambiado entre nosotros y que se había perdido el vínculo especial que nos unía.
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Que La Marea Decida.
RomanceNicol es una mujer de treinta y cinco años con una vida realmente sencilla y tradicional que la consume y, en ocasiones, la llena de desdicha. Sin embargo, un giro del destino cambia su vida por completo cuando sufre un accidente que pone su mundo p...